Exilio y retorno de Milla

José Milla y Vidaurre antepone la interpretación correcta, justa y ética de la ley frente a la arbitrariedad, la corrupción legal y la distorsión del ordenamiento jurídico. La constante lucha por la justicia, en medio de desafíos tanto personales como sociales.

Jaime Barrios Carrillo     agosto 4, 2024

Última actualización: agosto 4, 2024 1:26 am

José Milla y Vidaurre (1822-1882) acaparó la atención del público guatemalteco de su siglo. Su presencia fulgurante se vio no solo en los libros y en la prensa, sino en los espacios de discusión y esparcimiento cultural de aquellas tertulias del siglo XIX, que tanto impresionaron a José Martí. En periódicos como La Semana, Milla presentaba por entregas sus novelas; seguidas con gran expectación llenaron la mente y la imaginación de generaciones de centroamericanos. 

Seymour Mentón (1927-2014) de la Universidad de Nueva York afirma que Milla “fue uno de los primeros autores de toda Hispanoamérica que cultivó sistemáticamente la novela histórica”. En La hija del Adelantado (1866) se presenta el mestizaje: la hija del conquistador Pedro de Alvarado es Doña Leonor, concebida con la princesa tlaxcalteca Xicotencatl. Milla es en esto un precursor, adelantándose casi un siglo al aclamado dramaturgo Carlos Solórzano (1919-2011) con su pieza Doña Beatriz, La Sinventura (1954).  

El escritor y académico Dante Liano de la Università Cattolica del Sacro Cuore en Italia hace una caracterización del perfil de Milla en su libro La palabra y el sueño (1984):

“Milla no es un diletante ni un improvisado. El corpus de su obra, consistente y sólido, testimonia un momento crucial: el de la consagración de la novelística nacional y la continuación de la tradición prosística guatemalteca […]  Su ejercicio profesional de la literatura es subrayado por un estilo pulido, claro y correcto que se corresponde con la maestría en la presentación de las tramas. Su prosa es fluida y clásica y el manejo de los diálogos contribuye en gran parte a la verosimilitud…” 

No obstante sus méritos literarios y periodísticos, Pepe Milla también tuvo su exilio (1871-1875) a la caída del régimen conservador de Vicente Cerna en 1871. Tras el triunfo liberal, se embarca rumbo a San Francisco y ahí toma un tren a Nueva York. La larga travesía en el ferrocarril le sirve para comenzar a escribir diálogos entre sus futuros personajes, Juan Chapín y Salomé Jil, que darán origen al sorprendente libro Un viaje al otro mundo pasando por otras partes, que sería publicado a su regreso a Guatemala en 1875. Pasa las navidades en Nueva York y permanece en esa ciudad hasta junio de 1872, cuando se embarca a Londres y del puerto de Southamton toma un barco a Francia. En París consigue un trabajo en el Correo de Ultramar. Y desde Paris hace viajes a Italia, Bélgica, España, Inglaterra y a otras ciudades francesas como Niza. En Madrid es admitido como miembro de la Real Academia Española de la Lengua.

En un iluminador ensayo sobre Milla, Luis Aceituno se pregunta “¿Quién es realmente Juan Chapín?” para contestarnos: “…nace Juan Chapín, nace el hombre americano, nace el guatemalteco, nace la nueva cultura, nacemos nosotros”. Aceituno agrega:

“Lo que más sorprende de Un viaje al otro mundo, pasando por otras partes es su absoluta modernidad, ya sea en su estilo como en su estructura. Es inevitable preguntarse, cómo un escritor de costumbres y de nostálgicos melodramas coloniales pudo construir un libro tan inclasificable, tan adelantado a su tiempo, tan incomprendido por todas las generaciones venideras. Su lectura nos derrumba cualquier idea preconcebida que pudiéramos tener sobre Milla, como escritor ameno y pintoresco, pero retórico, rimbombante, desfasado y detenido en el tiempo”.

Después del retorno del exilio en Europa, Milla comienza a publicar una columna semanal en el Diario de Centro América, fiel a su vocación periodística. Un año antes de su muerte publica la novela Memorias de un abogado (1882) que comenzó a escribir en París. También había recibido el encargo de una Historia de Centro América por el gobierno liberal. Milla era el escritor nacional más significado y un estudioso de la historia. Fue lector acucioso de los historiadores Domingo Juarroz, Alejandro Marure y Lorenzo Montufar, así como de cronistas como Bernal Díaz del Castillo y Antonio de Remesal. Su biógrafo, el académico norteamericano Walter A. Payne de la Universidad de Florida, resalta que el gobierno pretendía consolidar la idea de la nacionalidad por medio de una historia del Istmo centroamericano que iría en concordancia con el proyecto de unificación de América Central, como la república federal que había sido después de la Independencia en 1821, con Guatemala como capital. 

