Quienes están en sus listas de contactos saben que a Max Araujo (San Raymundo Guatemala, 1950) le apasiona contar historias, dar noticias y explicar situaciones que rodean al ámbito cultural guatemalteco. Lo hace a diario, a través de correos electrónicos y grupos de WhatsApp. Y tiene conocimiento y autoridad para hacerlo, porque además de formar parte de estos círculos desde hace más de cinco décadas como escritor y gestor cultural, es abogado especialista en temas culturales y ha ocupado cargos como viceministro de Cultura y asesor, entre otros.
Habiendo incursionado en la literatura en los años 1970, y cofundado el grupo Rin-78 en la misma década, en los 80, se hizo evidente su deseo de reflejar lo que sucedía en el mundo cultural urbano de la Ciudad de Guatemala, a través de su columna El ojo de Max Araujo, primero por medio del diario El Imparcial y posteriormente en La Hora. En ese espacio tenía cabida desde el contenido formal de foros y mesas redondas, hasta confidencias de los que asistían.
A través de los años ha tenido experiencias personales y profesionales que lo han llevado a conocer los más variados personajes, vivir aventuras dentro y fuera del país, y escribir una gran cantidad de libros, que van desde los que tratan sobre la legislación cultural en el país, hasta cuentos y anecdotarios. A partir de 2022, luego de su retiro de actividades profesionales formales, comenzó una nueva etapa, en la que ha tenido más tiempo de leer, escribir y compartir. Y precisamente, en ese año, con el respaldo del Aporte para la Descentralización de la Cultura (ADESCA) y la edición de Francisco Morales Santos, publicó Memorias y Anécdotas Afables.
Las casi 300 páginas de esa obra se hicieron insuficientes para contener recuerdos, reflexiones y anécdotas que Max quería contar. Entonces, en 2023, presentó un segundo tomo que tituló La vida es hermosa para quien la construye hermosa. El libro, del cual hizo una edición limitada, se encuentra disponible en la actualidad en la librería Marquense, y recientemente, decidió trabajar una versión en PDF que compartió a todos sus contactos.
Entenderse y aceptarse
En este volumen, Araujo se muestra con bastante transparencia e incluso, sorprende con algunas confesiones acerca de sí mismo. “Ya pasé la etapa del bien y del mal… El joven generalmente está preocupado por su prestigio y por el qué dirán, en cambio, uno de viejo ya simplemente deja que el agua corra por el río”, asegura. “Uno empieza a hace inventarios de la vida”.
Pero no todo se trata de recuerdos y anécdotas, porque también abre la ventana a su mundo más íntimo al compartir hallazgos que le han llevado a un conocimiento de sí mismo y los hace públicos porque piensa que pueden serle útiles a otros.
“Finalmente, a mi edad, entendí algunos de mis comportamientos. Nunca pensé que yo tuviera el Síndrome de Asperger, pero así es”, expresa. Comenta que esta condición, recién descubierta, le provocó algunos problemas de interacción social. “Durante muchos años de mi vida no entendía por qué no me gustaban muchas cosas y mis relaciones eran tan difíciles”, admite. Afirma que, está seguro que de haber sido diagnosticado y tratado a tiempo, “hubiera cambiado algunas de mis maneras de actuar, que me trajeron algunos problemas e incomprensión”, refiere.
Asegura que se siente bien al haber encontrado respuestas. “Es sencillamente maravilloso descubrirme”, acota. Enfatiza en la importancia de conocer las circunstancias de cada persona, y evitar juicios, burlas y descalificaciones que pueden llegar a herir susceptibilidades.
Otra revelación es su reconversión al catolicismo, y lo hace en el capítulo que le dedica a la poeta Ana María Rodas, quien, según Max, ha experimentado algo similar en los últimos años. Desde hace algún tiempo, ambos escritores intercambian, a través del WhatsApp, oraciones y reflexiones que los han llevado a revalorar las enseñanzas que tuvieron en sus etapas tempranas por parte de sus familias, según refiere el autor.

El orgullo familiar
Tanto a través de su libro, como en sus pláticas, Max Araujo muestra el orgullo por su familia. Destaca los orígenes campesinos de su padre, Conrado Araujo. De él recuerda, entre otras cosas que era estricto, solidario, leal y parco. Cuenta cómo, a fuerza de trabajo arduo se convirtió en empresario de buses y trasladó a su familia de su aldea a la colonia Quinta Samayoa de la zona 7 capitalina. Además, le agradece que, a partir de los 15 años, respetó sus decisiones. A su madre, María Delfina Antonia Araujo Ruiz de Araujo, la recuerda como una mujer comprensiva, amorosa, elegante y de buenos modales. Señala que rezaba un rosario cada día, y las novenas cuando correspondían. Además, relata cómo transcurrieron sus últimos meses.
Cuenta que, con la boda de sus padres se inauguró el pequeño templo católico de su aldea natal, La Ciénaga. Además, el autor comparte que tuvo cuatro hermanos, dos hombres y dos mujeres. Uno de sus hermanos, José Marcelino, falleció con solo año y medio, mientras que el otro, José Mardoqueo, a quien identifica como un gran compañero para él, murió a los 52 años, en 2003. Aunque Max no tuvo hijos, afirma que los de sus hermanas, Dora Delfina y Carmen Alicia son su orgullo.
La incursión de Max en el mundo cultural tuvo sus raíces en los 11 años que estudió en el colegio Don Bosco. Ahí se volvió lector de la revista literaria que dirigía el Padre Hugo Estrada, a quien dedica uno de los episodios de esta entrega. Posteriormente, luego de terminar su carrera de Derecho en la Universidad Mariano Gálvez, decidió estudiar Letras y Filosofía en la Universidad Rafael Landívar.
