Sofía Blanco extiende sus raíces garífunas a través de la música

La cantautora guatemalteca, de 71 años, tiene una carrera musical de 60. Ha representado al pueblo garífuna en foros internacionales en donde se le reconoce por su talento y esfuerzos para promover las tradiciones culturales de su pueblo.

Ana Lucía Mendizábal

diciembre 8, 2024 - Actualizado diciembre 8, 2024
Cantautora garífuna Sofía Blanco sostiene ramo de flores. Foto: OIM
La cantautora garífuna Sofía Blanco, durante el conversatorio Raíces que migran en el Centro Cultural de España. Foto: OIM

Cuando era niña, Sofía Blanco Arzú (1953), escuchaba tocar la guitarra y cantar canciones garífunas a uno de sus vecinos del barrio San José en su natal Livingston, Izabal. A ella le atraían esos temas que hablaban de tradiciones, sentimientos y costumbres de su pueblo, y desde muy pequeña sintió el llamado de la música. Así lo contó la artista durante el conversatorio Raíces que migran, que compartió con la cantautora maya kaqchikel Sara Curruchich, en el Centro Cultural de España, en el marco del Día Internacional del Migrante, que se conmemora el 18 de diciembre.

En la actividad, organizada por ONU Migrante (OIM) con el apoyo de las embajadas de España y Japón, Sofía, quien es reconocida como una de las voces femeninas más destacadas del pueblo garífuna, contó parte de su historia, de los valores que transmite a su familia y de la misión que ha emprendido para salvaguardar su cultura, a pesar de haber migrado hace cerca de 15 años a Estados Unidos.

Además, en esta oportunidad, Sofía y su grupo, integrado por miembros de su familia, presentaron un pequeño concierto, lo cual fue muy significativo para ella, ya que como afirmó, a pesar de haberse destacado a nivel internacional, nunca había tenido la oportunidad de brindar una presentación en Guatemala.

Sofía Blanco y su grupo integrado por miembros de su familia. Foto: OIM

Cantar para acompañar la vida

Mientras asistía a la escuela, en donde cursó hasta el cuarto grado, Sofía ya se distinguía por su voz. Además, participaba en festejos propios de su localidad. Más adelante se integró a propuestas musicales de Livingston, tales como el grupo Despertar Garífuna Marcos Sánchez Díaz, que se dedicaba a preservar el patrimonio garífuna.

A los 20 años se casó con el también músico y compositor Gregorio Baltazar Roche, con quien procreó a sus dos hijos. Pero la música no fue la única manera en la que Sofía se involucró para proteger su cultura. Para finales de la década de los años 1990, se encontraba ya inmersa en el trabajo que realizaba en ese entonces, la Organización Negra Guatemalteca (ONEGUA).

En 1992, produjo un álbum doble auspiciado por el Instituto Guatemalteco de Turismo (INGUAT), con la música del Primer Encuentro de Músicos de la Tradición Popular.

Cuando en 1997 se celebró el bicentenario de la llegada del pueblo garífuna a las costas centroamericanas, en Belice, Sofía llegó ahí con ONEGUA. Una de sus acompañantes le comentó que el productor Iván Durán, de Stonetree Records buscaba cantantes garífunas. Al momento, ella no se interesó, sin embargo, se presentó con el productor y participó en su iniciativa. Cinco años después Iván Durán llegó a Livingston a proponerle trabajar en una producción del artista beliceño Andy Palacio, una de las figuras destacadas en el ambiente. Durante diez años colaboró con Durán y Palacio en la difusión de la música garífuna, especialmente la interpretada por mujeres.

En 2006, participó en el CD de aniversario Ten Years of Stonetree y al año siguiente, actuó en el coro del disco Wátina, el último de Palacio, quien falleció repentinamente en 2008. Ese mismo año, Stonetree lanzó Umalali: The Garifuna Women’s Project. En Estados Unidos esa producción que incluye trabajos de diversas mujeres de Guatemala, Belice y Honduras se dio a conocer el sello Cumbancha. Entre las canciones que Blanco interpretó en el álbum colectivo se encuentran Nibari (Mi nieto), con letras compuestas por su esposo y Yunduya Weyu (El sol se ha puesto). Su trabajo en este disco le valió muchos elogios a Blanco. Hubo quien la calificó como “una de las voces más consumadas de los garífunas”.

Acerca de este disco, Durán comentó al diario El País de España, que se grabó a orillas del mar, un entorno mucho más natural para estas mujeres que nunca habían estado en un estudio de grabación y que veían la música como parte esencial de su vida. “Lo que más me emociona del disco es la historia que hay detrás”, decía el productor al diario español. “Para estas mujeres la música tiene un uso cotidiano. Uno no canta por cantar. Viajamos un día a Punta Gorda, que está como a cuatro horas de casa, y Sofía y su hija vinieron conmigo en el coche. Salimos muy temprano por la mañana, y a la media hora me ven que estoy conduciendo con un poco de sueño, y se ponen a cantar. Y no pararon en las cuatro horas. Una canción tras otra. En un momento sonó mi móvil y antes de contestar acerqué la mano a la radio para bajar el volumen porque pensaba ya que iba escuchando una emisora”, comentó.

