Los primeros pasos son fundamentales para poder aprender a caminar firme sobre cualquier ruta y hacia cualquier objetivo. Ya sean los primeros meses de vida de un bebé, el primer semestre de universidad o los primeros seis meses de un gobierno, en cada una de ellas debe haber consistencia desde el inicio para poder cimentar la fortaleza con la que se pretende ir alcanzando metas, objetivos y crecimiento.
En lo que al inicio de una nueva administración política se refiere, el cambio suele ser la típica promesa del gobierno que entra, mientras que la nula voluntad política la característica más fuerte del que sale, al menos para el caso guatemalteco. Pero en este nuevo escenario político en que por fin vemos a la primavera acercarse luego de asfixiantes veranos y deprimentes inviernos, surge la interrogante de si debe persistir la esperanza de ver que la situación del país va a mejorar o si por el contrario nos seguiremos hundiendo en la espiral de corrupción, impunidad y mediocridad dado que se siguen presentando patrones en donde los problemas los resolviendo metiéndonos en mas problemas y no se alcanza una solución sustentable en el tiempo.
Es cierto que previo a entrar a gobernar por lo regular no suele haber una noción clara de lo que van a encontrar en las instituciones ni en las arcas, aún si se realizó una extensiva labor de auditoria social, pero eso no justifica el entrar a gobernar a base “chapuces” y/o acciones que comprometen recursos del hoy, sin garantizar frutos para el dia de mañana.
Ya pasó el primer mes, los primeros 100 días y estamos próximos a cumplir los primeros 6 meses, y la verdad es que las sensaciones son un tanto mixtas con respecto a la alta expectativa que teníamos de este nuevo equipo de gobierno, quienes prometían entrar a ser disruptivos con el sistema político tradicional, pero que actualmente se encuentran tapando con los dedos las múltiples goteras dejadas por múltiples gobiernos que solo se dedicaron a robar, usurpar, y destruir.
No es posible que la permisividad y pasividad al sentarse a negociar con mercenarios de la democracia a la fecha sostenga condiciones de vida muy malas en el país, con una canasta básica cada vez más cara a pesar de miseros incrementos en los salarios, con una infraestructura energética que beneficia a todos menos a la población, y dosis diarias de crímenes que desintegran familias integrantes por integrante.
Perdón si la población los idealizó, pero el hartazgo a la vieja política era absoluto y sus promesas muy buenas. Se ve con buenos ojos el que la administración disponga de más recursos para poder hacer más, no cabe duda de que riqueza abunda en Guatemala, aun si está concentrada en las élites.
El problema radica en pensar que con bolsas de víveres y subsidios momentáneos se puede salvar la situación. No importa si las bolsas eran egoístas, solidarias, verdes, azules o anaranjadas, es más que evidente que no han solucionado los altos niveles de desnutrición, pobreza y desigualdad económica. Una reparación permanente a la situación seria una mejor regulación de las industrias extractivas, energéticas y agrícolas.
En esta estructura dañada que llamamos país, es mucho más redituable reparar proveyendo una caña de pescar y enseñar a usarla a una persona para que sea autosustentable el resto de su vida, que vivirle regalando pescado, provocando que el dia que no se le regale pase hambre y perezca. El Estado Benefactor no es un mayordomo efectivo de los recursos, solo mantiene una apariencia que el dia que es impactada por un viento fuerte revela todas sus carencias.
No entendemos por qué los precios no son acordes ni al mercado internacional ni a los ingresos; pero si entendemos muy claro que la violencia y corrupción son parte de esa estructura y gente que se han aferrado al aparato del Estado como alimañas, también entendemos que no pueden arreglar al país de la noche a la mañana, pero siendo el pueblo su empleador y quien paga sus salarios, sería bueno empezar a ver resultados pronto, y mejor si son del tipo de resultado que perdura en el tiempo, no como chapuz que se lo lleva la tormenta.
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