Después de haber asistido a festivales y conocer el trabajo de diversos poetas de Latinoamérica y Europa, Luis Méndez Salinas se dio cuenta que esos encuentros artísticos requerían de acciones que permitieran la difusión de las obras de los exponentes y participantes. “Cuando terminaba el festival era muy complicado, si no imposible, conseguir los libros, Entonces, sentíamos que había una pieza que hacía falta”.
El 19 de octubre de 2009, al regresar del Festival Internacional de Poesía Vértigo de los Aires que se celebraba en México, Luis, quien había comenzado a publicar poesía en 2006 y trabajaba como investigador arqueológico, traía ya la idea de realizar publicaciones desde la ciudad de Guatemala. “La idea me había empezado a rebotar durante las mesas de conversación del festival en los que se planteaba la posibilidad de establecer proyectos en común y alianzas”.
Al comentar la iniciativa con Carmen Lucía Alvarado, que para entonces trabajaba en Editorial Cultura, ambos estuvieron de acuerdo con echar a andar el proyecto. “La idea original era publicar únicamente poesía y la intención era dar a conocer la obra no solo de los guatemaltecos sino de todo el circuito que estábamos conociendo y que estaba muy activo”, refiere.
La pareja de jóvenes poetas tomó la decisión de hacer un préstamo en una cooperativa para dar vida a su idea, con la publicación de los primeros 12 libros. Gracias a la aceptación que su iniciativa tuvo, pudieron publicar, sin tener que invertir más, otros 12. Posteriormente, decidieron inyectar algo de su propio dinero y dieron a conocer, en total, 40 ejemplares, que dividieron en dos colecciones: La que contenía los versos de los poetas latinoamericanos se llamó Latina, y la de poesía guatemalteca fue bautizada como Malla.
“Eran libros de formato pequeño. Las dos colecciones iban trenzadas y se publicaban mensualmente, en simultáneo. Se lanzaban dos libritos de poetas de un país latinoamericano y dos de poetas guatemaltecos. La idea era que circularan siempre en paquetes… Si lo comprabas en Montevideo, por ejemplo, tenías que leer a poetas guatemaltecos. Si lo comprabas aquí, también conocías el trabajo de poetas de otros países”, detalla Méndez Salinas.
Tanto Méndez como Alvarado admiten que desde los inicios contaron con el apoyo de medios de comunicación como elPeriódico y Siglo XXI. Además, Carmen y Luis realizaron una buena labor de difusión, a través de blogs en los cuales promocionaban su propio trabajo. Gracias a ello, consiguieron una buena base de lectores.
El objetivo inicial no era la creación de un sello editorial como tal, sino un proyecto específico. Sin embargo, se dieron cuenta que había mucho más por hacer, así que, en 2013, lanzaron la tercera colección llamada La rueda. Estos eran libros colectivos. “Siempre nos interesó mapear a nuestra generación, gente que estaba más o menos cerca de nuestra edad. Autores nacidos a finales de los años 70 y en la década de los 80”, explican los editores. Para esta colección se buscaba en cada país un poeta un poco mayor que se convertía en antologador y elegía a 13 poetas de su país. Con esta serie, se publicaron libros de Uruguay, España, México y Costa Rica, entre otros.
¿Chabelo los quiso demandar?
Cuando la aventura editorial comenzó, sus promotores tenían 23 y 24 años y un espíritu lúdico que se reflejaba en algunas decisiones editoriales como la de no incluir mayúsculas en ninguno de los textos. Pero donde más se mostró ese aspecto fue en un episodio relacionado con el nombre.
Carmen Lucía cuenta que la elección de la palabra Catafixia para nombrar su proyecto surgió durante una plática con el también escritor Javier Payeras, en el bar Cien Puertas de la zona 1. “De pronto, dentro de la conversación resultamos hablando de Chabelo (Xavier López) y de la Catafixia. Y Javier dijo: ‘¡Qué lindo nombre es Catafixia!’ Luis y yo nos vimos y decidimos que Catafixia sería el nombre”, afirma Carmen Lucía.
Luis cuenta que, años después, una amiga les dijo que, si alguna vez querían sonar un poco más sofisticados, dijeran que el nombre tenía raíces griegas y latinas. En griego, cata es cambio y en latín, facto significa hacer, por lo que podría entenderse como “hacer un cambio”, lo que realmente sí coincidía con lo que la editorial ha tenido como objetivo.
A raíz del nombre y su verdadero origen, a Carmen y a Luis se les ocurrió emprender una atrevida campaña de expectación. A través del Internet difundieron la falsa noticia de que Chabelo quería demandarlos e impedirles usar el nombre. Incluso le pidieron a un amigo que es abogado y escritor que les redactara la demanda. Con lo que no contaron es que su “travesura” se tomaría en serio.
