Derechos laborales, ¿una ficción?

Helmer Velásquez

julio 25, 2024 - Actualizado julio 24, 2024
Helmer Velásquez

Nuestra historia no es el mejor ejemplo de Estado que promueve y cumple con los derechos de las personas. Todo lo contrario, siempre hemos estado en lugares de privilegio en tanto país violador de derechos humanos. Así, en este territorio el derecho mismo a la vida está en vilo y la lista es larga: seguridad alimentaria, educación, salud, vivienda y trabajo, para mencionar lo obvio, estos derechos son reiteradamente conculcados y aparecen de forma reiterada en diversidad de reportes nacionales o internacionales, y no es que nos guste vivir así o como dicen algunos del COCODE de la Cañada, “se trata de infundios que propalan los que hablan mal de Guatemala”. Difícil no citar aquellas desventuras consignadas -incluso- en informes mundiales de Naciones Unidas, ONG internacionales o empresas dedicadas a medir indicadores de bienestar e inversión.

Dentro de los derechos conculcados por los siglos de los siglos, aparecen los derechos laborales, hemos vivido y vivimos, ahora con variantes, esclavitud, servidumbre, trabajo forzado, esclavitud moderna y trabajo infantil. No es argumento eso de afirmar “por lo menos tienen empleo, hay miles que desearían su lugar”, argumento falaz, para justificar la desvergüenza. Así que, iniciando por allí, el país no genera empleo, veinte mil nuevos empleos al año, resultan irrelevantes, frente a los doscientos mil jóvenes que acceden al mercado laboral cada año. El otro punto de comparación de quienes pretenden justificar nuestra desgracia, son los trabajadores hombres y mujeres de la economía popular, trabajan 12 horas diarias, sin prestaciones de ningún tipo, bajo sol, agua, humo de vehículo. Certísimo su situación es precaria. Hay que trabajar para mejorarla y no solamente para gravarles con impuestos, como se ha pretendido. Lo cierto es que la comparación no justifica el incumplimiento de los derechos laborales.

La tendencia parece ser a agudizar la desgracia del trabajador. La desregulación laboral avanza, Ahora tenemos trabajo a tiempo parcial, pese a la oposición de los trabajadores organizados, salario diferenciado en detrimento de los trabajadores que ejercen fuera del departamento de Guatemala, salario a destajo en lugar de salario mínimo, simulación de contrato: transformando la relación laboral en contratos de orden civil, y una serie de subterfugios para no pagar prestaciones laborales. En realidad, derechos sociales mínimos como afirma la legislación guatemalteca. Estamos frente a un desafío de enormes proporciones, en él que nos hemos acostumbrado a vivir y consideramos natural. Incluso las autoridades, se dedican a administrar la tragedia. Ciertamente es al Ministerio de Trabajo y a los Juzgados del ramo, a quienes corresponde velar por la vigencia de los derechos laborales, insuficiente, absolutamente insuficiente, el problema es tan grande y abarca multiplicidad de sectores, que demanda del empresariado, no para pedirles un acto de contrición ese no lo tendrán. Nunca lo han tenido. Es solamente un paso a la modernidad. Y emplazarles cumplimiento. El mercado internacional, tiene requerimientos en esa dirección, pero aún son sorteados sin cumplirse, por parte de grandes empresas. La organización sindical y la negociación colectiva son parte de la solución, no solamente implica la veeduría directa de los trabajadores sobre sus derechos. Fundamentalmente implica superar los derechos que aparecen en nuestro viejo Código de Trabajo. La modernidad implica no solamente tecnología, conexión con el mundo, o colgarnos del último tren con venta de materia prima y mano de obra barata. No. La empresa moderna implica negociación y acuerdo con trabajadores y productividad basada en beneficios sociales.

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