En el complejo entramado político de Guatemala, el gobierno del presidente Bernardo Arévalo enfrenta un desafío monumental: desmantelar un sistema político-económico-social que ha sido meticulosamente perfeccionado por una minoría que se aferra al poder, a través de la cooptación del Estado. Este modelo ha permitido históricamente a unos pocos controlar los tres poderes del Estado. Hoy, el Congreso y el Sistema Judicial –especialmente el Ministerio Público–, presentan una barrera casi insuperable para un partido como Semilla, que ha llegado al poder con la promesa de rescatar a la nación del yugo de la corrupción. Al menos esa fue la consigna de campaña: “Una lucha frontal en contra de la corrupción y la impunidad”.
Desde el inicio de su mandato, Arévalo y su partido se han encontrado en una lucha constante. No es un secreto que el Ministerio Público se ha convertido en el principal adversario, librando una guerra abierta contra Semilla con el objetivo de socavar su legitimidad y, eventualmente, destituir al presidente antes de que este pueda nombrar al próximo fiscal general. La situación es tensa y el ambiente político, hostil. Las Cortes, lejos de ser un baluarte de justicia, parecen estar alineadas con los intereses de aquellos que desean mantener el statu quo.
Sin embargo, a pesar de las adversidades, se perciben signos de esperanza en la reciente capacidad de negociación de Semilla en el Congreso. Con los últimos logros de estos en el hemiciclo, la posibilidad de reformar la Ley del Ministerio Público y otorgar al presidente el poder de remover al fiscal general comienza a tomar forma y se vislumbra como una posibilidad, lo que podría cambiar el rumbo de esta lucha. Pero en un contexto donde el poder del Ministerio Público ha sido exacerbado por quienes temen el cambio, cada avance se siente como un paso en un campo minado.
La realidad es que el camino hacia la transformación del país está plagado de incertidumbres. Las negociaciones que se avecinan definirán no solo el futuro del gobierno de Arévalo, sino también el destino de Guatemala como nación. La pregunta que nos hacemos es: ¿podrá el presidente navegar en este mar de adversidades sin sacrificar sus ideales? La historia nos enseña que, a menudo, quienes luchan por el cambio deben adaptarse a las reglas del juego impuestas por aquellos que buscan mantener el control. Llegará el momento en el que se requerirá que el presidente somate la mesa. El juego de ajedrez ya no aguanta y, si no actúa pronto, el “rey” terminará tendido en el tablero.
La situación es crítica. El poder desmedido del Ministerio Público se ha convertido en una amenaza palpable, no solo para Semilla sino para todo un sistema que debería servir al pueblo. Aquellos que han permitido que este monstruo de mil cabezas crezca, ahora empiezan a sentir el aliento de su propia creación en la nuca. El miedo a las repercusiones de un Sistema Judicial cooptado debería ser suficiente para hacer reflexionar a los poderosos: el futuro que han construido los puede devorar a ellos mismos. Solo hay que repasar la historia para saber que este es un desenlace inevitable. Al momento de rodar cabezas, empezaremos a ver a los prescindibles, quienes, usualmente son los de avanzada.
Hoy más que nunca, la tenacidad del gobierno de Arévalo será puesta a prueba. La estabilidad del país depende en gran parte de su habilidad para repeler los embates de sus detractores, de su capacidad para mantenerse solvente y no ceder ante el embriago del poder. Por ahora, aún se marcan las diferencias con sus colegas, aunque con el pasar de los días las similitudes florecen. Sin embargo, el presidente debe de ser consciente de que su cabeza es el trofeo que buscan quienes anhelan devolver a Guatemala a la oscuridad de la corrupción y el clientelismo. Los jóvenes políticos ya aprendieron a bailar al son de sus contrincantes; no obstante, quien paga la marimba es el Sr. Presidente y por tanto el ritmo debiese ser impuesto por él. ¡Vamos a ver qué canción escoje y cómo la baila!
La gran apuesta en este momento es si el gobierno desafiará a las mafias que acechan desde las sombras y que, a pesar de todo, están cada vez más expuestas. La incertidumbre sobre un Ministerio Público al servicio del mejor postor y un Sistema Judicial a la deriva es un peligro que todos corremos. A menos que el gobierno del presidente Bernardo Arévalo actúe contundentemente y cambie el rumbo que lleva Guatemala, estaremos condenados a vivir en un país en el que las instituciones continúan capturadas por las mafias, en detrimento de los ciudadanos honestos y trabajadores que anhelamos un mejor futuro. Nuestro destino está en juego. ¿Quién ganará la batalla?
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