Inspirado en ese disco nació el grupo Umalali, integrado por Sofía Blanco, Desere Diego y Chella Torre. La agrupación realizó una gira por Canadá en 2009. En 2011, Blanco colaboró ​​con el artista Aurelio Martínez en la producción Laru Beya y fue reconocida como embajadora cultural y portavoz del patrimonio musical garífuna por la UNESCO.

Los frutos de la inspiración

Las canciones que interpreta Sofía son frutos de su propia inspiración, la de su esposo, ya fallecido, y de su hijo. Relatan tanto historias del pueblo garífuna como reflexiones y vivencias cotidianas. Como ejemplo, de estos temas, la artista recuerda que hace 44 años, cuando nació su primogénito, soportó tres días y tres noches de dolores de parto. Más o menos una semana después compuso un tema basado en esa experiencia.

En otra de las canciones es su hijo quien expresa su dolor cuando se vio forzado a migrar y dejar atrás a sus padres, hijos y esposa en Livingston. Blanco aseguró que sus temas también son útiles para los dilemas de la vida diaria. “A veces pasan cosas y en vez de ir a pelear, uno se inspira para componer. Por ejemplo, la canción del joven migrante es algo triste, pero así es la vida. Porque vivir es fácil, pero saber vivir es aprendido, y la paciencia es dura, pero da buenos frutos”, reflexionó la intérprete y compositora.  

Familia unida

En un documental producido por ONU Migración y que se dará a conocer el 18 de diciembre, los hijos de la artista recuerdan que la música fue parte fundamental en su formación. Afirman que su madre cantaba todo el tiempo, cuando iba caminando a hacer las compras o realizaba algunas tareas. Su hija Anselma señala que sus padres conformaron una pareja excepcional, porque ambos disfrutaban de la música y eso los unió. “Recuerdo que mi papá nos ponía en las hamacas y nos cantaba”, rememoró.

Tanto la vocación musical como los valores fueron transmitidos a los hijos y ahora ellos se los comparten a los nietos de Sofía. En la actualidad el grupo musical de la artista está integrado tanto por su hijo como por su nuera. Además, cuentan orgullosos que, aún viviendo en Estados Unidos, ellos siguen presentando su música en idioma garífuna y así se los están enseñando a los más jóvenes de la familia. “Tengo una nena de siete años que ya canta”, relató orgullosa la nuera.

 “Me alegra mucho sembrar en mi familia lo que yo coseché de mis ancestros. Estoy tratando la manera de salvaguardar estos momentos y esos valores”, enfatizó Blanco.

Una misión por cumplir

La cantautora no ha limitado esa transmisión de valores a los miembros de su familia. En 2010, estando en Vancouver, Canadá, con el grupo Umalali, que fue uno de los seleccionados para presentaciones en los Juegos Olímpicos de Invierno, se puso a meditar acerca del peligro que corrían las tradiciones de su pueblo. “Veía que a los niños les gustaba estar en las celebraciones, pero también que a los mayores no les gustaba que los niños estuvieran”, comentó.

De esa reflexión surgió la iniciativa del grupo Iseri Laruga (Nuevo Amanecer), que reúne a niños y adolescentes alrededor de la de música y danza garífuna. Trabajó durante octubre con los niños, enseñándoles cantos y bailes, y en noviembre ya estuvieron listos para su primera presentación.  En 2010, el grupo fue invitado a Walt Disney World, en Florida, para actuar. A su vez, Blanco, quien se considera difusora de la cultura, dirigió un taller sobre tradiciones musicales garífunas en la ciudad de Guatemala para artistas de la República Dominicana, Haití, Guatemala y Panamá.

Sofía Blanco está convencida que su misión, a través de la música es preservar sus raíces y difundir su cultura a donde quiera que le toque vivir. Para ella, la migración ha sido positiva, debido a que por su edad y salud ha encontrado mayor apoyo en los Estados Unidos. Sin embargo, está consciente del dolor que experimentan otros migrantes y la necesidad de preservar el legado. “Saber dónde uno se encuentra, a dónde va, pero también de donde viene” es una de las frases con las que manifiesta sus convicciones. Acerca del valor de la herencia, señala que es necesario “mantenerlo porque no es de nosotros, sino de nuestros ancestros. Tenemos que seguirle dando vida”, añadió.

Sofía concluyó que es importante que todo el mundo esté dispuesto a compartir el conocimiento.  “Hay un dicho importante: ‘Lo que sé es que no sé nada, pero sé lo que otras personas no saben’”.

Etiquetas:

Todos los derechos reservados © eP Investiga 2024

Inicia Sesión con tu Usuario y Contraseña

¿Olvidó sus datos?