Tras el bochornoso espectáculo que está dando un Presidente de los EEUU que intenta desmantelar más de tres cuartos de siglo de política exterior bi-partisana orientada a apoyar a los regímenes democráticos (por imperfectos que sean) y oponerse a los desmanes, solapados o abiertos, de los regímenes despóticos, los demócratas del mundo empiezan a despertar de su estupor y pasmoso negacionismo; aunque al mismo tiempo, dos grupos muy disímiles, “aquí y allá”, aplaudan el comportamiento díscolo de ese peculiar aspirante a dudoso monarca…
Es de esperar que los infaltables aduladores del “hombre fuerte” de turno, vociferen los mismos argumentos que generaciones atrás se esgrimieron para justificar regímenes como los de Leonidas Trujillo, en Dominicana, Jorge Ubico, en Guatemala, o Tacho Somoza, en Nicaragua. O el de Mussolini en Italia y sí, hasta el de Hitler en la Alemania de los 1930’s. Ese tipo de personajes que “en defensa de su máximo líder” y “por el bien de la causa” pretenden “tapar el sol con un dedo”, encuentran y encontrarán siempre toda suerte de excusas y le encontrarán alambicadas explicaciones al comportamiento dantescamente abusivo, colonial y primitivo, de un gobernante que como el actual ocupante de la Casa Blanca, tras extorsionar como un moderno don Corleone a un país en peligro de muerte, intenta doblegarlo públicamente. ¡Le exige la leonina entrega de sus recursos minerales so pena de negarle las municiones con las que acualmente se defiende de sus atacantes! En una siguiente frase encuentra ocasión, también, para negar infantilmente que los aranceles que pretende imponerle a los que considera hoy sus rivales económicos (aunque hasta ayer, leales aliados) los terminarán pagando sus propios consumidores; que miente reiteradamente al decir que los EEUU han invertido “más que Europa” en la defensa de Ucrania, exagerando sus cifras a más del doble y dándole a las contribuciones europeas un falso carácter de deuda exigible; que quiere desmantelar viejas instituciones republicanas sin respetar a su propio Organismo Legislativo, con talante francamente vengativo y como argucia legal en contra de sus enemigos políticos internos; que considera que sus principales aliados “se han aprovechado” de su Nación si exhiben balanzas comerciales positivas, aunque eso haya sido parte del diseño implícito del régimen de Bretton Woods, creado por los EEUU hace ocho décadas y en el que el déficit comercial norteamericano posiciona al dólar como “moneda de reserva” indiscutible en todo el mundo; que amenaza hacerse con Groenlandia, Canadá y el Canal de Panamá por las buenas o por las malas; y que para rematar, cambia de bando a media guerra y “se pasa del lado” del tradicional némesis de su país, insultando frente a las cámaras a un invitado a su casa que resulta ser Presidente de un país pequeño que lucha heroicamente por su propia existencia, tras ser invadido violentamente por órdenes del déspota del enorme país vecino…
Lo que era menos predecible es que también aplaudiera, al unísono con los fascistas de derecha, una izquierda nostálgica de las supuestas glorias de la antigua Unión Soviética; pero ahí estamos. Es esa izquierda tozuda y trasnochada, que contra toda la evidencia histórica acumulada, aquí aún encuentra imposible condenar a los oprobiosos regímenes actuales de Cuba, Venezuela o Nicaragua. Y fue en esa “fuente” -¡oh paradoja!- que el pensamiento trompista llegó a abrevar sus “justificaciones teóricas” para traicionar la tradicional postura occidental de defensa de las democracias. Un puñado de académicos que no se cansan de oírse a si mismos ha venido insistiendo en que “la culpa de la guerra” es de Ucrania y de Occidente “por querer expandir la OTAN hasta la frontera de Rusia”. Que el asunto lo precipitó “el golpe de Estado orquestado por la CIA” en Kiev, cuando el pueblo se rebeló contra un presidente títere de Putin, durante el “Euromaidán”; por no querer éste incorporar a su país a la Comunidad Económica europea, como sí lo quería la mayoría del país. La realidad socio-política no es que la OTAN se expandió hacia el Este, sino que esos pueblos anteriormente sojuzgados, quieren expandirse al oeste, para vivir -cómoda y burguesamente- como viven los europeos. Sigue el cuento con que de ahí en adelante, Putin “no tuvo más remedio” que invadir primero Crimea (2014) y luego “apoyar” a los separatistas del Dombás (a partir del 2015), para terminar con el intento de avasallar a Kiev con sus tanques en el 2022. No dicen nada estos académicos acerca de la gestación de una creciente mayoría en las antiguas plazas satélites de la URSS, que siguiendo el ejemplo de Alemania Oriental y Polonia -entre otros- decidió que prefiere vivir “a la europea” (con las delicias y las incertidumbres de las repúblicas capitalistas democráticas) en vez de vivir como vivían -y aún viven– sus antiguos socios forzados: bajo la bota de sus autócratas. No me cabe duda de que la CIA apoyó -como pudo- al movimiento del Euromaidán; como lo hizo en Guatemala, también, cuando el pueblo se levantó -en el 2015- contra el gobierno ladrón de Pérez Molina. Eso no le quita legitimidad ni al Euromaidán ni al movimiento contra la corrupción de Guatemala del 2015; sencillamente revela que a veces, la CIA también puede actuar con sentido común. Pero los apologistas de Putin se enredan con el cuento del “equilibrio de poderes” que tuvo su origen en “la paz de Westfalia” (¡de 1648!) para justificar que Putin haya ordenado que sus tanques atravesaran la frontera ucraniana, con el bochornoso fracaso de todos conocido. Y para justificar, peor aún, el inmisericorde y criminal bombardeo de la población civil ucraniana, que se defiende como puede de su torpe y corrupto pero masivo vecino; el mismo que simultáneamente amedrenta al mundo con su poderío nuclear.
