Siempre hay una oveja negra. Alguien que desafía las reglas y reta a la moral imperante, a la política dominante, al llamado buen gusto y a las costumbres, etcétera. Suele decirse “fulano es la oveja negra de la familia”, el diferente, el otro, el que se aleja del rebaño.
Monterroso publicó su segundo libro, La oveja negra y demás fábulas, en 1969, es decir una década después de Obras completas y otros cuentos. El segundo fue aún más breve que el primero. En pleno dominio del boom el gran tímido de Tito no tenía prisas y en cambio proclamaba: “El humor es una máscara y la timidez otra. No dejes que te quiten las dos al mismo tiempo”. Después afirmaría: “Poeta no regales tu libro, destrúyelo tú mismo”. No buscaba lectores, pero los lectores acabaron buscándolo y lo siguen haciendo.
No fue parte del boom pero se subió a la ola experimental a su manera, en solitario, proponiendo la explosión de los géneros y sus límites, en el estricto sentido de la ficción por la ficción. El ensayo que se vuelve cuento y viceversa. Ensayo, cuento y fábula son los géneros favoritos de Monterroso. Tanto que quiso reunirlos en un solo género múltiple, y por lo tanto híbrido. Todo texto es una fábula y los géneros resultan convenciones traspasables. Llegó a proponer la entrevista como género, tal vez subgénero, y nos pone enfrente su arrollador libro Viaje al centro de la fábula.
A pesar de que el boom vendía novelas de muchas páginas, las fábulas tuvieron un impacto formidable entre críticos y escritores, mayor aún que el que tuviera Obras completas y otros cuentos. El crítico sueco Karl Steineck ha afirmado: “El que piense leer solo un libro en la vida asegúrese que ese libro sea La oveja negra y demás fábulas”. El generador de la literatura de ciencia ficción, el ruso Issac Asimov, decía que las fábulas de Monterroso “muerden si uno se acerca a ellos sin la debida cautela y dejan cicatrices, y por eso resultan provechosas. Después de leer El mono que quería ser escritor satírico, jamás volveré a ser el mismo.” Gabriel García Márquez por su parte aseguró: “Su peligrosidad se funda en la sabiduría solapada y la belleza mortífera de la falta de seriedad”.
El humor en Monterroso se vuelve una epistemología y el uso a discreción de diversos registros se convierte en un recurso subversivo, heterogéneo, mutante. El hispanista de la Universidad de Estocolmo, Anders Cullhed, hace un curioso parangón entre el humor de Monterroso con la resonancia de cierta tesis presocrática. Augusto Monterroso le enmienda la plana al filósofo presocrático Jenofonte con su fábula del caballo que imagina a Dios: “Si los caballos fuéramos capaces de imaginar a Dios lo imaginaríamos en forma de jinete”.
En 1969 Tito con dos libros, a los 50 años de edad, era ya un escritor consagrado y de culto en América y en varios países de Europa. La académica española Francisca Noguerol, especializada en Monterroso desde la defensa exitosa de su tesis doctoral La trampa de la sonrisa, desarrolla la teoría del hibridismo en los géneros. La transgresión de estos como un tema constante en la historia de la literatura y que con Augusto Monterroso ha alcanzado las mayores alturas en la narrativa castellana posmoderna.
La oveja negra y demás fábulas retoma una tradición mesoamericana que parte desde las historias de nahuales del Popol Wuj a las fábulas coloniales de la Capitanía General de Guatemala, con autores como García Goyena, Rafael Landívar y las de la Independencia de Simón Bergaño y de Matías de Córdova.
Las fábulas concretan el proyecto literario de Tito de unir sus géneros favoritos. Además, el uso de su especialidad: la brevedad o economía literaria. Monterroso tiene una escritura precisa y cargada de significados. Es creador de textos exactos, donde no falta ni sobra una palabra. Sus fábulas no son textos a lo clásico antiguo, Esopo y Fedro, o con moralejas a lo Lafontaine, Samaniego o Iriarte. Presentan formas parecidas con contenidos diferentes. En realidad, parodias de fábula. Monterroso entendió que ya no se podía escribir como los clásicos, solamente en forma de parodia, como lo ha resaltado la académica belga An Van Hecke. En las fábulas monterroseanas no solo hay animales sino elementos como un rayo cuyo título es casi tan largo como la fábula entera:
“El rayo que cayó dos veces en el mismo sitio: Hubo una vez un rayo que cayó dos veces en el mismo sitio; pero encontró que ya la primera había hecho suficiente daño, que ya no era necesario, y se deprimió”.
