Rina Lazo, la primera mujer en incluir un mural en el Palacio de Bellas Artes de México

Hace casi un año se conmemoró el centenario de su nacimiento. A pesar de que, en Guatemala, salvo contadas excepciones, este importante aniversario pasó inadvertido, el legado de la muralista, fallecida en 2019, sigue vigente y en México se celebra su talento por lo grande.

Ana Lucía Mendizábal

agosto 25, 2024 - Actualizado agosto 24, 2024

El 30 de octubre de 2019 era el día del cumpleaños número 96 de la muralista guatemalteca Rina Lazo. Ella, además de su larga y prolífica vida, tenía un motivo mayor para celebrar: luego de más de diez años de trabajo, esa mañana le dio las últimas pinceladas al mural Xibalbá, el inframundo de los mayas. Estaba feliz y así se los dijo a los invitados a su celebración. Apenas dos días después, el 1 de noviembre, Lazo falleció en su casa en Coyoacán, México, pero había cumplido esa importante misión. 

La pieza no solo es magnífica por el elaborado mensaje y trabajo que conllevó, sino porque, gracias a las decisiones que la hija de la artista, Rina García Lazo, ha adquirido nuevos significados dentro del legado de la insigne muralista, que fue alumna predilecta de Diego Rivera

En junio de 2022, la obra de 5.25 m de largo por 2 m de altura fue la primera elaborada por una mujer en ser exhibida en el Museo del Palacio de Bellas Artes de México. El pasado 16 de agosto, la obra se integró oficialmente a la exclusiva colección de ese mismo recinto, en donde hasta ahora solo figuraban 17 murales elaborados entre 1892 y 1963, por artistas hombres.  De acuerdo con el diario Proceso, de México, el espacio designado para la obra se ubica en el segundo piso del recinto, entre los murales de José Clemente Orozco, Diego Rivera y Rufino Tamayo.

“Me siento muy emocionada de ver el sueño que hubiera tenido mi mamá, ser parte de la colección permanente del Palacio de Bellas Artes. Yo hice la donación al pueblo de México de este último mural de mi mamá, quise que estuviera expuesto para el deleite de muchas generaciones”, declaró Rina García Lazo, la única hija de Rina Lazo y del también muralista Arturo García Bustos,​ en entrevista al periódico mexicano La Razón.

La pieza está inspirada en las historias que cuenta el Popol Vuh, así como en sus experiencias que desde la infancia la acompañaron con relación a la cultura Maya. Todas estas, reforzadas y enriquecidas con la amplia investigación que desarrolló durante toda su vida. La obra tiene tres partes representadas: el cielo, la tierra y el inframundo. En una escena se aprecia un autorretrato de la artista, dispuesta a ingresar a esos espacios de la espiritualidad maya.

Una historia sin igual

Rina nació en Guatemala, el 30 de octubre de 1923. Su padre Arturo Lazo Midence era médico y su madre, Melanie Wasem, una ama de casa sumamente interesada en las artes. Desde pequeña, Rina manifestó su gusto por la pintura.

Su familia se mudó a Cobán, Alta Verapaz, cuando ella era muy pequeña. Su madre aprendió el idioma maya kekchí y ella la escuchaba. Sin embargo, no llegó a hablarlo. Mientras tanto, siguió su instrucción en arte con la maestra Lolita Villacorta, quien comentaba a los padres acerca del talento inusual de la pequeña.

Al volver a la capital de Guatemala, comenzó sus estudios en el Colegio Alemán y solo regresaba a Cobán para las vacaciones. Ya siendo adolescente, la pintora Carmen Neutze le recomendó estudiar junto a Julio Urruela Vásquez, quien pintó los vitrales del Palacio Nacional de la Cultura. Luego se inscribió en la Academia Nacional de Bellas Artes, que más adelante se llamaría Escuela Nacional de Artes Plásticas.

Después de la llegada al gobierno de Juan José Arévalo, en 1945, la Asociación de Profesores y Estudiantes de Bellas Artes lanzó una convocatoria para elaborar carteles sobre los actos conmemorativos de la Revolución del 20 de octubre. Rina participó y obtuvo el primer lugar con la obra titulada Por los caminos de la libertad. Ganó la medalla de oro por un cartel elaborado para la Primera Feria del Libro, que se llevó a cabo el 19 de julio y, un año después, ganó un certamen convocado por el Ministerio de Educación. El premio era una beca de año y medio para estudiar pintura en México.

En 1946, en la capital mexicana, se puso en contacto con Juan Antonio Franco, un artista guatemalteco radicado en el país vecino, quien había trabajado con Diego Rivera y José Clemente Orozco. Rina ingresó a la Escuela Nacional de pintura, escultura y grabado La Esmeralda, para seguir sus estudios en la técnica del fresco.

