El problema con los virus cognitivos, las creencias y las sugestiones que han impregnado nuestra mente en los estados de baja atención crítica, o sea, en los estados de alta vulnerabilidad emocional, radica en que dichos virus nos atrapan y nos fijan de inmediato en una modalidad de conciencia que nos empuja a ver sólo lo que creemos, o sea, a confundir de manera brutal lo que imaginamos o tememos con lo que “en realidad” está sucediendo en el mundo “objetivo” (pongo entre comillas esas dos nociones, porque su definición no es tan unívoca como uno quisiera), modalidad de conciencia que hoy las ciencias psicológicas no dudan en calificar de “estado alterado de conciencia” o estado hipnótico.
En otras palabras, si nuestra razón crítica nos ha enseñado a percibir y evaluar principalmente aquello que es comprobable mediante los sentidos y el análisis, el estado hipnótico, al estar infestado de premisas y deformaciones lógicas de corta y larga duración, literalmente alucina lo que cree o supone, es decir, percibe únicamente aquello que absorbe su atención y que le parece consistente, ya que es conocido que el denominado “inconsciente” no hace diferencia alguna entre lo que imagina y lo real. De modo que de los dos estados de conciencia que los científicos han clasificado como constitutivos del ser humano, a saber, el estado de vigilia y el del sueño, aunque ambos comportan distintos sub-estados, el de vigilia es el que más prevalencia tiene de estados hipnóticos que van desde la espontánea e ingenua idiotez, hasta la imbecilidad más voluntaria, cruel y pertinaz.
¿A qué viene esta disquisición que he desarrollado desde hace tres semanas sobre virus mentales e hipnosis? (Al que le interese, lo remito a los artículos: “Estamos hipno-idiotizados” y “Los virus de la razón”, artículos anteriores publicados en el periódico virtual ePinvestiga.com, de Guatemala). Pues viene al caso, porque tanto en mi práctica terapéutica, pero sobre todo como ciudadano confrontado a las vertiginosas noticias y acontecimientos que anuncian un mundo altamente peligroso e imprevisible, constato que estamos cada vez más cerca de estrangular las esperanzas y anhelos de nuestros hijos y nietos, simplemente porque gran parte de los habitantes del planeta contribuimos, por activa y por pasiva, a que la humanidad desaparezca trágicamente antes de que San Pedro baje el dedo, como decían los abuelos.
Por activa y por pasiva, sí señor. Porque en lo que concierne a los dos peligros mayores que afronta el mundo en estos momentos, la situación inhumana y criminal en el Medio Oriente y la guerra estúpida y malintencionada de la OTAN contra Rusia por intermedio de Ucrania, cualquiera que no esté hipnotizado por la sarta de idioteces, suposiciones, cegueras, sorderas y malinterpretaciones que anidan en la cabeza de la mayoría de dirigentes políticos europeos, así como en las mentes de los incautos ciudadanos, cualquiera puede constatar el estado de conciencia perverso y carente de sensatez y de humanismo que manifiestan los líderes, países e instituciones del llamado “mundo occidental” al apoyar sin el más mínimo rubor los designios bélicos de la potencia más violenta y despiadada que ha conocido la humanidad, potencia económica y militar que predica la democracia y el respeto de la soberanía de los pueblos, pero sin practicarla, que dice defender la sana competencia y el entendimiento entre intereses distintos, pero sin permitirlos, que habla de libertades y oportunidades para todos, pero bajo la divisa “sálvese quien pueda“.
Siempre se aconseja ser prudente y respetuoso con las personas que no piensan como uno. Pero cuando se descubre en las discusiones personales, así como a través de la radio y la televisión la facilidad con la que tantos “periodistas” se creen expertos y vierten teorías sin argumentos sólidos y sin conocer los datos precisos, el contexto y la historia del tema del cual se habla, cuando juzgan con ideas simplistas, reductoras, unilaterales, prejuiciosas, dogmáticas, maniqueas, estereotipadas, emitiendo acusaciones contra personas y países, justificando incluso actos de venganza sin ningún intento de escuchar y de ponerse dentro los zapatos del que piensa diferente, entonces uno va perdiendo la fe en los seres humanos y vas entristeciéndote cada vez más, mientras te entran ganas de salir corriendo lo más lejos posible y de no volver nunca, pero nunca jamás.
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