Una amplia producción
A lo largo de su trayecto, Araujo ha publicado libros de legislación cultural como Brevario de Legislación Cultural (2006 y 2009), Del estímulo a las artes. Su legislación cultural. Inventario jurídico (2009), Brevario de Legislación Cultural sobre las expresiones culturales tradicionales, los conocimientos ancestrales y los derechos de los pueblos indígenas en materia de cultural (2011), La legislación cultural internacional y su incidencia en la cultura de Guatemala. Análisis y recopilación (2011), Derechos de autor y derechos conexos (2014) y El régimen jurídico del patrimonio cultural de Guatemala (2017).
Sus títulos literarios incluyen Atreviéndome a ser (1978), Cuentos, fábulas y antifábulas (1980 y 1990), La noche de un día duro (1981 y 2006), Cuatro cuentos y dos antifábulas (1983), Cuentos del desamparo (1984 y 1996), Puros cuentos los de mi abuelo y otros cuentos (1989), Días de contar (2002) y De balas, de bolos y de bolas (2014).
Otros de sus escritos acerca del ámbito cultural guatemalteco son Desandando huellas. Apuntes para el estudio de la literatura guatemalteca de los años ochenta del siglo veinte (2000), Las huellas en el camino. Apuntes de un modulista (2001), Las utopías aún son posibles. Joseph Wresinski una solución para América Latina (2007), Memorias y anécdotas afables. Personajes e instituciones de la cultura guatemalteca (2022) y Apuntes para el estudio de la narrativa, de algunos escritores de los setenta y ochenta del siglo XX (2023).
Personajes, entidades y experiencias
Uno de los primeros capítulos del libro La vida es hermosa para quien la construye hermosa es el dedicado al sacerdote español Ramón Cruz Adán Stürtze, un carmelita descalzo que luego de cumplir misiones en Malawi, África y dirigir la revista La Obra Máxima en España, llegó a Guatemala dos meses antes del terremoto de febrero de 1976. Además de ser asignado a la iglesia El Carmen de la zona 7, pronto comenzó una misión en asentamientos que surgieron luego del gran sismo, y que más adelante, se convirtieron en la colonia El Amparo, donde vivió por muchos años. Ahí surgió la asociación Módulos de Esperanza, proyecto en el que Araujo ha participado de diversas maneras.
Araujo también destaca el trabajo literario de Stürtze, quien no solo firmó obras con su nombre, sino también con pseudónimos como Víctor Pabsch, Cruz Pinilla y Juan Teresio del Carmen, entre otros.
Otro espacio solidario en el que Max ha tenido participación es el Movimiento ATD Cuarto Mundo. Su relación con esta entidad internacional surgió cuando en medio de una exposición de tejidos de San Jacinto, Chiquimula en la Alianza Francesa, Tasso Hadjidodou le presentó a Gerardo Bureau, quien era personero de la organización en Guatemala. Esta institución que nació en Francia en los años 50 había ya establecido algunas obras en Guatemala desde los años 70. Luego del encuentro, se dio la relación que Max relata en su escrito y que le ha llevado a tener experiencias conmovedoras a lo largo del tiempo.
El libro, de más de 390 páginas contiene 50 capítulos, en los que el autor combina datos biográficos tanto propios como de sus personajes, anécdotas divertidas y entretelones de hechos que han marcado tanto la cultura como la vida social del país. Entre los personajes que son protagonistas de sus propios capítulos se encuentran entre otros, el sacerdote y autor Hugo Estrada, el escritor Luis González Palma, el guitarrista Luis Juárez Quixtán, el editor Jesús Chico García y los escritores Adolfo Méndez Vides y María Elena Schlesinger. De estos dos últimos, incluso, Max dice ser testigo de su historia de amor.
Dedica también episodios a inmigrantes españoles en la cultura guatemalteca contemporánea y a escritores guatemaltecos de origen judío. De estos últimos hace especial mención a Eduardo Halfon, David Unger y Francisco Goldman. También cuenta su experiencia con Dante Liano, a quien conoció primero en su paso por el Colegio Salesiano Don Bosco y luego como catedrático en la Universidad Rafael Landívar. De ahí, Max le propuso participar en el naciente grupo literario Rin 78, y precisamente, el primer libro publicado por esta iniciativa fue Jornadas y otros cuentos, de Liano.
Y si bien, son valiosos los datos y vivencias con actores, más o menos conocidos de la literatura y el arte del país, Araujo se permite presentarle a sus lectores a personas que no han tenido reconocimiento público, tanto del ámbito público como de su más íntima realidad. Le abre la puerta, por ejemplo, a su abuelita materna, Doña Manuela Ruiz viuda de Araujo, conduce a un paseo por las calles de la colonia Quinta Samayoa, donde vivió por 53 años y relata lo que experimentó con la muerte de Estrella, una de sus mascotas.
Sin llegar a ser un libro autobiográfico, este volumen II sí contiene datos de la vida y trayectoria del autor, y lo hace muy específicamente en un capítulo que llamó Un ajuste de cuentas conmigo mismo. En ese espacio, el escritor brinda un recuento de sus libros, sus reconocimientos y cargos, que es muy útil para perfilarlo como el influyente personaje de la cultura que es, y que puede complementarse con la reproducción de una entrevista que en 2009 le concedió a Brenda Monzón. Araujo promete un nuevo volumen de vivencias para los próximos meses.
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