El significado de la Navidad

Jorge Mario Rodríguez

diciembre 25, 2024 - Actualizado diciembre 24, 2024
Jorge Mario Rodríguez

En esta época todo se convoca para la magia de la nostalgia. Emerge, de nuevo, con colores intensos ese continente de vivencias que se invisibiliza ante el movimiento de una vida acelerada. Quizás por un momento olvidamos las mezquindades que suelen agobiar los días en los que no tenemos presente, como debiéramos, el calor del amor.

No es difícil regresar a los días felices de la infancia: la imagen de mi abuela Anita esparciendo el aroma del incienso. Luego, con mis primos esperar a que destaparan al niño Dios cuando eran las doce. Penetra a mi nariz el intenso olor del pino y las manzanillas. Aun puedo escuchar la forma en que mi tío arreglaba el nacimiento. Hay un resplandor en esas escenas.

Deleitaba con ese vientecillo frío de diciembre. El olor de la leña transporta a esa infancia en la que fuimos felices. Añoramos que este sentimiento, ya con diferentes registros sensoriales, siga presente en los niños de ahora. Recuerdo un poco menos mi juventud alocada y las memorias dolorosas de una época de desorden. Pero todo se acomoda en el sentido de la existencia.

Para comprender el significado de la Navidad se debe tomar en cuenta que el ser humano tiene una irreducible dimensión espiritual. El ámbito espiritual sitúa al humano en la aspiración a vivir una vida con sentido: se busca una respuesta que, dando sentido a las preguntas que plantea la existencia humana, permite articular la vida concreta en un movimiento que lleva en una dirección. Las experiencias que resuenan dentro de nosotros son aquellas que aportan al sentido de la unidad de la vida.

:a Navidad no puede reducirse al consumismo: ella apunta, por su propia naturaleza, a lo que le da sentido a la vida humana. Y el sentido que manifiesta esta fecha es el amor. El nacimiento de un pequeño es un tiempo de esperanza amorosa. Este sentimiento no está atado a un dogma religioso, es un movimiento del espíritu humano.

La Navidad es para los que han dejado la edad de oro un tiempo de nostalgia. El recuerdo del regazo de la abuela, el olor de las antiguas cocinas, el olor del incienso y el rumor de las oraciones crea un escenario que conecta a los rostros de los que no están con nosotros. Pero se presiente que hay algo más.

La nostalgia, el recuerdo de lo que ha perdido para siempre, es una experiencia que nos abre al mundo. Pero nos abre con un sentimiento de corazón abierto. Tal vez haya un doloroso recuerdo, pero entonces se hace posible hacer paces con el pasado. Por esta razón, la Navidad no es una fiesta para idiotizarse, sino una para disfrutar con los nuestros.

La Navidad es también una época para encontrarse con nuestro verdadero ser. El ambiente se presta para plantearse las preguntas fundamentales de la existencia humana. Este un movimiento del alma, que, aunque no dice nada del mundo como es, como lo dijera en una bella conferencia el telúrico Ludwig Wittgenstein, es digna del mayor respeto. Este pensador reflexionaba sobre el valor de un área de la experiencia que ni siquiera se puede expresar en el lenguaje. Pensaba que esta era la parte más importante de lo que se vive del mundo

No en balde, fue san Francisco, el santo del gozo, quien creó la tradición del Nacimiento. Estas experiencias se aglutinan en nuestra memoria y los recuerdos de los ausentes se acercan a nuestra memoria. Sabemos entonces que un día seremos recordados y quizás añorados. La religión, en el sentido de re-ligarse, habla del misterio de la vida. En la navidad no se puede nada más que ser humilde para poder captar ese sentimiento de que quizás hay algo más allá.

Pero también se presenta la esperanza. Un símbolo de la esperanza es la venida de un nuevo niño. Alguna vez asistí a una conferencia en donde pude notar que muchos pandilleros querían un nuevo comienzo cuando se convertían en padres. Creo que la experiencia del nacimiento, aun en un pesebre, refleja una esperanza en un mundo el que la justicia pudiera reinar. Walter Benjami decía que todos venimos al mundo con un pequeño poder de cambiar el mundo

En medio de tantos sentimientos, deseo a quienes leen este texto las más dulces fiestas de año. En este momento podemos valorar la dulzura del alma, una sensación que debería estar presente más día en nuestros corazones. Pero ese sentimiento debemos convertirlo en una fuerza de cambio social. Por eso, vivamos una constante Navidad.

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