La parálisis de la integración centroamericana es obvia en la actualidad ya que sólo operan razonablemente bien sus entes técnicos, pero no los políticos, como el Sistema de Integración Centroamericano ( SICA) y el Parlamento Centroamericano (Parlacen), que se consideran ya obsoletos. Sería deseable que nuestra Cancillería ponga los puntos sobre la íes para definirlos o suprimirlos, a la luz de los grandes cambios geoestratégicos que se están desarrollando en el mundo para nuestro asombro: sí, el mundo ha cambiado en 180 grados mientras los estados centroamericanos se miran al ombligo con la sonrisa de satisfacción y sin desear que se opere un cambio para todo siga igual porque es lo más cómodo.
Hay que buscar los orígenes de raíz para entender que el Parlacen fue creado como un ente que se instrumentó para democratizar Nicaragua sandinista a fin de atemperar el deseo de la Casa Blanca en los años ochenta de acabar con su gobierno con una guerra generalizada a lo largo del istmo, debido a su hermandad con Cuba y el bloque soviético en plena Guerra Fría. Managua aceptó dar elecciones conforme lo pidió el Grupo de Contadora y los presidentes del istmo, para elegir a sus delegados al Parlacen y, de paso, abrió las puerta a las elecciones libres. Al punto que llegó doña Violeta Chamorro a la presidencia y los Ortega se fueron a sus casas, mientras se gestaban los procesos de paz en El Salvador y Guatemala, según los Acuerdos de Esquipulas II.
A todo esto y de manera paralela al Parlacen, luego en los años noventa se creó el SICA como una forma de darle al Mercado Común Centroamericano y sus entidades técnicas una cobertura política para mejorar el desarrollo social, ambiental y las relaciones internacionales del istmo para reconstruir Centroamérica, luego de la debacle que produjeron en las sociedades las guerras internas en Nicaragua, El Salvador y Nicaragua, y los ataques de los “contra” con Nicaragua desde Honduras y Costa Rica, financiados por Estados Unidos y la CIA, cuyos espías jugaron a permitir a los narcotraficantes colombianos usar el “territorio contra” a cambio de plata para financiar sus operaciones pues el Congreso estadounidense lo había desautorizado. Su objetivo era mejorar la integración del istmo y constituirse en una región de paz, democracia, desarrollo, incluso de los Derechos Humanos. No obstante, consta que las diferencias reales entre los estados se fueron ampliando y la discordias también.
Es más, los compromisos allí estipulados en los acuerdos de paz, sobre todo en El Salvador y Guatemala, no se desarrollaron y, luego de unos acuerdos comerciales exitosos con distintos países y los Estados Unidos de mutuo beneficio, el SICA y el Parlacen perdieron funcionalidad en medio de reyertas y diferencias fronterizas entre los estados, y el horizonte común se perdió. Así, quedaron ambos entes “vegetando” sin poder operativizar acciones comunes de desarrollo, con burocracias de escritorio y diputados sin función, convirtiéndose en un nido de políticos corruptos o oportunistas en lo relativo al Parlacen, con autoridades del SICA de escritorio y los brazos cruzados.
Es claro que ambos no han cumplido los propósitos para el que fueron creados, por lo que ha llegado el momento que la cancillería guatemalteca y las demás del istmo deberían ponerle un alto y definir su final o reducción al mínimo de una vez por todas, siempre y cuando haya voluntad política para dar un golpe de timón en tiempos que hay grandes cambios en el mundo.
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