Foto: Jean-Marie Simon
El libro que nos ofrece Patricia Alvarenga Venutolo nos sumerge en el universo de la producción de conocimiento social y sobre lo social. Su objeto específicamente es la producción de saber antropológico y, con ello, los referentes de ese pensamiento antropológico están el trabajo de intelectuales de diferentes procedencias en los estudios sobre el mundo indígena en Guatemala. No hay forma posible de hacer conocimiento y producir saber, si esta no se reconoce como social, es decir, parte esencial de nuestra existencia como seres sociales. Dicha producción es dialéctica ya que resulta del encuentro y del diálogo, de las diferencias y contradicciones, por lo tanto, también de las rupturas que acontecen en la existencia social.
Al ser conocimiento sobre lo social, lo es sobre la realidad. Aunque a esta ontológicamente la consideramos objetiva, se circunscribe siempre dentro de formas de exploración y de explicación, de representar y de narrar lo social. En el Oficio del sociólogo, Bourdieu, Passeron y Chamboredon, citan la expresión de Ferdinand de Saussure “el punto de vista crea el objeto”, cuando este intenta discutir sobre el objeto de la lingüística. No hay sectores específicos de lo real, dicen esos autores franceses, que le correspondan por naturaleza propia a alguna ciencia, sino que estos constituyen en lo propio de ese hacer como producción de pensamiento.
La rigurosa sistematización que realiza Alvarenga sobre las miradas y las formas de indagación que dieron lugar a la fundación y el desarrollo de la antropología y de los estudios sobre el mundo indígena en Guatemala, respaldan esa perspectiva y demuestran la potencialidad de dicha disciplina para la aventura del conocimiento social.
Su trabajo no se circunscribe a una mera reseña y crítica cientificista de los textos académicos o de las narrativas de sus informantes. El análisis de la densa producción intelectual que abarca su objeto está en diálogo con diversos momentos que han marcado el tránsito y el cambio histórico en Guatemala.
A veces son reprobables los calificativos. Pero me tomo la atribución de calificar a esta obra, a partir de una expresión un poco tautológica, se trata de un estudio sobre la antropología del conocimiento de la antropología en Guatemala -y su comparación en el último capítulo con el oficio de los y las antropólogas en Costa Rica-. Este análisis se funda desde la investigación histórica, del análisis de los procesos políticos y sociales y desde los estudios culturales. Realiza un importante aporte también desde el estudio de los textos literarios.
Alvarenga estudia cambios fundamentales en los objetos de la antropología derivados tanto de diversos virajes en las coyunturas históricas del país de los cincuenta del siglo XX en adelante, como en los enfoques teóricos y en los métodos de investigación y de relación con los sujetos-objeto de investigación. Esto lo analiza en tres vertientes importantes: una, la antropología estadounidense, prácticamente precursora y, por tanto, hegemónica intelectualmente en el desarrollo de la disciplina, la otra, la antropología llamada de izquierda, vinculada a las organizaciones políticas y a la guerrilla; en tercer lugar, la intelectualidad indígena. Entre ellas se teje una serie de controvertidos diálogos no solo en torno a los intereses y vinculaciones subyacentes en los trabajos de los diversos intelectuales analizados, sino incluso sobre sobre la cientificidad y veracidad de sus respectivos trabajos.
Al develar esas controversias, la autora propone discusiones sobre la problemática de la geopolítica del saber. Esta dimensión emerge en torno a disputas epistemológicas cuyo afloramiento muestra la relación entre lo que podríamos denominar los regímenes de conocimiento, por un lado, y el orden social y cambio social, por el otro.
Patricia Alvarenga Venutolo, antropóloga.
Ciencia de las aventuras coloniales
Los estudios antropológicos surgen en Guatemala en pleno auge de las ideologías desarrollistas; estas estaban orientadas a afianzar la hegemonía política de los Estados Unidos no solo sobre ese país sino sobre el continente. En ese contexto, el oficio del antropólogo fue identificado como un conocimiento de la “ocupación”, era como dice Wallerstein, una ciencia de las aventuras coloniales; en este caso en el contexto de las intervenciones estadounidenses que dieron lugar al derrocamiento del presidente Jacobo Arbenz en 1954, el apoyo a las dictaduras militares hasta mediados de los ochenta y a la represión protagonizada por el ejército en contra de los pueblos indígenas.
