Bloqueos  y Hundimientos: El Costo del Descuido

Hugo Maul R.     julio 1, 2024

Última actualización: junio 30, 2024 4:56 pm
Hugo Maul R.

En las últimas semanas se ha dicho mucho de los bloqueos y sus efectos sobre la economía y la sociedad. Sin embargo, hay otro problema, menos espectacular pero igualmente dañino, que afecta la vida de todos: el mal estado de la infraestructura vial. Las consecuencias del inadecuado mantenimiento de cualquier tipo de activo, sea que se trate de los frenos de un automóvil, el sistema de drenajes en una casa, el elevador en un edificio o una carretera, se sufren más cuando más se necesita del funcionamiento adecuado del mismo. No en balde reza el dicho que “más vale prevenir que lamentar”. En materia de infraestructura vial, el inadecuado mantenimiento aumenta la siniestralidad, la frecuencia con la que ocurren sucesos que producen daños o pérdidas materiales y humanas; aumenta los costos de operación del parque vehicular, que redundan en mayores costos de movimiento de personas y mercancías; provoca el deterioro en la calidad de vida de todos los usuarios, especialmente de pilotos y ayudantes que pasan el día entero transitando las carreteras; genera retrasos, contratiempos y molestias que afectan la eficiencia y confiabilidad de las cadenas logísticas; reduce la posibilidad de crecimiento de muchos negocios y la rentabilidad de inversiones que dependen del buen estado de la infraestructura.

No obstante, retirar la basura en la cinta asfáltica o destapar alcantarillas y drenajes de una carretera, desbrozar y cortar la vegetación a las orillas, pintar las líneas y demás marcas viales, bachear, sellar grietas y fisuras no resultan actividades atractivas para ningún político o funcionario interesados en el impacto mediático de sus decisiones; ensuciarse la ropa o mancharse las manos en actividades de mantenimiento preventivo rutinario no solo carece de impacto mediático, sino representa el eslabón menos apetecido en la cadena trófica de la construcción y mantenimiento de infraestructura, donde las oportunidades de ganancias ilícitas son significativamente menores comparadas con los proyectos de construcción de nueva infraestructura o mantenimiento mayor.

De esa cuenta, en el escenario de la gran política nacional, la construcción de nueva infraestructura acapara todas las miradas. Los proyectos de construcción de nueva infraestructura son glamorosos, irresistibles y simbolizan los más altos anhelos de la modernidad: progreso, desarrollo y crecimiento. Así como también simbolizan la máxima expresión de corrupción para la mayoría de la población. Hundimientos y bloqueos, aunque diferentes en su naturaleza, comparten una raíz común: la negligencia, la ambición corrupta y la falta de visión a largo plazo por parte de las autoridades. Los bloqueos, al igual el deterioro de las carreteras, son reflejos de un sistema que prioriza el lucro y la visibilidad política inmediata sobre el bienestar y el desarrollo sostenido.

En lugar de centrar todos los esfuerzos en la construcción de nueva infraestructura, que muchas veces se convierte en un símbolo de progreso superficial y una oportunidad para ganancias ilícitas, es crucial valorar adecuadamente la importancia de el adecuado mantenimiento y mejora de la infraestructura existente. Esta estrategia no solo disminuirá la siniestralidad y los costos operativos, sino que también fortalecerá las cadenas logísticas y la calidad de vida de los usuarios, creando un entorno más seguro y eficiente para todos. La verdadera modernidad y progreso se logran a través de una gestión responsable y continua de los recursos, asegurando que nuestras infraestructuras puedan soportar el paso del tiempo y los desafíos futuros sin recurrir a medidas paliativas o espectaculares.

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