Las tarjetas postales llegaron a Guatemala con el advenimiento del siglo XX. Se pusieron de moda en Europa y Estados Unidos a finales del siglo XIX cuando la mayoría de los países autorizaron su circulación postal. Grandes artistas ingleses y alemanes plasmaron vistosas e ingenuas figuras en postales y viñetas, las que de un momento al otro recorrieron el mundo entero, llevando en sus reversos breves mensajes de índole público, dejando a la vista la inmensa diversidad cultural, artística y natural que nos rodeaba, junto con la sensibilidad y la moda de entonces.
Fue tal la fama y la aceptación de este nuevo formato postal que el mundo entero se apropió del mismo y rápidamente cada país comenzó a imprimir las propias. Por ejemplo, en Guatemala, fueron relevantes las colecciones con fotografías de paisajes, monumentos y personas del fotógrafo Alberto G. Valdeavellano, viajero incansable de ojo agudo que imprimió en sus postales lo que hoy consideramos un testimonio gráfico y antropológico de la Guatemala de principio del siglo XX.



Ejemplos de tarjetas postales con imágenes de Guatemala.
Con la llegada de la tarjeta postal, se produce en el mundo el primer boom de la comunicación informal, movimiento nunca antes visto o experimentado, que viajó libremente por el mundo en un intercambio cultural y social, superado únicamente por el cine, la televisión y hoy día por el mundo virtual.
Todo lo imaginable y tangible apareció impreso en las tarjetas postales, mucho de ello nunca antes observado, y cuanto más llamativo, mejor: vestigios de culturas perdidas, edificaciones antiguas, paisajes, y la tipológica humana y ética en todo su esplendor. Los últimos inventos de la época, en el campo de la ciencia y en la guerra y en la aviación. Además de todo el imaginario cursi y complaciente de la época victoriana, tan del gusto entonces, con que los usuarios festejaban y felicitaban por las Navidades, la llegada de un nuevo año, los cumpleaños o el día de San Valentín.
Con el furor de las tarjetas postales aparecieron los zeppelines cruzando los cielos alemana; las caricaturas de los personajes de época, los primeros biplanos, odaliscas con los cien mil velos, mujeres desnudas, ruinas mayas recién descubiertas de las selvas mexicanas y santas en tránsito en episodios marianos. El Titánic antes de zarpar de Southampton en 1912, los indios salvajes piel rojas desfilando por las calles de Londres o la maravilla de las cataratas del Niágara congeladas en el tiempo: nunca antes la cultura estuvo tan expuesta a tantos y diversos ojos; nunca antes el mundo quedó tan al descubierto como entonces. Nunca antes se había sucedido este maravilloso y dinámico intercambio cultural, poniendo al descubierto las diferencias abismales y la diversidad cultural.
Las tarjetas postales gozaron desde sus inicios del beneficio de tener un costo inferior al de una carta normal, con lo que se estimuló su circulación, a pesar que sus mensajes podían ser leídos por muchos. Surgieron infinidad de coleccionistas de postales en todo el mundo, y los jóvenes de antaño las coleccionaban con fruición, preservándolas en preciosos álbumes de cuero fabricados especialmente para dicho fin y en cajas y cajones de muebles: un resumen gráfico de las maravillas del mundo, un universo entero guardado en un cajón, y todo gracias al novedoso intercambio postal.
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