“En México, un grupo de amigos estaban armando una manifestación para ir a reclamar que nos dejaran usar el nombre. Además, un amigo que trabajaba en el Siglo XXI vio la publicación, e inmediatamente se fue al departamento legal del diario, para que nos auxiliaran. Nos puso en una teleconferencia, y nos decía ‘estoy con el abogado, y les queremos echar una mano’. Tuvimos que decir rápidamente que era mentira”, recuerda Luis.
Pero ese espíritu lúdico nunca borró el serio compromiso que se habían planteado. “Desde el inicio dejamos claro que no somos una editorial que imprime cualquier propuesta. Nuestra idea siempre fue construir un catálogo. Tampoco nos hemos aprovechado de la gente que está ansiosa por publicar. Estando en el medio sabíamos cómo funcionaba la cosa y hemos visto muchas estafas y eso siempre nos cayó mal”, expresa Méndez Salinas.
Pasos firmes
A nivel político, 2013 fue un año importante para el país porque se realizó el juicio por genocidio contra Efraín Ríos Mont. Además, en septiembre se conmemoró el centenario de Jacobo Árbenz Guzmán. Entonces, Catafixia estrenó la nueva colección llamada Memoriales que se concentra en la historia política de Guatemala. El primero de los libros fue Árbenz, tres discursos desde una Guatemala inconclusa. “Hemos publicado maravillas. Libros muy importantes que nos han hecho crecer un montón. El interés que hay en la historia política de Guatemala es muy grande. Eso nos ha permitido casi, que esta colección subsidie en buena medida a otras”, explican. “Hasta la fecha seguimos trabajando colecciones que abrimos desde 2013. Tenemos poesía, narrativa y ensayos”, cuenta Méndez.
Carmen Lucía relata que el público que ya les seguía les preguntaba contantemente acerca de la narrativa de ficción. Sin embargo, esa perspectiva literaria no estaba en los planes iniciales de la editorial. No fue sino hasta 2018 cuando tomaron la decisión de inaugurar esa faceta con la colección Nudo y desenlace, y lo hicieron con el libro Fábula Asiática, de Rodrigo Rey Rosa, uno de los máximos exponentes literarios del país.
Otra colección que destacan es la llamada Catalejo que además de incluir ensayos también contiene lo que ellos llaman “textos híbridos y cosas raras”.
Dos librerías, dos experiencias
En la actualidad, Catafixia cuenta con dos librerías, que tienen historias muy distintas. Santiaguito, en Quetzaltenango, es calificada por Luis como “un plan piloto” y por Carmen Lucía como “nuestra librería salvaje”. Surgió en consonancia con lo que ambos consideraron era una urgente necesidad de la ciudad, que tiene un gran festival de poesía, de contar con una librería, ya que para 2019, solo había locales que vendían libros usados.
“La librería de Xela surgió de manera imprevista. Nosotros somos parte fundadora de 32 volcanes, una asociación de trabajo comunitario con temas de salud, educación, seguridad alimentaria y otros. En la casa que sirve de sede de la asociación, había un lugar que se adaptaba para una librería y Xela la necesitaba”, explican.
“Santiaguito no fue para nada planeada ni pensada. Abrimos en diciembre del 2019 y tres meses después hubo que cerrar el espacio debido a la pandemia. Afortunadamente, como estaba dentro de la casa de 32 volcanes, el proyecto continuó”, cuentan. Además, comenzó a funcionar como una librería digital a través de las redes sociales. “Nos llegaban pedidos de todo el país. Se rompió un poco con el prejuicio de que la posibilidad de acercarte a los libros está solo en los centros urbanos”, comentan.
El caso de la librería Catafixia, que se encuentra en el Portal del Comercio en la zona 1 capitalina, es totalmente diferente, porque pasó de ser un sueño, a un proyecto que exige una infraestructura administrativa bastante más formal. Cuando fue inaugurada en junio de 2022, Carmen Lucía contó que años antes, ambos habían visto el local y pensaron que podría ser un buen espacio para la librería. Más de dos años después, el espacio se puso en alquiler y Alvarado y Méndez se decidieron a concretar su sueño de ofrecer sus libros en un espacio físico en la capital.
15 libros emblemáticos
Hasta la fecha la editorial Catafixia ha publicado cerca de 150 libros, dentro de sus colecciones. Al pedirles que destacaran 15 títulos, con motivo de su decimoquinto aniversario, los editores brindaron la siguiente lista:
1
Árbenz, tres discursos desde una Guatemala inconclusa: Fue el libro con el que se abrió la colección Memoriales y se publicó para conmemorar el centenario de Jacobo Árbenz. “Nos ayudó a situar un poco la lógica de la colección a partir de la Revolución del 44”, señala Méndez.
