¿Ahorcar acaparadores?: la causa de verdura cara

“La lluvia los agarró dormidos, envueltos en sus ponchos como momias. Al principio les pareció que soñaban. De tanto desear el agua la soñaban… los chuchos se entraron a los ranchos, el agua también se entró a los ranchos”. Miguel Ángel Asturias, Hombres de Maíz.

Edgar Balsells Conde

julio 10, 2024 - Actualizado julio 9, 2024
Edgar Balsells Conde

Por las redes circula  un video de Nayib Bukele, acompañado de su Gabinete de Gobierno. Muy aplaudido por cierto en las redes chapinas. El enérgico mandatario amenaza a mayoristas, minoristas, abarroteros y en general, a los que pomposamente se les llama «eslabones finales de la cadena de la oferta agrícola». Este es  un ingrediente esencial de la seguridad alimentaria del pueblo.

Estamos ante un interesante ejemplo de encadenamientos. Veámoslo rápidamente: está domiciliado, y vive  en el municipio de Almolonga, entre otros de por ahí, asediados, primero por el calor y la sequedad, y luego por aguaceros soñados. Ellos trabajan como hormigas. Algunos cientistas sociales dicen que son motivados por la teología del protestantismo y el espíritu del capitalismo. Y ello los ha llevado, con tremendo esfuerzo generacional,  al propio manejo de locales en La Tiendona. Así, se le llama en San Salvador a lo que por aquí conocemos como Mercado Central,  atrasito de la majestuosa Catedral Metropolitana de la zona 1.

En Almolonga se cultiva una diversidad de verduras, y con la participación municipal, consejos comunitarios y cooperación técnica han venido construyendo una logística de acopio y acarreo de verduras, pasando por la Terminal guatemalteca, y seguramente el CENMA, hasta llegar a La Tiendona.

Los y las jefas de hogar en ambos países andan protestando, no sólo por el precio del manojo de cilantro, sino por el del güicoy, el güisquil, las zanahorias, el tomate, las papas y demás ingredientes; los que dicho sea de paso tienen una notable ponderación en la medición de la inflación guatemalteca, a cargo del Instituto responsable de la Estadística. Pero eso es harina de otro costal que comentaremos más adelante.

Mediáticamente hablando,  en Guatemala como en El Salvador se acusa hoy de la escalada de precios a los comerciantes y actores diversos de los canales  de distribución. Pero resulta  lógico, por las simples leyes del sistema de negocios que, cuando se trata de productos que nacen de la Madre Tierra. Es decir de los suelos, con todos los avatares de  la aventura productiva, surjan innumerables riesgos. Y si no me lo cree acuda usted a banco alguno con algún su proyectito mediano agropecuario, y verá cómo los bancos le dan la patada en primera base.

Si estuviéramos en una región con modelo integrador decente y civilizado, trabajando al unísono por el desarrollo bien debiéramos preguntarle a los entes de la integración -la SIECA, el SICA-, y de pasada el IICA o el CATIE, -que dicho de paso manejan buenos billetes de cooperación internacional diversa-: ¿Cómo anda el proceso integracionista en el ámbito de lo agropecuario, y qué políticas se han diseñado y listas para la práctica? Pero no seamos tan ambiciosos, porque por esos ámbitos y conciliábulos sí que hay muy poco.

El meollo de la cuestión reside en la producción y en la situación del productor agrícola. Y es que se  compite con la sofisticada agricultura foránea, gracias a la abundancia de divisa barata y aranceles besando el suelo. El productor campesino debe acudir a los monopolios de la semilla, de los plaguicidas y de los fertilizantes. Además, en su ampliación hacia la esfera de la distribución, la depreciación de sus vehículos es altísima. Y tan sólo basta ver la aventura de un camión o pick up, saliendo del centro de acopio de Almolonga, hasta llegar a la Tiendona.  Las quejas de pago de mordidas a autoridades inescrupulosas de incontables jurisdicciones es algo en verdad surrealista.

Y no digamos en estos días el tránsito por carreteras: puente caído por San Cristóbal en Jutiapa y socavón por la carretera Palín Escuintla, buscando la otra aduana Pedro de Alvarado. En fin: sequía ayer, hoy suelos anegados y la odisea del transporte terrestre. ¿y qué decir de las denominadas pérdidas post cosecha?.

Durante el Giammateiato se inauguró, pomposamente, la diz que implementación del Seguro Agrícola. Y se habló de un apoyo al pequeño productor agropecuario. El propio Giammattei lo inauguró junto a José Ángel López, el exministro de agricultura, conocido como un humilde agricultor huehueteco y luego potentado asociado del Banrural, del que hemos hablado en nuestras columnas incontables veces. Y a propósito ¿en dónde está Banrural en toda esta crisis?.

Se habló así de brindar cobertura económica a los pequeños productores afectados cuando ocurran eventos climáticos extremos. Y todo ello es harta responsabilidad del Ministerio de Agricultura, Ganadería y Alimentación (MAGA). Entramos así en el delicado tema de la política económica, la que muy pocos entienden. Y no olvidemos también el papel importante que deben jugar los entes del ambiente y el cambio climático.

En todo esto del productor agrícola entran en juego en forma perversa en la descomposición constante de la economía campesina: los impuestos, los aranceles bajos, la competencia desigual con países más grandes, las carencias de asistencia tecnológica, y de los bienes públicos,  los monopolios de proveedores de insumos, el neoliberalismo que ha anulado la asociatividad, la ineficacia  y ánimo de lucro del propio cooperativismo. Pero más allá de todo: la indiferencia de la clase política y el despojo y expoliación de los corporativos.

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