Ilustración: Amílcar Rodas
Haber descubierto y traducido por primera vez el Pop Wuj, también llamado Popol Vuh, es el mérito más reconocido de Fray Francisco Ximénez. La relevancia del hallazgo y el trabajo realizado por este religioso español en el siglo XVIII ha trascendido el tiempo y el espacio. Pero ese emblemático logro no fue el único aporte de Ximénez, y el sociólogo Virgilio Álvarez Aragón se sumergió en una tarea de más de cinco años de investigación y varios meses de redacción y edición para brindar una visión más completa acerca de los aportes que el religioso español realizó y los presenta en su libro Pop Wuj: Francisco Ximénez y el laberinto de los manuscritos, editado por F&G Editores, con el respaldo de Aporte para la Descentralización de la Cultura (Adesca).
El ejemplar de 277 páginas no solo conduce al lector a través de la historia personal de Ximénez, de la cual, como bien anota el autor, hay pocas referencias dadas por sí mismo, también analiza con detenimiento los contextos sociales y las circunstancias que rodearon su quehacer. Con ayuda de más de 115 fuentes de información y un trabajo de campo realizado en archivos de distintos países, se logra un rescate documental en el que pueden apreciarse desde el que puede ser el Registro de bautismo de Ximénez, hasta los manuscritos de sus más relevantes obras.
Un hombre de convicciones
Aunque la mayoría de las biografías de Ximénez señalan el 23 de noviembre de 1666 como la fecha de nacimiento del traductor y lingüista, Álvarez encontró algunos documentos e investigaciones que, en principio, señalan que podría haber un error y que quizás, habría nacido el 28. De lo que sí no cabe duda es del lugar del natalicio que es el municipio de Écija, perteneciente a la provincia de Sevilla, en Andalucía, España, porque en algunos de sus escritos evoca su ciudad natal y sí hay en los registros encontrados un acta bautismal que coincide con las fechas anotadas.
También, debido a algunos documentos hallados surgen otras dudas, por ejemplo, si realmente Ximénez era el apellido de su padre o no, porque en algunos documentos, el propio Francisco señala a su madre como una joven viuda, y después, aparece casada precisamente con un Francisco Ximénez con quien procrea otros hijos. Sin embargo, como el religioso fue bastante tímido para hablar de sí mismo, en cuanto a su familia y sus orígenes, no existen certezas.
Lo que sí desvela Álvarez es que, luego de ingresar al convento entre los 16 y 17 años, antes de cumplir los 20 toma la decisión de embarcarse hacia América. Sorprende ver que Ximénez no había sido inicialmente considerado entre el grupo de 45 sacerdotes, coristas y cinco legos que se habían solicitado para esa misión. Lo cierto es que, como lo anota Álvarez, el joven Francisco formó parte del grupo de 29 frailes que se encaminaron hacia la Provincia dominica de Chiapas y Guatemala.
Álvarez señala que el joven religioso llega con la convicción de predicar su religión y así salvar almas de los indígenas e intuye que “formó parte del último grupo de dominicos que defendían con pasión y vehemencia la propuesta ideológica-religiosa de Bartolomé de las Casas”.
Su encuentro con la realidad que se vivía en esta parte del planeta, debe de haber sorprendido al joven idealista y es que como lo señala Álvarez, “constató rápidamente la ambición y la codicia de los criollos, quienes como el alcalde mayor Sebastián Olivera, no escatimaban mecanismo ni mentira para apropiarse del trabajo y producto de los indígenas…” Además, pudo darse cuenta de la intensa disputa entre la jerarquía de la iglesia católica, especialmente del obispo con las distintas órdenes religiosas ya asentadas para ese entonces.
Para el tiempo de la llegada de Ximénez a Guatemala, aún había espacios en los que los nativos no habían cedido ante el acoso de la conquista, uno de ellos era El Chol. Esta población representaba todo un reto para los dominicos, la orden a la que pertenecía Ximénez. Ellos buscaban una solución pacífica contra la propuesta de las autoridades criollas de someter a la población violentamente. Los enfrentamientos en esa población dejan honda huella en Francisco, ya que dos de sus compañeros son martirizados. A pesar de ello, él no manifiesta odio hacia los indígenas, sino muestra comprensión ante su rechazo hacia los españoles y sus abusos.
Durante toda su historia, Ximénez es constante en sus críticas al comportamiento tanto de los criollos como de los españoles peninsulares hacia los indígenas. Muchas de estas quedan anotadas en el libro de Álvarez.
