Efemérides y gobierno de Arévalo

La conmemoración de los 500 años de la invasión española, no solo debe centrarse en la llegada de los colonizadores europeos, sino también en la resistencia y la resiliencia de los pueblos indígenas.

Jaime Barrios Carrillo     junio 30, 2024

Última actualización: junio 29, 2024 7:22 pm

En una reciente columna, Luis Alberto Padilla pone sobre la mesa la necesidad de mejorar e incrementar la comunicación a la ciudadanía de planes, acciones y visiones del gobierno de Bernardo Arévalo. Afirma Padilla: “Es hora de que la Secretaría de Comunicación Social de la Presidencia ponga en marcha una política comunicacional apropiada.”

El Pacto de Corruptos y otras fuerzas antirrealistas y antidemocráticas hacen lo suyo. Se la pasan difundiendo informaciones tergiversadas y calumnias. Llevamos décadas de desinformación y mentiras.

El gobierno de Bernardo Arévalo y Karin Herrera, seguramente debido a la muy difícil situación estructural que afrontan, no han mostrado gran dinamismo para conmemorar las importantísimas efemérides que se cumplen este año, como son los 80 años de la Revolución de Octubre y los 70 de la caída del presidente coronel Jacobo Árbenz. La Primavera Democrática debería ser resaltada con eventos masivos, publicaciones y, de nuevo, una política de comunicación apropiada.

Dos efemérides significativas han sido también pasadas por alto, los 500 años de la invasión española o “Conquista” y los 80 años del asesinato de la maestra María Chinchilla.

Matanza del Templo Mayor. Pintura contenida en el Códice Durán.

La primera conmemoración resulta de significación mayúscula para Guatemala, por el componente mayoritario de la población indígena y su histórica marginación y opresión durante cinco siglos. Pero de entrada, la composición casi exclusivamente ladina del gabinete fue una decepción. No basta con reconocer la deuda histórica con los pueblos originarios. El asunto es cómo se pasa de la palabra a la acción, teniendo en cuenta de que es un riesgo innecesario alejarse de la base social indígena/campesina que en última instancia es la garante actual de la democracia en el país. Demasiada corrección política hace daño. Se trata de llevar el discurso a una práctica social antihegemónica.

Hubiera sido la oportunidad para visibilizar la lucha y resistencia de los pueblos originarios contra el racismo y la explotación económica. Sin pasar por alto que fue gracias a las grandes movilización de los pueblos originarios y sus representantes y organizaciones que el gobierno de Bernardo Arévalo y Karin Herrera pudo asumir el poder a pesar del conocido proceso de golpe de estado en cámara lenta, y no tan lenta, que el Pacto de Corruptos por medio del Ministerio Público y las cortes cooptadas intentaron realizar, !y continúan!

La conmemoración de los 500 años de la invasión española, no solo debe centrarse en la llegada de los colonizadores europeos, sino también en la resistencia y la resiliencia de los pueblos indígenas. Este hito es una oportunidad para reconocer y valorar la rica herencia cultural de los pueblos originarios para reflexionar sobre las injusticias históricas que aún afectan a estas comunidades. Recordar la invasión es esencial para fomentar un sentido de justicia histórica y la promoción políticas inclusivas y reparadoras.

La segunda efeméride en cuestión es el asesinato de María Chinchilla. No basta con un evento en el palacio de la Cultura o con difundir algún comunicado en las redes sociales. La muerte de María Chinchilla marcó un hito en la historia del magisterio nacional y de la participación de éste en los procesos de cambio y emancipación. Su muerte refleja el sacrificio de aquellos que lucharon por una Guatemala más justa y equitativa. Honrar su memoria cada año es un acto de reconocimiento a todos los que han dado su vida por la libertad y la justicia, y un recordatorio de la importancia de la educación como herramienta de cambio social.