El presidente de Francia y el Primer Ministro británico precedieron la visita del presidente ucraniano, desfilando humilde y pacientemente por el ridículo besamanos que los corifeos de Trump han organizado en la Casa Blanca. Intentaron hacer entrar en razón al norteamericano mediante la lisonja y el buen humor. Pero el nuevo aprendiz de dictador norteño es como un niño berrinchudo que se lleva su pelota cuando los demás jugadores no juegan de acuerdo a sus peculiares reglas. Pues él quiere, para acabar pronto con este molesto asunto, que Ucrania no insista en tener garantías reales de que el ruso no violará en el futuro cualquier acuerdo que firme (como ha hecho desde el 2019, tras los acuerdos de Minsk); que esté dispuesta a ceder el territorio que Rusia le ha arrebatado por la fuerza; que además le dé a los norteamericanos el 50% de sus recursos minerales presentes y futuros, “por sus molestias”; y de paso, que renuncie a la Presidencia “por haberle faltado el respeto” a Mr. Trump… ¡El supuesto maestro de la negociación, cediendo a todas las demandas de su interlocutor ruso antes de empezar siquiera a negociar! Dicen algunos que lo que en realidad anda buscando, es que le den “el Premio Nóbel de la Paz”, para no ser “menos que Obama”… Así que ahora los europeos se enfrentan a la posibilidad de tener que asistir a Ucrania para garantizar una auténtica paz duradera, sin el tradicional apoyo del Tío Sam. No es que sea imposible: sólo Francia e Inglaterra tienen una población equivalente a la rusa y órdenes de magnitud más en capacidad económica e industrial. Si a eso añadimos a una siempre potencialmente temible Alemania, a los justamente alarmados países bálticos y escandinavos y a la ya escarmentada con los rusos Polonia, “el oso ruso” ya no luce tan poderoso. Le queda, por supuesto, su cada vez más desgastada “carta nuclear”. La del suicidio colectivo, que incluye a los rusos, la pesadilla del mundo…
Francia sabe que ya una vez los rusos, bajo las órdenes del zar Alejandro I y en coalición con otras potencia europeas, tomó París (en 1814). Y los rusos también saben que Francia, bajo las órdenes de Napoleón Bonaparte quemó Moscú en 1812, en una de las más célebres victorias pírricas de la Historia, como lo inmortalizó Tchaicovsky en su conocida Obertura. O sea que entre Moscú y París no hay obstáculos topográficos impasables y el espectro de la guerra no se desvanece fácilmente. Alemanes y rusos también se han encontrado en los campos de batalla y saben de sus poderes destructivos mutuos. Ya no digamos los británicos, que aunque nunca han sido invadidos desde que hablan inglés, han visto a las guerras europeas amenazar sus costas. Es posible, pues, concebir un escenario en el que un proceso que tiene etapas de corto, mediano y largo plazo, haga posible que 500 millones de europeos no tengan que pedirle a 300 y pico millones de norteamericanos, que los defiendan de 140 millones de rusos. De hecho, los europeos tienen el control de US$300B rusos depositados en sus bancos, por lo que “hacer pagar pecuniariamente” a Putin por su brutal agresión, es sólo cuestión de “decisión política” y está inmediatamente disponible…
El problema, sin embargo, es el cortísimo plazo. El complejo industrial-militar de los EEUU controla la logística, la inteligencia, las comunicaciones y el suministro inmediato de los pertrechos militares. Es esa realidad con la que Trump quiere hacer valer su voluntad aunque se le oponga toda Europa y Ucrania luche “hasta el último soldado”. Es por eso que los europeos aún “no han quemado sus naves”, en la expectativa de que más lisonjas y concesiones le permitan a Trump salir “en caballo blanco”, sin tomar decisiones sobre las que después no podría haber marcha atrás. Pero el Narciso que ocupa la Casa Blanca no sólo no cesa de verse en el espejo, sino que, como la confianza entre aliados, está a punto de romperlo y eso ya no tiene reparación. De hecho, el actuar díscolo del Presidente de los EEUU ya ha dejado una ominosa huella que no se borrará jamás…
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