¿USAID paga cirugías para cambio de sexo?

No, esto es completamente falso. De hecho, Agencia Ocote ya lo desmintió. Fin. Feliz domingo.

Alfredo Ortega

febrero 23, 2025 - Actualizado febrero 22, 2025

Entre los programas que se verán afectados por el retiro de la cooperación están los que atendían a pequeños agricultores del altiplano. Foto: Archivo USAID

Lo anterior representa el tiempo que deberíamos dedicarle a este tipo de bulos que han sido propagados en Guatemala. Sin embargo, quizás sea más útil aprovechar la atención que generan estos esfuerzos de desinformación para presentar algunos datos sobre USAID en Guatemala y en el mundo.

Para el año fiscal 2023, USAID Guatemala tuvo asignados aproximadamente 178 millones de dólares. El 65% de este monto fue destinado a programas relacionadas con desarrollo económico, salud, educación, y asistencia humanitaria, mientras que aproximadamente un 19% fue destinado a cuestiones relativas a derechos humanos, democracia y gobernanza.

Ahora bien, Agencia Ocote aclaró que USAID no financió cirugías de cambio de sexo en el país. En el 2024 USAID sí otorgó 350 mil dólares a la Asociación Lambda para apoyar a personas trans en el país. Esta suma estuvo destinada a proveer servicios como becas de estudio, acompañamiento psicológico, salud, y de asesoría legal. Este apoyo es de suma importancia, pues, según la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, en la región existe un problema endémico de violencia en contra de personas LGTBI. Además, el norte de Centroamérica es de los lugares más peligrosos para personas trans, pues tiene de las tasas de homicidios basados en prejuicio más altas de las Américas. 

Lamentablemente, los datos de USAID sobre el año fiscal 2024 ya no son públicos, debido a la reciente intervención del señor Elon Musk en la agencia. Sin embargo, podemos suponer que las cifras de cooperación a Guatemala fueron similares a las de 2023. En tales circunstancias, lo anterior quiere decir que los $350,000 que la Asociación Lambda recibió para proveer atención básica a un grupo en una extrema situación de vulnerabilidad —y que, reitero, no incluía cirugías de cambio de sexo— representó 0.1% de los aportes de USAID al país. 

Extrañamente, ese 0.1% ha recibido el 150% de la atención de sendos comentaristas nacionales. Quizás valdría más la pena explorar qué impactos tendrá, por ejemplo, el retiro de la cooperación de USAID sobre los pequeños agricultores del altiplano o sobre los programas de atención a personas que viven con VIH, por mencionar algunos sectores afectados.

Con el tiempo se tendrá una mejor noción del impacto de la ausencia de la cooperación de Estados Unidos en Guatemala y en el mundo. Por fortuna, ya existen algunas iniciativas independientes que están tratando de cuantificar el daño causado.

El gobierno de Estados Unidos es, por mucho, el donante más grande en el planeta tierra. Sin embargo, esa cooperación representa tan solo entre 0.7% y 1.4% de los egresos totales del gobierno federal. Durante el 2023, aproximadamente 30% de toda la cooperación internacional distribuida en el mundo provino de EE. UU.  En ese año, casi la mitad (44%) de esos aportes fueron destinados a asistencia humanitaria, combate del VIH-SIDA, y otras amenazas emergentes a la salud pública.

Esto quiere decir que la orden ejecutiva que detuvo abruptamente la cooperación de EE. UU. en el mundo ha implicado que suministros y alimentos perecederos valuados en aproximadamente $500 millones de dólares estén atascados en puertos y aduanas; que 3.4 millones de personas en África pierdan acceso a medicamentos para enfermedades; y que campos de refugiados en todo el mundo se queden sin suministros, literalmente, de un día para otro.

Los anteriores solo son ejemplos de un daño cuyas proporciones son difíciles de dimensionar. Nadie niega que el gobierno de Estados Unidos tiene la prerrogativa de conducir su política exterior de la manera que le plazca, pero no hay duda de que existían distintas formas para implementar cambios en la cooperación mitigando o previniendo el sufrimiento innecesario y el caos. Por lo tanto, la debacle en el presente caso pareciera ser deliberada.

Si bien es cierto que se han firmado autorizaciones para continuar ejecutando algunos proyectos de USAID, todavía no existe certeza alguna de qué programas continuarán, o bajo qué condiciones. A un mes de la toma de posesión del gobierno de los Estados Unidos, aún existe una enorme incertidumbre sobre cuáles, exactamente, serán sus prioridades de política exterior. Mientras eso no ocurra, será difícil pronosticar el nuevo destino de la cooperación estadounidense.

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