O la fábula del Paraíso imperfecto: “Lo único malo de irse al cielo es que allí el cielo no se ve”.
Monterroso, repetimos, elimina la moraleja de todas sus fábulas. Recurre en cambio a la intertextualidad, uno de sus recursos favoritos y de inspiración genuinamente cervantina. Monterroso sería el perfecto ejemplo para Gerard Genette y sus teorías del intertexto, palimpsesto y paratexto. Y para Barthes y Julia Kristeva y las referencias metodológicas de interpretación de la función de la intertextualidad: todo texto es producto o proviene de otro texto.
Se ha especulado sobre la influencia del escritor satírico y dibujante norteamericano James Thurber que en 1956 había publicado el libro Fábulas para nuestro tiempo. Monterroso siempre lo negó. Las fábulas de Thurber son más largas y tienen moralejas. Otra coincidencia entre ambos es la pasión por el dibujo y el humorismo satírico en relatos. De hecho, uno de los textos preferidos de Monterroso era el cuento de Thurber La vida secreta de Walter Mitti. En todo caso, las fábulas de Monterroso podrán tener antecedentes, pero no tienen precio.
Desde el principio La oveja negra y demás fábulas está lleno de pequeñas trampas, de “emboscadas al lector”, incluyendo el epígrafe de entrada:
“Los animales se parecen tanto al hombre que a veces es imposible distinguirlos de este”.
K’nyo Mobuto.
A primera vista este epígrafe resulta un texto de evidente obviedad. Pero encierra una especie de broma que cumple una función cognitiva recordando el origen animal de la especie humana y su relación biológica con las otras especies. La intención se descubre solo al final en el índice onomástico y geográfico donde se informa que K’nyo Mobuto es un antropófago, es decir se trata de un caníbal. Canibalismo simbólico referido a la agresividad humana. Y a fieras como leones, tigres y lobos.
La fábula que da origen y sentido al libro, La oveja negra, condensa significados múltiples y crea símbolos con el uso del negro, lo diferente, y el blanco, lo que hoy llaman el mainstream o la mayoría que actúa irracional y masivamente. El tema del bien y el mal está tratado en otras fábulas del libro. En La oveja negra se traza en 11 líneas el tema de la reinterpretación de la historia. Lo que es verdad hoy no necesariamente será la misma verdad en el futuro. El villano puede ser héroe en el mañana. Por ejemplo, a César Augusto Sandino ejecutado por Somoza se le erigieron estatuas medio siglo después. Aunque la estatua de Somoza fue derribada por una multitud el 19 de julio de 1979, como lo había profetizado el poeta Ernesto Cardenal. En cambio, la estatua simbólica de Sandino está siendo ahora derribada por un Daniel Ortega y sus ovejas.
La oveja negra es también el tema del rechazo a la diferencia, del otro diferente, que no solo sufre el rechazo, en este caso por ser una oveja negra, sino que es fusilada. A la vez encontramos una crítica a la doble moral, a la contradicción que hay en todo arrepentimiento. Tantos significados: la historia, la normalidad y la diferencia, la intolerancia. Tanto humor: la estatua de una oveja montando un caballo. Todo en un texto tan breve y sencillo como genial:
“En un lejano país existió hace muchos años una oveja negra. Fue fusilada. Un siglo después, el rebaño arrepentido le levantó una estatua ecuestre que quedó muy bien en el parque. Así en lo sucesivo, cada vez que aparecían ovejas negras eran rápidamente pasadas por las armas para que a las futuras generaciones de ovejas comunes pudieran ejercitarse también en la escultura”.
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