Pero la contribución de las escuelas estadounidenses fue innegable para el desarrollo de la disciplina en el país. En ese contacto con los cambios sociales y con la historia guatemalteca, la antropología estadounidense también fue cambiando y desarrollando nuevas lecturas. La cosecha de violencias tuvo un fuerte impacto sobre la experiencia de intelectuales, muchos de los cuales, pero unos que sí, no pudieron permanecer indiferentes a la cultura del horror. No hubo una antropología sino diversas corrientes con intereses académicos diversos y dispositivos de exploración y de relación con los pueblos indígenas también muy disímiles y contendientes entre sí.
Las agendas y las lecturas del mundo indígena, por tanto, no estuvieron ajenas a las confrontaciones ideológicas como lo muestra la emergencia de una tradición de estudios desde la academia de izquierda militante en las organizaciones revolucionarias. Aunque no fue hegemónica sobre el campo de la antropología, si lo fue dentro de la institucionalidad académica universitaria local. Ese dominio o control político del campo del saber produjo una suerte de extrañamiento entre importantes intelectuales quienes, tras el restablecimiento democrático, retornaron al país luego del exilio y no pudieron encontrar lugar en la universidad pública.
Mientras desde la izquierda se levantaban sospechas sobre los antropólogos estadounidenses, así como sus colaboradores locales, debido a la participación del Gobierno de los Estados Unidos en la cruenta historia de Guatemala, como dice la autora, varias voces en la obra también enfatizan sobre las limitaciones en la intelectualidad de izquierda para superar las argumentaciones mecanicistas del marxismo estructuralista.
Este punto tiene relación con una discusión vigente hasta unos años atrás, y tengo dudas sobre si ya estará superada, en torno al concepto del sujeto popular. Si desde la mirada del progreso, tanto los indígenas como los campesinos de subsistencia eran un obstáculo para la modernización, para algunas posiciones asumidas desde la izquierda estos también lo eran para la revolución. Lo popular frente al horizonte de la toma del poder siempre fue un enigma que si se resolvió fue, de alguna forma, más el resultado de las meditaciones metafísicas que del conocimiento de las condiciones históricas de la heterogeneidad de contenidos de la categoría pueblo. Pero frente ese abismo y atisbos nos encontramos aún hoy día en las ciencias sociales.
En la evolución del pensamiento hay también cambios en la geopolítica de la subjetividad. En este caso como resultado de una subversión de las relaciones de poder que contribuyeron a la profundización de las discusiones en torno a lo que la Dra. María Eugenia Bozzoli llama la “interacción subjetiva entre quien investiga y quien es objeto de estudio” (p. 193). Si bien, como sostiene la destacada antropóloga, esta es una condición del método antropológico de exploración, también es una necesidad del conocimiento de lo social y de las demás ciencias sociales en el contexto actual. El extraño o lo extraño, ha dejado de ser solo otro individuo o colectivo social que está afuera o viene de afuera, también nuestras sociedades y nuestras subjetividades están experimentando mutaciones en sus maneras de ser, debido a la producción de extrañamientos que nos obligan de nuevo a repensar esas interacciones subjetivas e intersubjetivas. Frente a los desajustes de todo tipo que en pleno siglo XXI están ocurriendo en las esferas de la vida humana altamente globalizada, la comprensión antropológica está llamada a seguir haciendo su mejor contribución.
La subalternidad subvertida
También otra de las diversas contribuciones de la obra es el análisis del resurgimiento de la intelectualidad maya, como expresión de la una “subalternidad subvertida”, quiero decir que se vuelve capaz de estudiarse y de narrar su propia experiencia y sus condiciones de existencia. Patricia Alvarenga nos sitúa en diálogo con una corriente de investigadores e investigadoras indígenas que han conocido, estudiado y se han apropiado de los formas de indagación antropológica; algunas gracias a sus estudios en universidades extranjeras, pero en general a partir de un proceso de configuración de sus propios campos de saber gracias a la interacción con nuevas perspectivas y nuevas epistemologías; como los estudios del feminismo, el pensamiento crítico y el cuestionamiento a lo que se llama la colonialidad del saber, pero también a partir de establecimiento de puentes y discusiones entre saberes del sur.
