El artista Rudy Cotton presenta una muestra en la que explora en sus influencias en la galería Sol del Rio. Foto: Carlos Alonzo
Cuando Rudy Cotton vivía en la campiña francesa, se hizo amigo de un campesino conocedor del clima. Él le enseñó a intuir cuando aparecerían los arcoíris. Inspirado en esa experiencia, el pintor guatemalteco, que confiesa mantener una actitud contemplativa con la naturaleza, realizó una serie llamada precisamente así: Buscador de arcoíris, que presentó en Francia. Más adelante, ya estando en Guatemala, un día visitó a Efraín Recinos y este le preguntó en qué momento prefería pintar y él respondió que lo hacía durante los días grises.
Sin duda alguna, iluminar con colores y formas los tiempos oscuros es una especialidad para Cotton, quien en la actualidad presenta la exposición La creación de las formas, en la galería Sol del Río.
El artista admite que esta muestra, que permanecerá abierta hasta el 13 de julio, le ha servido como catarsis ante las situaciones difíciles que enfrentó por querer defender el patrimonio del Museo Nacional de Arte Moderno Carlos Mérida, mientras fue su director, y luego de haber sido cesado sin explicación de ese cargo a finales del año pasado, después de que hizo una pública denuncia acerca de la colocación de una capa de cemento sobre la terraza del edificio.
Durante los siete años que trabajó en el museo, Cotton no dejó de estar presente en la escena cultural del país. Trabajaba en su taller y, durante la época del covid-19, lo hizo en su casa. “He estado en muestras como las de Juannio, Rozas Botrán, Junkabal. Siempre les doy obra reciente”, anota. Y señala: “El arte es una adicción de por vida”. Cita el ejemplo del pintor francés Henri Matisse (1869-1954), de quien cuenta: “En sus días finales, ya no podía pararse, solo tenía el movimiento de las manos. Entonces con las tijeras recortaba formas y tenía gente a la que le decía dónde pegarlas…”.
Precisamente es de artistas como Matisse, Joan Miró, Pablo Picasso, pero especialmente de Carlos Mérida, de donde viene parte de la inspiración de la actual muestra en exhibición. Cotton explica: “La exposición comienza con una serie acerca del origen de las formas”. Refiere que precisamente Mérida tiene una serie de serigrafías llamada Estampas del Popol Vuh, que presentó en 1943 y están relacionadas con el origen de la vida. Según confiesa, es su serie favorita del pintor, a quien identifica como “el punta de lanza de los artes visuales en Guatemala” . Asevera que no se trata de copiar, pero admite que “nadie puede negar que las influencias en el arte son importantes”.
En las piezas que exhibe Cotton, incluye elementos que refieren a la génesis de la vida. “Yo creo que el origen de la vida fue en el mar, por muchas razones. Pensando en ello, comienzan a surgir estos personajes, que de una u otra manera evoca Carlos Mérida, mucho antes que yo, en el Popol Vuh”, asegura.
La colección no solo está basada en las referencias al arte de otros artistas, sino también en investigaciones que Cotton realizó. Entre ellas, una sobre la vida de los caballitos de mar, de los cuales descubrió datos sorprendentes. “El macho es el que cría a los hijos. La hembra lo acompaña, pero es el macho el que los saca por la boca. Además, cuando uno de los dos se muere, se mueren los dos. Entonces, comienza la poesía”, expone.
En la muestra también se aprecian obras en las que se ilustran, desde los cuatro puntos cardinales, las fases de la vida o las fases de la luna. Se ven tanto piezas individuales, como dípticos y trípticos. Estos últimos obedecen a la necesidad del artista de establecer diálogos. También se hace evidente el uso de la geometría.
Al final de la exposición, el artista muestra las piezas más recientes, que resumen su propuesta. “Las influencias sirven para reafirmar un compromiso. Todo ese proceso, esa búsqueda, esas estancias imaginarias con los grandes maestros y esa preocupación que tiene uno por los cambios, llevan a algo más personal. Es Rudy Cotton con su propuesta”, explica.
Rudy comenta que la colección de donde surge la muestra es más amplia que lo que se ve en la galería, pero la curaduría toma en cuenta que “es como la música que, a veces, necesita el silencio para poder ser mejor apreciada”.
El escritor Javier Payeras fue el encargado del texto de sala de la muestra, en este expresa: “Viendo todo este trabajo en conjunto pienso en realidad en la pasión anónima y silenciosa del estudio del artista que pule todos los colores, todas las formas hasta liquidar el fantasma de la duda…”.
El niño que hacía carteles de cine
Rudy Cotton nació en San Pedro Sacatepéquez, San Marcos, en 1959. La vena artística la heredó de su abuelo materno, Rosario, quien vivía en San Juan Ostuncalco y era imaginero. “Esculpía, hacía imágenes y reparaba todo lo que las iglesias necesitaban en escultura”. Aunque convivió poco con él, ya que falleció cuando Rudy solo tenía seis años, dice recordarlo trabajando en sus obras.
Admite que fue un niño inquieto a quien siempre le gustó dibujar. Ese talento le sirvió desde temprana edad. A su pueblo llegaron unos españoles que instalaron dos salas de cine. Cuando Rudy cursaba el sexto grado se aficionó a las películas y encontró una manera particular de cubrir el costo de los boletos. “Me vi todas las películas de Pedro Infante, Kalimán y las de guerra. A veces, llegaba al cine y como no había afiches, me tocaba a mí hacerlos y eran mi pase para entrar”. Esa particular experiencia le hace identificarse con la cinta Cinema Paradiso.