La situación económica de Milla era además precaria, lo fue durante casi toda su vida, señala Payne. Y al gobierno liberal le convenía un Milla que trabajara en un proyecto oficial y no uno que criticara al régimen por la prensa. Payne resalta la imagen y presencia de Milla en Centro América como la de un talentoso y productivo escritor, historiador y pensador. Payne relata en su monografía sobre Milla que al día siguiente de su muerte en el Diario de Centro América apareció el espacio de la columna de Milla en negro como señal de duelo.

Milla, cuenta el escritor y político Francisco Lainfiesta en sus memorias, era de los pocos visitantes que el presidente Justo Rufino Barrios recibía personalmente en la puerta de Casa Presidencial y despedía de la misma manera. Su sepelio fue un suceso multitudinario. Está enterrado en el Cementerio General de Ciudad de Guatemala y hace unos años una noticia en un diario denunciaba la vandalización de su tumba, al haberse llevado ladrones anónimos la mayoría de las letras de bronce con las que estaba escrito el nombre de José Milla y Vidaurre, presumiblemente para fundirlas y revender el metal, relata la nota de prensa. 

Milla en su exilio experimentó el conocimiento directo de la riqueza literaria y cultural de Europa. Lo que se refleja en la novela Memorias de un Abogado. No se trata de una biografía sino una obra de ficción presentada en forma de memorias. La trama es la agitada vida de Francisco Roxel, acusado injustamente y condenado a muerte en proceso viciado y espurio, pero salvado en último momento. Roxel decide entonces estudiar derecho para formarse como un abogado con ética. 

José Milla y Vidaurre antepone la interpretación correcta, justa y ética de la ley frente a la arbitrariedad, la corrupción legal y la distorsión del ordenamiento jurídico. La constante lucha por la ley y la justicia, en medio de desafíos tanto personales como sociales. Milla cita nombres relevantes del Derecho como César Beccaria y su obra De los delitos y las penas, donde este teórico italiano crítica y deslegitima la pena de muerte. La interpretación viciada de la ley puede llevar a la judicialización de la política, cuando los recursos legales se convierten en armas para castigar y reprimir a los ciudadanos. Memorias de un abogado no es, sin embargo, una novela ideológica o de tesis. Va más allá, siendo capaz de profundizar en la condición humana a través del comportamiento de los personajes.

Por ejemplo, el joven Francisco Roxel ha perdido a su padre, y es entregado al cuidado de su tío Cristóbal que somete a Roxel a un trato degradante y lo explota en su fábrica de telas y mantas. En otras de sus novelas encontramos al recurrente personaje huérfano o abandonado por sus padres, como el cadete Gabriel Fernández en Historia de un Pepe, que llega a saber que es hijo del bandido Pie de Lana y obligado a perseguirlo. Hallamos aquí una reelaboración de auto ficción: Pepe Milla mismo fue abandonado por su padre, el coronel hondureño José Justo Milla Pineda.

El padre de Milla fue jefe de Estado de Honduras y obligado a un exilio definitivo en México en 1827, donde volvió a casarse tras la muerte temprana en 1828, acaecida en Guatemala, de su esposa y madre de Milla, la guatemalteca Mercedes Vidaurre. José Milla y Vidaurre fue creado por su tío Santiago Milla. Ya adolescente fue acogido en el Colegio Tridentino por el canónico José María Castilla. Realizó después estudios de abogacía en la Universidad de San Carlos, pero abandonó la carrera para seguir su vocación: la literatura y el periodismo. 

Milla fue católico convencido, como lo sería Miguel Ángel Asturias, quien también estudio derecho. Asturias se graduó, pero nunca ejerció ya que su vocación como la de Milla era la literatura y el periodismo. Asturias retoma la tarea de buscar la idea de nación en sus textos. Y resulta sorprendente la similitud de la frase inicial de El Señor Presidente (1946) con la de Memorias de un abogado de Milla, publicada 65 años antes. Ambas novelas comienzan con una mención de los mendigos. La mendicidad en la tradición católica se vincula con la importancia de la caridad, reflejando el amor por el prójimo. Sin embargo, existe una estigmatización de los mendigos, vistos como los más bajo de la sociedad: una dualidad entre la caridad y la percepción negativa del mendigo. La frase inicial de la novela de Milla reza: “Los mendigos cubiertos de llagas, verdaderas o falsas”.  La de Asturias en El Señor Presidente, después de la célebre jitanjáfora del alumbre, dice: “Los pordioseros se arrastraban por las cocinas del mercado, perdidos en la sombra de la Catedral helada…”.

Luis Cardoza y Aragón en Guatemala, las líneas de su mano (1955), nos habla de un Milla que está siempre “observando, estudiando, fabulando”. Cardoza lo llama “El Gran Abuelo”. En definitiva, “su obra es para nosotros -escribe Cardoza- no un intento fallido o un balbuceo urbano. Es un acontecimiento nacional.”

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