La designación de Félix Alvarado para hacerse cargo del despacho del ministerio de comunicaciones anuncia la intención de un fuerte viraje en las maneras tradicionales que han caracterizado las gestiones en esa dependencia durante varias décadas. Así, que, si nos atenemos a la intencionalidad, los vientos de cambios se han anunciado.
Colocar a un actor de alto perfil profesional, militante del partido oficial, que goza de la total confianza presidencial; pero sin conocimiento cercano de la administración pública, con claras intenciones de rediseñar el ministerio alejado y sin los tradicionales componentes que han tomado control de esa cartera, representa la apuesta más compleja, al momento, de la actual administración.
Ahora bien, los virajes para ser realidad requieren otros componentes. Es claro que ese ministerio está repleto de infinidad de engranajes y redes de corrupción, las cuales han corroído hasta la médula. Luchar en sentido contrario requiere que el nuevo ministro se haga acompañar de un sólido equipo dispuesto, que con visión estratégica y sin improvisar, se la juegue a tope.
Ir contra la corriente de la opacidad no es cosa fácil. Pero probablemente, a la espera de los primeros movimientos, se podrían unir los empresarios que quieren caminar por las rutas de la decencia. También se podrían sumar los alcaldes que en realidad apuesten por el desarrollo de las comunidades. Quizás algunos diputados podrían sumarse al esfuerzo. Pero para que este combo tome sentido se requiere la direccionalidad que debe imprimir el nuevo ministro.
Los desafíos son muchos, pero si o si se requiere focalización. No se le puede entrar a todo, por lo que en la escogencia de los frentes posibles está el éxito o fracaso de la gestión que recién inicia. El problema de la cuesta arriba estriba en que en el camino ya hay piedras que deben retirarse del camino. La primera de ellas y factor de la destitución de la anterior ministra es el pago de la deuda de arrastre. A quien pagar y a quienes no, contra que comparar los pagos, como garantizamos que las supervisiones se realicen con base en evidencias sólidas y con base en pago de coimas y otras prácticas ilícitas, son algunos de los primeros asuntos por solventar.
Pero como todo juego de poder, toda acción viene acompañada de una o múltiples reacciones. Mucho de lo actuado se judicializará, y precisamente el sistema de justicia, casi por completo, va en sentido contrario siendo cómplice y guardián de la impunidad absoluta. Para comenzar, ni el MP ni la Contraloría de Cuentas son entes públicos mínimamente creíbles. El destape de los actos oscuros debe ser acompañado por otras fuerzas creíbles, pero ojo que no todas las competencias de esas instituciones pueden ser asumidas por otras.
Por si las oscuridades no fueran suficientes, ahora aparecen en escenas otros componentes macabros. La existencia de una red de trata solo es uno de los indicadores de la destrucción que se ha hecho de esa “institución”. Levantarla desde las cenizas requiere precisión de escalpelo, visión de águila, carácter inclaudicable y un equipo amplio y valiente.
Hacerse cargo de la conducción del MICIVI es uno de los principales encargos en la administración pública. El terreno está minado hasta las profundidades. En el acierto o fracaso de la reciente designación recae una parte importante de la credibilidad y sostenibilidad de la administración de gobierno.