“Te aterras Guatemala y te das vergüenza Guatemala/ Te da miedo verte al espejo y ver tu viejo rostro”. Maya Cu Choc (poeta q’eqchíe)
En el tejido social e histórico de una nación, hay hitos que no deben desvanecerse en el olvido. Son los eventos que moldearon su identidad, trazaron su destino y marcaron el camino. Para bien y para mal. Se demanda una conciencia crítica de los acontecimientos históricos. Estos hitos, conocidos como efemérides, son más que simples fechas en un calendario. Son recordatorios vivos de quiénes somos, de dónde venimos y de los desafíos que hemos superado y los que hay que superar.
Las efemérides nos obligan a mirar más allá de celebraciones superficiales y profundizar en el significado profundo de la historia. Nos instan a confrontar las injusticias del pasado, a aprender de ellas y a trabajar juntos para un futuro incluyente y equitativo. Porque solo cuando entendemos de dónde venimos, podemos trazar un camino hacia dónde queremos ir.
En Guatemala, nación rica en historia y diversidad, el año 2024 nos lleva a rememorar sucesos históricos trascendentales. En primer lugar, los 500 años desde la llegada de los españoles, comandados por el Adelantado Pedro de Alvarado. Este acontecimiento, que suele denominarse vez “La Conquista” requiere de un debate amplio y necesario. ¿Fue realmente una conquista o una invasión?
Las heridas dejadas en los pueblos originarios son recordatorio doloroso de la brutalidad y el sufrimiento que acompañaron a aquellos primeros contactos entre los pueblos precolombinos y los renacentistas europeos, para desmedro de los primeros y enriquecimiento de los segundos. La llamada Conquista fue un acto colosal de corrupción. Afirma Abadío Green, académico de la etnia de los guandules de Panamá sobre el desigual encuentro: “Llegaron ellos que tenían la Biblia y nosotros la tierra y nos dijeron: ‘Cierren los ojos y recen’. Cerramos los ojos y cuando los abrimos, ellos tenían la tierra y nosotros la Biblia”.
No se puede entender la historia de Guatemala sin los pueblos originarios. El país vive en gran parte del campesinado indígena. La economía sobrevive gracias a las remesas que envían desde los Estados Unidos los migrantes indígenas. El turismo ofrece la Guatemala maya, los textiles y el colorido indígena. Al mismo tiempo que el racismo es estructural en el país.
El campesinado indígena sufre las consecuencias del sistema, los embates de la naturaleza, la pandemia, la ineficiencia y corrupción histórica del Estado, la ausencia de políticas efectivas de desarrollo y combate a la pobreza. Basta con ver los índices de desnutrición, falta de escolaridad, pobreza extrema, carencia de tierras y salud precaria que asolan a los pueblos originarios.
¿Qué hará el gobierno de Bernardo Arévalo con los 500 años de la llegada de Pedro de Alvarado a Guatemala y sus consecuencias? Ha dicho el Presidente que hay una deuda inmensa con los pueblos originarios. Es una oportunidad de levantar un diálogo transversal sobre temas como inclusión, racismo y remanentes neocoloniales para crear conciencia de la importancia de nuestra historia. Y recordar también que los pueblos originarios fueron actores claves para impedir el golpismo del Pacto de Corruptos y abrir la puerta al gobierno de Bernardo y Karin, salvando así la democracia.
Las efemérides no solo nos invitan a reflexionar sobre el pasado distante; también nos confrontan con episodios más recientes de nuestra historia. La llamada “Primavera Democrática” de 1944-1954 es un claro ejemplo. Se trata de 80 años de la Revolución de Octubre y 70 de la caída de Árbenz.
El derrocamiento de la larga dictadura del general Jorge Ubico Castañeda en 1944 marcó el comienzo de un período de esperanza y renovación para Guatemala. La memoria colectiva debe otorgar un lugar de privilegio a la Revolución del 20 de Octubre. Razones sobran.
La Revolución fue como un despertar de la modorra alienante de 14 años de dictadura. El espíritu era de recuperar el tiempo perdido. El filósofo Arévalo dio origen al presidente Juan José Arévalo. Anticipándose a su tiempo. Adelantando lustros. Fue visionario y dinámico. La idea de nación era el proyecto prioritario: “Unidos forjaremos una nueva Guatemala”, fue su lema. Y al sector mayoritario campesino e indígena no había “que incorporarlo”, sino “partir de que tienen su propia cultura”.
En los 10 años del proceso revolucionario, además de las leyes agrarias, la fundación del seguro social y la legislación laboral con un Código de Trabajo, se alcanzaron grandes progresos en la cultura: fundación de la Orquesta Sinfónica Nacional, el Ballet Guatemala, la Escuela de Artes Plásticas, el Instituto Indigenista y la Facultad de Humanidades promovida personalmente por el presidente Juan José Arévalo en 1946. Se iniciaron las labores del Instituto de Antropología e Historia, la Editorial del Ministerio de Educación, la creación del Certamen Permanente de Ciencias, Artes y Letras, la Escuela Nacional de Danza y el Coro Nacional.
En 1954, el sueño de un país libre y justo se vio truncado por la llamada “Liberación”, que comenzó con una invasión de mercenarios respaldados por la CIA estadounidense que acabó derrocando al gobierno democráticamente electo de Jacobo Árbenz. Y desde el 54 se comenzaron a enquistar en el Estado las formas de corrupción que se han hecho de los recursos públicos, llegando a extremos terribles en las últimas dos décadas. La corrupción se ha convertido en el peor flagelo del país y continua con un Pacto de Corruptos que enarbola la vieja bandera del anticomunismo. La relación de represión y corrupción, como dos caras de la misma moneda, ha sido una constante en la historia contemporánea de Guatemala.
No se puede celebrar la caída de un gobierno democrático. No es conmemoración pero si un recordatorio crítico y necesario. Durante décadas, desde 1954, Guatemala estuvo sujeta a estructuras de represión militar y de las temidas policías del estado, encubiertas muchas veces con fachadas de organizaciones fantasmas, como La Mano Blanca, el Ejército Secreto Anticomunista, Buitre Justiciero y otras. A pesar de la represión brutal y criminal en el país el poeta kakchiquel, Luis de Lión, desaparecido en 1984, nos dejó un poema lleno de esperanza:
¿por qué se empeña la muerte
en matar, vanamente, a la vida,
sí la más humilde semilla
rompe la piedra más fuerte?
El florecimiento de la primavera radica en la conciencia social y el conocimiento de la historia. Rememorar es indispensable para no olvidar. El gobierno deberá emprender acciones visibles que incluyan a la mayor cantidad de ciudadanía para rememorar estas efemérides. ¡Estamos ya en abril!
El poeta maya Humberto Ak´abal (1952-2019) nos dice en otro poema deslumbrante:
Cuando yo era chiquito
Octubre quedaba lejos,
tan lejos
que yo creía que no llegaría nunca.
Hoy,
Octubre cada vez más cerca
pareciera que a la vuelta
Esperan uno detrás de otro.
Y yo corro
para que Octubre no me alcance,
y hay noches en que me pongo triste
y siento miedo
el temor de amanecer solo
y que Octubre se haya ido para siempre.
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