En los diferentes rincones de nuestro país se escucha un murmullo constante de sueños aplazados y esperanzas postergadas. Jóvenes con miradas que alguna vez brillaron de ilusión, y que ahora muestran rastros de la desesperanza y de la desilusión. La falta de oportunidades es una sombra que se cierne sobre nuestro futuro, alimentando sentimientos de frustración y desencanto.
La juventud, esa etapa vibrante llena de promesas y sinfín de posibilidades, se ve constantemente acorralada por la falta de empleo, educación de calidad y espacios de participación real. Los jóvenes con una conciencia realista y sin filtros, vemos cómo nuestros objetivos se convierten en un espejismo inalcanzable, mientras el sistema nos cierra puertas y ofrece pocas alternativas viables para prosperar en nuestro propio país.
El desahogo de esta desesperanza no es un acto de rendición, sino un grito colectivo que demanda cambios estructurales y creación de oportunidades. No podemos seguir ignorando los sentires y expresiones de quienes se sienten marginados y olvidados. La ausencia de oportunidades no solo afecta el presente de nosotros como jóvenes, sino que enreda el futuro de toda la nación.
Cada joven que se ve forzado a migrar en busca de un mejor futuro, cada talento desperdiciado por falta de recursos y oportunidades, y cada voz silenciada por la desesperanza de un futuro incierto, son pérdidas irreparables que en definitiva se deben de escuchar. Es necesario que los tomadores de decisiones, las instituciones y la sociedad en su conjunto asuman la responsabilidad que le corresponde a cada uno, con el fin de construir un presente y futuro donde los jóvenes podamos crecer, desarrollarnos y alcanzar nuestros objetivos.
La resiliencia y la capacidad de soñar de nosotros los jóvenes es admirable, pero no debemos seguir cargando solos con el peso de un sistema que nos da la espalda. Es hora de exigir herramientas, espacios y recursos que nos permitan transformar nuestros sueños en realidades tangibles.
La construcción de un futuro más inclusivo y equitativo es un camino cuesta arriba, pero que sin duda es necesario. Políticas públicas enfocadas en el verdadero desarrollo integral de la juventud, donde la educación, el empleo digno y la participación activa en la vida política y social del país sean prioridad.
Es hora de dejar de lado la indiferencia y tomar medidas concretas. Invertir en la juventud es invertir en el futuro y no solo depende de uno, es tarea de todas y todos. Queremos que se escuchen nuestras voces, que se apoyen nuestras metas y sueños, donde esos sueños se conviertan en realidades y la desesperanza deje de invadir nuestros talentos.
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