Subrayo el concepto de resurgimiento de esa intelectualidad porque no tenemos manera de eludir que tanto los pueblos mayas como otras de las civilizaciones ancestrales del continente desarrollaron sistemas de saber y de conocimiento de su propia realidad. Esos pueblos ancestrales u originarios también dejaron una enorme herencia cultural, de la que conocemos solo una parte pequeña que no fue destruida durante la conquista y colonización. Esta es una muestra del profundo sincretismo entre las esferas de la fe, del espíritu y de las demás escalas de la vida individual y social, como las cosechas y los ciclos de la existencia. Esas formas de conocimiento emergieron por lugares distintos a los que dieron paso a la creación de las ciencias en las sociedades europeas.
Además de colocarnos en perspectiva histórica en la agenda de las controversias intelectuales entre grupos de intelectuales y autores, tanto por su procedencia como por sus vinculaciones y formas de exploración del mundo indígena, no deja de ser importante también tomar el texto de Patricia Alvarenga para encarar no solo la cuestión de la objetividad y cientificidad del conocimiento antropológico, sino de la subjetividad intelectual. Si en la obra nos queda claro que imperó la existencia de una visión estática y ahistórica de lo indígena, también hemos estado embarrados de una cierta tendencia a despersonalizar al investigador. No ocurre así en la obra, porque la autora es generosa cuando se ocupa de las narrativas que dan cuenta de biografías individuales de intelectuales que se cruzan con las de sus informantes, de sus ayudantes y de sus confidentes: “la indagación antropológica lleva a otras formas relacionales pues el indagador termina siendo tomado por sus sujetos de indagación” (p. 254). Esto subrayado a propósito de la carta de Pedro José al Padre Ricardo Falla en la que le expresa “porque usted sabe cómo vivía yo en mi casa”.
En cada uno y cada una de las personas entrevistadas puede uno identificar ricas y abundantes evidencias de las transformaciones no solo intelectuales, sino muchas experiencias que se depositan en las esquinas más recónditas del alma y que nos llevan por nuevos caminos en el hacernos personas. Hay una diversidad de textualidades analizadas por la autora en torno a los estudios y narrativas y entre ellas, los relatos, la literatura testimonial y la literatura en general, se convierten en parte importante de los objetos de esa arqueología del saber sobre el universo intelectual del saber indígena.
Un libro es como un lente que permite colocar la mirada en un punto para abrir el alcance de la observación; un lente, un prisma y un caleidoscopio en el que lo observado va reconfigurando sus formas y, con ella, se va reconfigurando la perspectiva del lector. Agradezco infinitamente esta lectura porque, como siempre lo han sido los trabajos de Patricia y los diálogos con ella, es para mí una fuente importante de conocimiento, no es una mera referencia bibliográfica, sino una revelación de pistas y caminos para continuar sin miedos, sin desánimo y sin complejos, en el estudio de temas relevantes de nuestra realidad centroamericana, sin los prejuicios del nacionalismo académico, ni de las rígidas barreras disciplinarias y temáticas.
También quiero agradecer y felicitar a F&G Editores, en la persona de su director Raúl Figueroa Sarti, por la publicación de esta obra. Pero también valga la oportunidad para reconocer la importante contribución de esta casa editorial, con su reconocida trayectoria en la producción de obras científicas y literarias, a la educación, la cultura y al libre pensamiento que tanto necesitamos en Guatemala como en el resto de Centroamérica.
San José, 8 de agosto de 2024.
Patricia Alvarenga Venutolo. ‘Diálogos antropológicos y cambio histórico en Guatemala. Aproximaciones al mundo indígena desde el indigenismo hasta la intelectualidad maya’. F&G editores, 2024.
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