Al concluir el tercero básico, sus papás decidieron enviarlo a la capital a estudiar Artes plásticas. “El pueblo se había terminado para mí”, acota. Comenzó sus estudios en la Universidad Popular, porque el familiar que lo inscribió no sabía de la existencia de la Escuela Nacional de Artes Plásticas. “Lo que me pareció curioso es que las clases en la UP eran de seis a nueve de la noche, y toda la gente era mayor, porque la UP fue creada para que los trabajadores y artesanos que tuvieran cierta vocación, pudieran ir más lejos”, cuenta. Rudy se preguntaba: “¿Qué voy a hacer todo el día?”.
Al conversar con otros muchachos, le explicaron que al concluir sus estudios, ya fuera en la UP o en la ENAP, sería maestro de arte, pero no podría seguir en la universidad, porque en ese tiempo, no existía esa opción. Él quería ser arquitecto. Así que, sin decirle nada a sus padres, decidió inscribirse en el Instituto Rafael Aqueche y de siete de la mañana a una de la tarde cursó estudios de magisterio y de seis de la tarde a nueve de la noche, prosiguió sus estudios de arte. “Nunca tenía tiempo para nada, era pura hormiguita”, rememora.
Con el tiempo se cambió a la ENAP, pero al llegar el momento de ingresar a la carrera de Arquitectura en la Universidad de San Carlos, dejó los estudios artísticos, porque ya no le daba tiempo de ir y venir. Mientras tanto ya se empezaba a destacar en distintos certámenes. “Ya había ganado concursos de grabado y de pintura”, relata. Fue entonces cuando la embajada de Francia le invitó a especializarse en litografía en París, en el taller de M.Casse.
La estancia en Francia
El curso de especialización era de tres meses. Sin embargo, Francia lo acogió muy bien y el período se alargó, primero a un año, después a cinco y terminó quedándose 15 años.
“Vivía en el mundo de los museos, investigando, leyendo y disfrutando de las bibliotecas públicas. Fue mi escuela”, afirma Rudy, quien se define como un lector y disfruta de la conversación y amistad de los escritores. Terminó instalado en Albi, la ciudad natal de Toulouse-Lautrec, donde por ese entonces vivía Manuel José Arce. “Yo estuve cuando él murió. En su última misiva, que se llama Carta a mis amigos, donde menciona a Sarmientos, a Joaquín Orellana y a Abularach, escribió: ‘Ahora el Rudy Cotton, vecino de Toulouse-Lautrec’. Por cosas del destino, al año de su muerte yo tenía mi taller al lado de la casa de Toulouse-Lautrec”, relata.
El director del museo Toulouse-Lautrec vio la obra de Cotton y lo invitó a exponer en una galería que dirigía su hija. “Me hice parte del grupo de los artistas albicenses”, cuenta.
De las muchas experiencias de ese tiempo, recuerda que fue invitado a participar en el 21º. Salón de Arte Contemporáneo de Montecarlo, en donde estuvieron presentes los Príncipes de Mónaco.
También fue invitado dos veces a mostrar su obra en el Salón de Mayo en París. Entre sus logros también cuenta el “haberme codeado con los grandes maestros que han sido influencia para mí”. Otro momento especial fue exhibir en el Museo Goya, ubicado en la ciudad de Castres. “Ahí existe, no solo una colección de arte español maravillosa… sino también una obra de 8 x 5 metros que Goya fue a pintar ahí. Tienen un museo lindísimo, yo lo solicité y me aceptaron”, recuerda. “También expuse en el Museo Toulousse-Luprec una serie maravillosa, Eurindia. Parte de esa colección la traje a Sol del Río, cuando estaba en zona 9”, añade.
El retorno a la realidad
“Decidí regresar. Reencontrarme con Guatemala fue un golpazo tremendo. Casi me enfermé por la situación”, cuenta el artista y comenta: “Mi paleta se oscureció”. Rudy tradujo ese choque con la realidad y precariedad que encontró en el país en la muestra Martirologio, que exhibió en el Museo Nacional de Arte Moderno, que en ese tiempo dirigía Lorena Recinos. El prefacio de la presentación la hizo el escritor Humberto Ak’abal. “El original era k’iche’ y se tradujo al francés, al inglés y al español”, detalla.
En esa muestra expresó lo que sintió al regresar al país. “Está en mi memoria y fue una vivencia muy dura. Ese choque, el cual un artista con sensibilidad no puede pasar desapercibido. No se puede creer que todo es dulce o que todo es bonito, pero sí tenemos derecho a recrearnos en la poesía, que es lo que estoy haciendo ahorita”, añade.
Aunque su paso por el Museo Nacional de Arte Moderno Carlos Mérida concluyó con fuertes conflictos debido a las denuncias que realizó, uno de sus logros más relevantes al frente de la entidad fue la publicación del libro 100 años de artes visuales guatemaltecas.
Entre los múltiples reconocimientos que Rudy Cotton ha obtenido durante su carrera, destaca la Orden de las Artes y Letras en grado de Oficial, de parte de la República de Francia, por sus 40 años de carrera artística y por su aporte al desarrollo del arte y la cultura. La muestra La creación de las formas puede visitarse de lunes a viernes, de 9:00 a 13:00 horas. y de 14:00 a 17:00 horas. Los sábados de 9:00 a 13:00 horas, en Galería Sol del Río, 14 avenida 15-56, zona 10.
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