Mario Vargas Llosa presentó en Guatemala su novela Tiempos recios en el mes de diciembre de 2019. Leyéndola vi que el escritor peruano aludía a que en Guatemala se dice que el presidente Juan José Arévalo sobrevivió a 30 golpes de Estado. No era la primera vez que le leía tal aserción, pues Piero Gleijeses en La esperanza rota y otros autores lo habían escrito antes que él y en la memoria de mi familia siempre se repitió, lo mismo que en las conversaciones de militantes de la izquierda y de la derecha guatemaltecas.
De ahí que me pareció importante averiguar si tal cifra era cierta, pues no se puede negar que Arévalo sobrevivió a múltiples intentos de golpe de Estado durante sus cinco años en la presidencia y que esta forma de hacer política ha sido inherente al actuar de la derecha guatemalteca desde mediados del siglo XX.
Estando de paso en Roma antes de la pandemia, había leído el ensayo del historiador Alessandro Portelli sobre un hecho que sacudió la historia italiana antes del final de la II Guerra Mundial, como fue la masacre de las Fosas Ardeatinas por las tropas nazis. Portelli profundizó en el mito y los símbolos que dejó el hecho en el seno de la memoria presente de Italia, partiendo de considerar lo siguiente:
¿Cuáles son las fronteras de la memoria? Es decir, la interacción que se establece entre lo que consideramos un hecho histórico y lo que ocurre en las memorias individuales y colectivas, incluyendo acontecimientos imaginarios y falsos recuerdos, que perduran en el tiempo y se trasmiten a lo largo de generación en generación. Por ello, resulta importante esclarecer la historia a través de los testimonios, escritos, orales y gráficos que tenemos a nuestro a nuestro alcance.
De ahí que en diciembre del 2022, le planteé a mi colega Rodrigo Véliz, quien ha venido interesándose en la historia de la década revolucionaria de 1944-1954 en varios de sus frentes (historia diplomática del arevalismo, el papel de la Legión del Caribe en Centroamérica y la región caribeña, la repatriación de los germano guatemaltecos al país después de la Segunda Guerra Mundial, etc.), si estaba interesado en acompañarme en tal pesquisa teórico metodológica sobre los 30 golpes de Estado en contra de Arévalo. A Rodrigo Veliz y a mí nos pareció oportuno leer un ensayo más de Portelli: La formación de memorias múltiples en la Guerra Fría, poniendo interés en lo múltiple de las memorias.
Yo ya contaba con un primer barrido de la prensa guatemalteca del período 1945-1951, especialmente de El Imparcial y del diario oficial de la época, pero había que completarlo con más detenimiento en las hemerotecas del país, a la par de que era necesario leer las obras que se referían a tal hecho. Las escritas por el propio presidente y sus funcionarios, como la de los políticos de la oposición, los periodistas, etc. Así como lo escrito por los historiadores pasados o presentes que trabajan el período democrático y el surgimiento de la Guerra Fría en Centroamérica, como es el caso del uruguayo Roberto García Ferreira, o del estadounidense Aaron Moulton, para citar los más importantes.
Por su parte, Rodrigo recogió los datos referentes a la intervención en las tentativas de golpe por parte de países como Honduras, Nicaragua, La República Dominicana y Venezuela, y por supuesto, Estados Unidos por medio de dependencias como la CIA o empresas como la United Fruit Company. Así como la recopilación de documentos de las cancillerías de México, Chile, Argentina, Brasil, Uruguay y Gran Bretaña. En México, los enemigos del régimen guatemalteco eran muy activos y estaban en contacto con las embajadas de varios de estos países.
Al mismo tiempo debíamos empaparnos teóricamente en torno a las diferencias de lo que es un golpe de Estado, una asonada, una rebelión armada, plantones, etc., con el fin de poder tener elementos para juzgar si todos los hechos denominados por la prensa como golpes de Estado, lo eran o no. Lo que permitiría ir midiéndolos numéricamente para saber si la cuenta llegaba al número simbólico de 30 o si la memoria colectiva había creado un mito con esta cifra, manejados por dos memorias contrapuestas: la de la izquierda y la derecha en Guatemala.
El resultado fue que nosotros encontramos datos sobre 22 acciones en contra del presidente, de los cuales 12 eran abiertamente golpes de Estado y los otros 10 diversas formas de descontento hacia su gobierno y figura pública. Por supuesto, siempre cabe la duda razonable sí habíamos logrado registrar fehacientemente todos los hechos o si se nos escapaba alguno o algunos de ellos. Es muy posible, pero parece difícil que estos llegaran al número simbólico de 30.
¿Por qué, entonces, se fijó en la memoria de los guatemaltecos y guatemaltecas tal cifra? En gran medida porque tanto los arevalistas como los antiarevalistas la hicieron suya por diferentes razones de orden político. El presidente y sus partidarios para dejar en claro que la solidez de su mandato presidencial permitió hacer fracasar múltiples intento de derrocarlo vía la conspiración violenta. Sus detractores, añorantes de la dictadura ubiquista o abiertamente opositores a sus reformas sociales, para señalar la importancia de la oposición a éstas a pesar de ser llevadas adelante por un gobierno emanado legítimamente de una elección democrática. Asimismo, porque el complot era y ha sido una práctica de las fuerzas conservadoras y anticomunistas del país.
En marzo de 2023, tuvimos un primer texto que mandamos a la revista de la Universidad Católica de Chile, pero nos respondieron amablemente que sus dictaminadores no veían la relevancia histórica para Latinoamérica por ser un caso muy propio de Guatemala. Véliz y yo comprendimos que la relevancia era para los guatemaltecos y guatemaltecas, así como para los centroamericanos por el papel político del gobierno de Arévalo a nivel del istmo. De ahí que reorientamos el trabajo a la versión que ustedes podrán leer en el libro editado por Catafixia, que hoy se presenta en este espacio simbólico [el Pasaje Rubio] para la democracia guatemalteca y para la juventud universitaria por el sacrificio de Oliverio Castañeda.
En noviembre del año pasado Véliz entabló conversaciones con Luis Méndez y Carmen Lucia Aguilar, los animadores de los esfuerzos de Catafixia, con el propósito de que fuese publicado en Guatemala. Les interesó, sobre todo porque los resultados de la primera vuelta electoral a la presidencia, había puesto a Bernardo Arévalo como uno de los dos contendientes a la elección definitiva de enero de 2024. Todo ello en momentos en que se desataba nuevamente la fiebre conservadora de resolver las derrotas electorales por la vía conspirativa del golpe de Estado.
Por azares de la vida, praxis políticas y mentalidad idiosincrática, Rebeliones sin masas. Los 30 golpes contra Arévalo y los inicios de la Guerra Fría en Centroamérica, se volvió así una obra premonitoria del hilo que une con el presente hechos históricos y memorias individuales y colectivas del pasado. Ahora escucharemos cómo un lector, esta vez privilegiado, como es Bernardo Arévalo de León por el cargo que ostenta, su relación con el expresidente Arévalo Bermejo y los estudios que posee, comentar este esfuerzo de seguir ahondando profesionalmente en la historia del país, cuando lo que predomina en Guatemala actualmente es el opinionismo, individualista o corporativo, a ultranza.
Gracias Bernardo en nombre de Rodrigo Véliz y el mío, gracias Luis, Carmen Lucia y Álvaro Sánchez, el ilustrador de la bella portada, y a todos los presentes por acompañarnos.
(Texto leído por el Dr. Arturo Taracena Arriola durante la presentación del libro en el Pasaje Rubio, el 27 de junio de 2020)
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