En la actualidad, con la usurpación del auténtico sentido magisterial por las huestes lideradas por el señor Joviel Acevedo, hubiera sido un componente relevante resaltar el perfil de una mártir admirada y el sentido ético y moral de su heroica gesta. Creo que habría valido la pena la acción interinstitucional en esta efeméride entre los ministerios de Educación y de Cultura. Recordemos brevemente los hechos:

María Chinchilla

El 25 de junio 311 ciudadanos hicieron pública un memorial de protesta contra el régimen pidiendo el restablecimiento de las garantías suspendidas. Se llamó a una manifestación que fue duramente reprimida. El capitán de caballería Ramiro Gereda Asturias comandaba las tropas del gobierno. En la tarde mujeres, muchas de ellas maestras, se reunieron vestidas de negro en la iglesia de San Francisco para condenar la brutalidad de la represión. El grupo salió a manifestar y fue atacado por la caballería y el capitán Gereda Asturias dio la orden de fuego. María Chinchilla recibió un balazo en el rostro que la desfiguro y cayó muerta.

La ciudadanía reaccionó con mucha indignación. La gente perdió el miedo. La prensa se atrevió a publicar los sucesos y criticar la represión. El 1 de julio, el dictador Ubico se largó del país a Estados Unidos donde falleció pocos años después. El pueblo literalmente se levantó en octubre contra la dictadura. Los jefes derrotados fueron enviados en un avión rentado a México. Era el 20 de octubre y asumió el gobierno una junta revolucionaria: el civil Toriello y los militares jóvenes Árbenz y Arana.

La Revolución de Octubre de 1944 marcó el inicio de una era conocida hoy como La Primavera Democrática, década en la que Guatemala experimentó un auge nunca antes visto de la democracia y de reformas sociales. La Revolución fue impulsada por un amplio movimiento social y cívico-militar que luchó hombro a hombro para derrocar al régimen autoritario de Jorge Ubico. Conmemorar este evento sirve como una enseñanza fundamental de que el cambio es posible cuando la ciudadanía se une en torno a un objetivo común.

Diez años después, a finales de junio, es decir hace setenta años, cayó el gobierno de Árbenz. En la primera semana de junio entraron las tropas de Castillo Armas a Guatemala y no tuvieron resistencia. Eran las órdenes de Árbenz dejarlos entrar hasta que estuvieran lejos de la frontera y entonces combatirlos y derrotarlos. Árbenz preveía el escenario de una guerra fratricida con Honduras y tenía que evitarlo a toda costa.

Pero cuando llamó a los jefes militares para seguir discutiendo la estrategia estos no acudieron. El presidente no logró convocarlos para discutir la defensa del país, “defensa de la patria”, en palabras de Árbenz. Los sindicatos y los campesinos pidieron armas. Árbenz no vaciló, pero fue otra orden que no fue obedecida por los jefes militares.

Juan José Arévalo y Jacobo Árbenz

En el 54 comenzó una feroz persecución anticomunista. Había que botar la imagen popular de Árbenz y sustituirla con la de un Árbenz comunista que se combinó con el Árbenz cobarde. Y con el Árbenz drogadicto. Miguel Ángel Asturias escribiría dos años más tarde Week End en Guatemala, una colección de relatos, en donde con su genio narra los sucesos. Álvaro Montenegro en una reseña reciente del libro señala que “Asturias, en su lenguaje robusto, oloroso y donde las sensaciones son particularmente prodigiosas, muestra (sin explicar, como buen poeta o pintor) el clima que se vivía en 1954.”

La caída de Árbenz es un recordatorio doloroso de la intervención extranjera y las intrigas internas que llevaron a la interrupción de la Primavera Democrática. Este evento, facilitado por la CIA y apoyado por el ejército y la oligarquía local, tuvo consecuencias devastadoras para Guatemala, sumiéndola en décadas de dictaduras militares y conflictos internos. Conmemorar la caída de Árbenz puede ayudar a educar a las nuevas generaciones sobre los peligros de la intervención extranjera y la importancia de la soberanía nacional.

Es indudable la importancia de las Efemérides para la memoria histórica del pueblo guatemalteco, como recordatorios de eventos significativos que han moldeado la identidad y el desarrollo de la nación. Conmemorar, como se debe, fechas emblemáticas como la Revolución de 1944, la caída de Jacobo Árbenz, los 500 años de la conquista, y el 80 aniversario del asesinato de la maestra María Chinchilla, no solo honra la memoria de estos eventos y personas, sino proporciona una oportunidad para reflexionando sobre el pasado entender el presente y diseñar un futuro mejor.

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