A los tres meses de empezar clases, su profesor Andrés Sánchez Flores la seleccionó para trabajar como asistente del renombrado Diego Rivera, quien en ese momento realizaba el mural Sueño dominical de una tarde en la Alameda Central (1947) en el Hotel del Prado. Rivera llegó a describirla como “pintora de gran talento, mi amiga dilecta, mi mano derecha, la mejor de mis ayudantes”.

El arte, revolución y amor

Como alumna predilecta de Rivera, Rina se unió al grupo de Jóvenes Artistas Revolucionarios de México. En ese colectivo conoció a Arturo García Bustos, quien era el alumno preferido de Frida Kahlo, miembro destacado del pequeño círculo que rodeaba a la pintora, conocido como los “Fridos”. Primero fueron amigos, pero su afinidad fue más allá y Rina se casó con Arturo en 1949.

Ese mismo año, la artista pintó su primer mural Los cuatro elementos. En 1953, regresó a Guatemala y realizó su obra Tierra Fértil, que originalmente estuvo en el Club Italiano y, en la actualidad, se encuentra en el Museo de la Universidad de San Carlos (MUSAC).   

En 1954, Diego Rivera pintó Gloriosa Victoria donde representó el papel del gobierno de Estados Unidos en el Golpe de Estado al presidente Jacobo Árbenz en Guatemala. Ahí aparece Rina, quien le contó al periódico La Jornada: “Un día trabajaba en el estudio de San Ángel, donde se pintó este cuadro, y me dijo: ‘Rina, mañana traiga una blusa roja’. Llegué y me indicó: ‘Párese allí con una ametralladora’, que era, por cierto, del nieto de Diego, el hijo de Lupe, quien había dejado una de plástico por allí en el salón. Entonces, me puso con una ametralladora en el grupo de la resistencia guatemalteca”.

Los mayas, la inspiración

El talento de Rina como muralista le ganó reconocimiento y, en 1966, se le encargó realizar la reproducción de los murales precolombinos en Bonampak, ubicados en Chiapas, México. Estos frescos son considerados las obras pictóricas más significativas y mejor conservadas de la cultura maya antigua. Esa primera de las dos reproducciones de estos murales se ubicó en el Museo Nacional de Antropología de México. Se trata de una calca realizada directamente de los murales del sitio arqueológico.

Rina Lazo fue encargada de reproducir los murales de Bonampak. Foto: INBAL, México

En 1995, Rina recibió otro encargo para ese mismo recinto. Ahí plasmó su mural Venerable Abuelo Maíz, en el que representa elementos de la cultura mesoamericana. Este trabajo se inauguró en 1996.

Otra de sus obras es la que hizo junto a su esposo Arturo García Bustos: un mural transportable de 2.7 x 7 metros, llamado Realidad y sueño en el mundo maya. Mágico encuentro entre hombres y dioses, en el Hotel Casa Turquesa en Cancún. 

Rina Lazo (1923-2019). Foto: Wikipedia

La casa de La Malinche

A los esposos García Lazo se les presentó la oportunidad de adquirir la casa construida por Hernán Cortés para la Malinche. En ese entonces era propiedad del legendario escritor y ex secretario de Educación Pública de México José Vasconcelos. Ahí vivieron y trabajaron en sus respectivos talleres, hasta que Arturo García Bustos falleció el 7 de abril de 2017. En septiembre de ese mismo año, ocurrió un terremoto que dejó grandes daños en la edificación que habitaban. Se empezó a hundir y a agrietar. Su hija, Rina García Lazo, buscó pronto el apoyo del Gobierno de su país para recuperar el inmueble.  La Secretaría de Cultura de México aprobó un recurso para la recimentación de la casa. Sin embargo, esta gestión se tardó y Rina ya no logró ver la culminación de estos trabajos.

En casa de los García Lazo había dos murales y la hija logró quitar el del padre, pero para el de su mamá, que era precisamente Xibalbá, el inframundo de los Mayas, requirió apoyo gubernamental. Los esfuerzos dieron resultados y no solo se rescató esa importante obra, sino también la casa de la familia.  

En el acto de incorporación de la obra de Rina Lazo al Palacio de Bellas Artes, la directora del Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura (INBAL), Lucina Jiménez López, destacó el trabajo conjunto de la Dirección General de Sitios y Monumentos de México junto a Rina García y la propia Rina Lazo, para realizar la reconstrucción de la Casa de la Malinche, después de los terremotos.

Jiménez exaltó: “Es un día que tiene que quedar en la historia del arte, de México, de Guatemala, de la humanidad, porque estamos dando paso a la instauración de un acervo fundamental: la obra mural que hizo Rina Lazo y en la que ella misma quedó plasmada”.

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