¿Prohibido hablar de sexualidad?

Una de las características distintivas del retroceso conservador que se vive en el mundo es el rechazo hostil hacia los feminismos, considerados como una amenaza que pone en riesgo al sistema. Es tal el poder transformativo que han tenido los movimientos de mujeres en la historia, que ahora se los presenta como un problema de seguridad estatal-global.

Ana Cofiño

diciembre 8, 2024 - Actualizado diciembre 8, 2024
Ilustración sobre sexualidad

Ilustración: Amílcar Rodas

La “ideología de género” ̶ una abstracción ambigua e indefinida ha sido satanizada como doctrina destructora de los “valores familiares”; se utiliza como sinónimo de instrumento que puede conducir a las personas a cambiar de identidad sexual, a convertirse en seres anormales, atrofiados o perversos a los que se debe despreciar. Dentro de estos esquemas rígidos y excluyentes, la sexualidad es un asunto privado que no se debe tocar. Sus sagrados principios dictan seguir lavando en casa los trapos sucios.

            El silencio impuesto sobre la sexualidad a través de creencias religiosas que la conciben como un deber conyugal para la reproducción, ha tenido consecuencias nefastas para las mujeres, y por ello, para la sociedad en su conjunto. Obedecer el mandato patriarcal de la sumisión ha permitido institucionalizar prácticas perversas como la venta de mujeres, las violaciones de menores y la explotación sexual, entre otros males.

Concebir los cuerpos de las niñas y las mujeres como objetos apropiables, y tomar decisiones arbitrarias sobre sus vidas (como negarles educación), es posicionarse como abusivos patronos, dueños del poder. Y eso es justamente, lo que sostiene este orden destructor: machos que tienen en sus manos el poder de acabar con la vida en el planeta.

Conscientes de los efectos que ha tenido en nuestras vidas y en las de miles de mujeres, la ignorancia, así como la dominación sobre sobre nuestros cuerpos, se llevó adelante un proceso de reflexiones e intercambios para poner en común las experiencias, las dudas, los sueños en torno a la sexualidad, pensada y sentida como una dimensión vital que ha sido reprimida y expropiada. De allí surgió una pequeña guía titulada Hablemos sobre sexualidad con nuestras hijas e hijos, dirigida a quienes cuidan de niñas, niños, jóvenes, adolescentes, como un referente que puede utilizarse para entablar relaciones familiares armónicas, por medio de diálogos afectuosos, evitando caer en el ocultamiento o las prohibiciones sobre la sexualidad.

Hablar de consentimiento en Guatemala es atizar el hormiguero de la tradición que manda la obligación de las mujeres a “servir” a sus maridos, a sus jefes, a sus hermanos, a quienes deseen poseerlas. Para que la sexualidad se viva con salud, seguridad y placer, el consentimiento es un elemento fundamental. Las personas que deseen tener relaciones sexo-genitales, tienen derechos que les protegen y les permiten conducirse con autonomía y libertad. Por lo mismo, es importante expresar de manera abierta y clara si se desea, si se realiza, cómo y dónde. De igual manera, el consentimiento es un gesto de afirmación que otorgamos explícitamente para participar de acuerdo con lo pactado. No es válido invocar el poder masculino para exigir cumplimientos, tampoco chantajear o extorsionar.

La gracia de las buenas prácticas sexuales radica en la comodidad y la confianza de hacerlas por ganas y deseo, no por obligación o simulación. En este aspecto, la información biológica, sicológica y sociocultural relacionada con este ámbito de la vida es necesaria para evitar problemas. La guía provee explicaciones con ilustraciones precisas que nos ayudan a comprender nuestros cambios, los ciclos de la vida, las diferencias, la diversidad.

En este punto, sería bueno que cada quien se preguntara cómo fueron sus cambios hormonales, qué sentimientos tuvo y qué le sirvió para navegar por esos mares de la adolescencia. Para la mayoría de mujeres en este país, no existen condiciones para vivir la sexualidad sin miedo, sin dolor, sin violencia. Todavía hay niñas y jóvenes que ignoran todo lo relacionado con la menstruación, por ejemplo, y sólo ese vacío, significa una serie de desventajas y riesgos.

Conocer cómo funciona nuestro cuerpo nos permite cuidarlo, apreciarlo, disfrutarlo. Pero ese placer nos ha sido arrebatado, castigado por impúdico y descartado por subversivo. Las mujeres que deciden sobre sus cuerpos, que no los someten a modelos occidentales consumistas, que los protegen de sustancias tóxicas, que los mueven al son de sus deseos, son tachadas de rebeldes o más aún, de locas o p^tas. De allí el odio a las reivindicaciones feministas.

Para que las sociedades superen la violencia cotidiana que hace la vida tan dura y triste, es necesario desmontar creencias, costumbres, verdades que no tienen más sustento que el de mantener las jerarquías y las desigualdades. Como personas pensantes, conscientes de nuestra capacidad de defender la libertad, somos responsables de desenmascarar las falsedades y de sacar a luz los secretos que el patriarcado ha guardado para seguir explotando a las mujeres. La ciudadanía tiene la obligación de condenar los abusos e impedir que las violaciones sexuales sigan siendo normalizadas y toleradas.

Hablemos sobre sexualidad con nuestras hijas e hijos es una publicación que tuvo como origen la inquietud de saber sentida por mujeres organizadas en la Coordinadora Urbana de Organizaciones de Base Comunitaria, COUR, y del interés de la Asociación feminista La Cuerda por aportar al cuestionamiento crítico, al análisis complejo y a la elaboración de propuestas como Cuerpos y sexualidades libres que promueven la puesta en práctica de todos los derechos y más allá de ello, de los sueños de libertad y dignidad.

            Aunque este texto esté dirigido a madres, padres y tutores a cargo de menores y adolescentes, me parece que sería bueno que las personas adultas, viejas y ancianas también reflexionemos sobre nuestras sexualidades, mismas que nos han dicho que caducan o se acaban, pero que nos habitan y se transforman según transitamos por la vida.

Las sectas aliadas de la corrupción proponen políticas retrógradas, olorosas a inquisición. Promover “terapias de conversión”, prohibir textos y utilizar la violencia contra las disidencias son estrategias implementadas para el control y la dominación. Representan retrocesos autoritarios que pretenden adormecer conciencias y reprimir insurrecciones. Creo que no se requiere de muchísima inteligencia para darse cuenta de que los fanatismos se ejercen con distintos tipos de violencia y que pueden alcanzar niveles genocidas.

            Por fortuna hay personas informadas y políticamente definidas que no están dispuestas a bajar la cabeza y permitir que se les arrebaten sus derechos. Seña de ello es que existen en todo el país comunidades disidentes que se niegan a encajar de forma forzada en los patrones impuestos y que llevan a cabo sus búsquedas abierta y creativamente, con la fuerza que da saberse y respetarse como personas dignas integrantes de colectivos políticos.

            Prohibir el ejercicio de la sexualidad en libertad es una hipocresía descarada que habla de la falta total de ética que caracteriza a quienes usan su poder para oprimir. Hablar de nuestros deseos, sentimientos, experiencias sexuales nos permite acceder a un conocimiento fundamental para vivir a plenitud.

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