Cercanía lingüística
Si bien las Nuevas Leyes de Indias habían establecido que gobernantes y religiosos aprendieran los idiomas de los indígenas con el fin de influir en las poblaciones conquistadas, eran pocos los criollos que estaban dispuestos a hacerlo. Ximénez es consciente de que si se busca cimentar convicciones religiosas en las poblaciones debe hacerse desde sus lenguas maternas. Álvarez anota que Ximénez no se asume como un intelectual “coleccionista de informaciones y documentos”, pero tampoco es el destructor y combatiente visceral de todo lo que se refiriera al pasado precolonial de los pueblos indígenas. “Admiró y se apasionó por sus idiomas y con ello de su cultura, justificó sus creencias místicas aún con explicaciones bíblicas increíbles y falaces, aunque no por ello descabelladas para las creencias y conocimientos de la época”, anota Álvarez en sus conclusiones.
Sus esfuerzos por acercar a los indígenas a sus creencias por medio del conocimiento del idioma se vieron olvidados, ya que menos de 30 años después de su muerte, las leyes ya habían cambiado. Álvarez señala que “a partir de 1756, el arzobispo de Guatemala, José de Figueredo y Victoria, puso en vigor en toda la diócesis la cédula real por la que se debía enseñar la doctrina cristiana en lengua española a los indígenas en todo el reino”. Fue así como la obra lingüística de Ximénez perdió utilidad para su orden religiosa.
El Pop Wuj, críticos y versiones
El hallazgo del Pop Wuj está íntimamente ligado al interés del sacerdote por promover su religión a través de los idiomas indígenas. Ximénez llegó a ser cura doctrinero en Santo Tomás Chichicastenango, entre 1701 y 1703, y ahí se encuentra con este manuscrito en quiché, pero con caracteres latinos. A partir de esta transcripción, usando sus conocimientos del idioma, traduce, primero palabra por palabra, lo ahí consignado y de ahí nace la primera versión que titula Empiezan las historias. En esa, el fraile incluye el texto tanto en español como en quiché.
Posteriormente, según explica Álvarez, realiza la segunda, que Ximénez incluyó al inicio de su Historia de la Provincia de San Vicente Chiapas y Guatemala. Aquí ya solo coloca la versión en español.
Álvarez explica que “la mayoría de los traductores del Pop Wuj han partido del supuesto de que Ximénez, en su versión Empiezan las historias, no hizo una traducción adecuada del texto original, acusándolo, a veces, como hace Charles Étienne Brasseur de Bourgourg (responsable de la primera versión en francés), de no tener el dominio adecuado del idioma”. Sin embargo, para cuando Ximénez realiza la traducción tiene ya, al menos una década de estar en contacto con el idioma quiché. El investigador señala que “los idiomas nativos apenas fueron trabajados en su gramática y ortografía por los misioneros religiosos, y solo en muy escasas ocasiones tenemos evidencias de que algunos descendientes de las élites indígenas hayan llegado a redactar algunos documentos”.
Anota Álvarez, que “la obra, escrita en caracteres latinos en las primeras décadas luego de la conquista, en un idioma que recién empezaba a serlo, no podía expresar de manera tan exacta y clara lo que él o los autores deseaban comunicar”. A pesar de las críticas y los detractores, una verdad que Álvarez hace notar es que, se quiera aceptar o no, las versiones del Pop Wuj o Popol Vuh que han salido a través de los años, tienen como obligada referencia el trabajo realizado por Ximénez.
Otra obra de Ximénez es Historia, a la que Álvarez identifica como “la declaración más firme de su visión y afecto por los pueblos indígenas”. Señala que “no es una historia escrita con el rigor minucioso que en la actualidad exigiría la academia, pero resulta tanto o más documentada que La Crónica de Vásquez y la Recordación Florida de Fuentes y Guzmán”.
Ximénez estuvo asentado durante más de 10 años en Rabinal y ahí produjo Primera parte del Tesoro de las lenguas cakchiquel, quiche y zutuhil, llamado también Tesoro y el arte de las tres lenguas. Tesoro es un extenso vocabulario en el que presenta la traducción de palabras en quiché y sus variantes en los otros dos idiomas, reseña Álvarez.
En la obra de Virgilio Álvarez, que ya se encuentra disponible en librerías, se exalta, además del innegable aporte de Ximénez a través de la primera traducción del Pop Wuj, su incansable disputa y denuncia contra los españoles y criollos por los abusos cometidos contra los indígenas. Se hace notar, como la mayor parte de la obra fue dispersada y menospreciada por mucho tiempo. También se da cuenta de lo que ha sucedido con sus manuscritos a lo largo de los siglos.
Más allá del personaje y su obra, el libro Pop Wuj: Francisco Ximénez y el laberinto de los manuscritos muestra como este personaje se atrevió a contradecir a los cronistas clásicos que justificaron el abuso y los horrores de la Conquista. Ayuda también a diluir un poco la idealización de la Colonia y permite abrir nuevas conversaciones acerca de la importancia del idioma, la identidad y la valoración de la riqueza cultural.
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