El pasado 9 de agosto se conmemoro el Día Internacional de los Pueblos Indígenas. En Guatemala, se realizaron diversas actividades para visibilizar a los pueblos originarios que por siglos hemos sido marginados y subestimados. Contrario a la creencia popular, los pueblos no habitan únicamente zonas montañosas o remotas. Hoy en día, nos encontramos tanto en áreas rurales como urbanas.
Es importante reconocer que Guatemala es un país multicultural y que los pueblos indígenas somos parte fundamental de esa diversidad. Si bien los esfuerzos gubernamentales para incluirnos son significativos, las conmemoraciones no deben limitarse a actos protocolarios. Izar la bandera es un gesto simbólico, pero no basta para generar cambios reales ni atender las demandas de nuestras comunidades. Las celebraciones suelen ser entusiastas, pero la experiencia nos ha enseñado que los políticos a menudo olvidan sus promesas una vez que asumen el poder, es necesario trabajar en soluciones duraderas que garanticen el respeto a nuestros derechos y la preservación de nuestra cultura, conociendo a los políticos de nuestro país en el siguiente gobierno muy probablemente ni se acordarán de los pueblos originarios.
La herencia de los pueblos originarios en la actualidad se ha visto marcada por una compleja serie de desafíos, entre los que destacan la discriminación, la exclusión social, la explotación económica y en fechas recientes, la criminalización. Si bien nuestros ancestros poseían sistemas de vida sostenibles y conocimientos ancestrales que les permitían subsistir, las dinámicas históricas de colonización y las políticas estatales han generado profundas desigualdades y marginación. La falta de reconocimiento de nuestros derechos, la persistencia de estereotipos negativos y la ausencia de políticas públicas interculturales han perpetuado estas condiciones, limitando nuestras oportunidades y perpetuando un ciclo de despojo y violencia.
Los pueblos originarios demandamos el ejercicio pleno de nuestros derechos y el respeto a nuestra dignidad. La conmemoración de fechas especiales, si bien es un gesto simbólico, no es suficiente para abordar las profundas desigualdades y exclusiones que enfrentamos. La condescendencia chapina posee la tendencia de romantizar o exotizar nuestras culturas, reduciéndonos a objetos de estudio, perpetuando una relación de poder asimétrica que limita nuestras posibilidades de desarrollo. Los pueblos indígenas somos sujetos políticos con capacidad para autodeterminarnos, gestionar nuestros territorios y recursos, así como para participar en la construcción de un futuro más justo y equitativo, no queremos días conmemorativos, queremos vivir con dignidad.
Los pueblos mayas, garífuna y xinca constituyen una parte significativa de la población guatemalteca y han sido históricamente los principales defensores de los derechos humanos en el país. Es fundamental superar la tendencia a instrumentalizar nuestras culturas para fines políticos o mediáticos. En lugar de gestos simbólicos, exigimos políticas públicas concretas que garanticen el pleno ejercicio de nuestros derechos, incluyendo el derecho a la identidad, a la tierra, a los recursos naturales y a una vida digna. Ante el contexto nacional e internacional, es imperativo reconocer que los pueblos originarios somos sujetos de derecho con una cosmovisión propia y una rica diversidad cultural.
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