En los años 90, el hombre sí creyó en él, pero ahora no

“¡A afrontar la prueba vengo! Nessun dorma. Al alba, venceré”, Turandot, ópera de Puccini.

Fernando González Davison

mayo 29, 2024 - Actualizado mayo 29, 2024
Fernando González Davison

Resulta evidente que en el año actual el hombre en sus distintos contextos y regímenes duda si los estados son capaces de enfrentar los obvios desafíos que enfrenta la existencia humana tal como la conocemos, mientras el recalentamiento global crece y están lejos de cumplirse los objetivos de desarrollo sustentable de la ONU y la vida cada vez sufre más heridas y sangra en cada punto de la tierra, más aún con las guerras actuales y su gran potencial destructivo, nuclear inclusive.

En El atropello a la Razón, Darío Villanueva nos dice que la Posmodernidad ha instaurado la quiebra de la racionalidad, herencia del pensamiento ilustrado, pues se vive en una sociedad líquida regida por la inteligencia emocional y por un pensamiento débil que rechaza los grandes relatos legitimadores. Además, con la post verdad aparece el imperio de la mentira que hechiza a tantos. Con esas mentiras lanzadas por las fuerzas extremistas en el planeta ascienden los políticos como Trump, Milei y otros más desinteresados en temas ambientales y pacifistas, eso sí, apuntando al capital salvaje en todos los órdenes. Crecen los candidatos cada vez más cerca de las ideas nazis o neonazis, ideas supremacistas, sustentado por sectas y religiones teñidas de odio contra los que consideran como responsables de sus fobias y miedos y, por tanto, habría que reprimir a los detractores, y, si son migrantes, romperles la crisma o pasarlos por las armas para defender su «modo de vida». Es decir, activar la violación de los Derechos Humanos de manera general para preservar una forma de gobierno nada democrático. Estos políticos y sus fanáticos estimularon al fascismo y el nazismo en Europa hace un siglo, mientras en Moscú brillaba el cuento de la dictadura del proletariado, en sustitución de la dictadura de la burguesía, así de simple: no se creía en el hombre, pero sí en la fuerza de una clase sobre la dominante o a la inversa, o del armamento de un país respecto de otro para imponerse.

Sin embargo, en 1990 hubo un inesperado gran cambio y una gran ilusión: casi al mismo que colapsaba la Unión Soviética Mijail Gorvachov fue el gran mago que puso fin a la absurda Guerra Fría y desenchufó el cable que llevaba directo al estallido de la tercera guerra Mundial, mientras disminuyó en otras zonas la tensión como pasó en Centroamérica, que encontró el camino de la paz. Washington y Moscú sellaron acuerdo de reducción significativa de armas nucleares y, con ilusión, se aseguró la vida humana en el planeta. Se unió a la obra política la distensión la obra espiritual de los tres más grandes tenores de la época: Plácido Domingo, José Carreras y Luciano Pavarotti decididos a cantar en Roma un día antes de la final de la copa del mundo de fútbol en las ruinas de la Termas de Caracalla. En ese espléndido escenario de noche muy bien iluminado resonaron arias de las óperas más importantes, donde se impuso: Nessun dorma de Puccini, que inundó con su espíritu de “victoria” a mil millones de personas que vieron y escucharon por tevé el concierto. No solo los hizo suspirar y llorar en esta nueva fase de historia espiritual de la humanidad que auguraba un bello futuro al humanismo, al tiempo que popularizó la ópera y el bel canto, la música clásica rivalizando con el rock. Ese concierto mágico se repitió en 1994 en un estadio en Los Ángeles en ocasión de que allí se realizaría otra copa mundial de fútbol ante la presencia de casi sesenta mil almas que volvieron oír a los tres tenores que dieron un aire espiritual a un nuevo mundo con el aplauso de Frank Sinatra. Y los discos se vendieron por millones como nunca mientras fueron mil trescientos millones de personas los vieron por tevé en directo y se olvidaron del ganador de la copa de fútbol.

Pero ya decía Kant que la guerra es parte de la vida humana y resonó en esa década las guerras en Irán, en Kuwait, luego en Irak… hasta enredarse los conflictos en todo Medio Oriente. Así, los vanos intentos por negociar la paz entre Israel y Palestina se vinieron abajo con las muertes de sus dirigentes, en el caso de Israel, por fanáticos opuestos a la negociación.

Ahora es tiempo de recuperar la razón ante la actual absurda guerra de Rusia y Ucrania, de Israel y grupos palestinos, mientras en Taiwán crece la tensión porque China la ocupará tarde o temprano porque es parte de su territorio. Pero la respuesta de Estados Unidos contra Beijing podría ser contundente con su gran flota del Pacífico y la de sus aliados y se llevaría al carajo lo que aún queda de civilización en esta tierra que arde por obra de cada uno de nosotros y de sus dirigentes ajenos a defender la tierra como nuestro único hogar. Taiwán no merece la III Guerra Mundial. Nessun dorma debe resonar en los oídos del planeta, para que mañana al alba, victoriosos, vivamos de nuevo en paz.

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