2
El futuro empezó ayer: Fue un proyecto que se trabajó con la UNESCO. Es una antología que reúne obras de escritores guatemaltecos realizadas entre 1996 y 2011, los primeros 15 años después de la firma de la paz. Contiene antologías de poesía, ficción, periodismo de autor y teatro. Acompañadas por textos críticos. Se publicó en 2013.
3
Se ha retirado el mar: Es la antología que mapea casi toda la obra poética del autor español Antonio de Gamoneda, quien obtuvo el Premio Cervantes en 2006. Se publicó en 2014. Para la editorial fue muy importante conseguir el respaldo de poeta de su categoría.
4
Los muros perdidos: Este libro de Isabel de los Ángeles Ruano inauguró la colección Tz’aqol, de la editorial. Obedece al deseo de la autora de dar a conocer en tomos individuales obras contenidas en el libro Torres y tatuajes, según refiere Alvarado. De la misma autora, en 2020, Catafixia publicó Cariátides, con el que abrió su colección No-Tiempo.
5
Todas aquí, todas ahora: una constelación de voces para pensar Guatemala: Es un proyecto conjunto con el Instituto 25 A. “La intención inicial era conmemorar los cinco años de las movilizaciones del 2015. Nosotros lo vinculamos con el centenario de la caída de Manuel Estrada Cabrera”, relata Méndez. Entrevistaron a más de 30 personas entre exfuncionarios, miembros de la CICIG, integrantes de movimientos sociales, estudiantiles e indígenas.
6
Tríptico de la revolución: Son tres libros de la antropóloga guatemalteca Stella Quan Rosselló. En ella presenta los resultados de sus entrevistas a Luis Cardoza y Aragón, Jacobo Rodríguez Padilla y Alfonso Solórzano, y lo hace en primera persona. Los personajes ayudan a entender los procesos del movimiento de la Revolución y después de la caída de los 10 años de los gobiernos revolucionarios.
7
Oyonik, de Julio Cúmez. “Es un libro muy significativo por la calidad que tiene y porque es de los poetas más jóvenes que hemos publicado”, expresa Méndez Salinas. “Es un alto poeta y ver el origen de una obra así de contundente que va a dar mucho en el futuro, es un privilegio. Nos lo presentó Francisco Nájera.”, añade el editor.
8
El material humano, de Rodrigo Rey Rosa: Este libro cuya primera edición fue publicada por Anagrama y Alfaguara, guarda la experiencia de haber descubierto el Archivo de la Policía Nacional. “Es uno de los libros capitales para entender Guatemala desde la literatura”, indica Alvarado. Esta edición, que se presentó en Filgua 2024, incluye un epílogo basado en entrevistas con Gustavo Meoño, quien era el director del archivo y con el propio Rey Rosa.
9
El acto de los Wayob, e Martín Díaz Valdés: La obra ganadora del Premio Monteforte Toledo 2023. En el libro, el autor quetzalteco fusiona mitos, simbología y espiritualidad enmarcada en distintos hechos históricos del país.
10
Mujeres en la alborada, de Yolanda Colom: Relata la experiencia de una mujer en la selva lluviosa guatemalteca durante la lucha armada. Cuando Catafixia lo publicó, el libro cumplía 22 años de su primera edición. La nueva versión incluye una recopilación de textos y análisis que se habían dado a conocer hasta esa fecha, acerca de la obra.
11
Donde enmudecen las conciencias, de Carlos Guzmán Bockler: “Es un libro que al leerlo no se vuelve a pensar igual acerca de la historia de Guatemala y las implicaciones de la conquista. Evidencia cómo la dinámica colonial sigue vigente”, indica el editor. Fue el último libro que publicó el autor. “Un tipo legendario en las ciencias sociales, lúcido hasta el último día, muy generoso”, añaden Alvarado y Méndez, acerca del estudioso.
12
Entre la exotización y el mayámetro, de María Jacinta Xón: Los editores califican este volumen como “Ciencia social para el futuro”. Es una fuerte crítica hacia las ciencias sociales y los estereotipos que se han generalizado acerca de los pueblos originarios. Ciencias sociales que han marcado de alguna forma la estructura de cómo debe pensarse a los pueblos originarios, como los exotizan para que se entiendan en su mundo, no en el mundo. Ha sido el libro más vendido en los últimos años dentro de la editorial.
13
Moisés Barrios, Archivos desclasificados: Este ejemplar forma parte de la colección Retrato hablado, de artistas visuales. “En este libro en particular tuvimos acceso al archivo de Moisés que está muy bien curado y cuidado por Rosina Cazali y por él. Con base en el mismo logramos tener textos de sus primeras exposiciones. Desde una carta que le manda el Maestro Cabrera en los años 60, hasta una entrevista inédita que le hice hace algunos años”, detalla Méndez.
14
El Autócrata, de Carlos Wyld Ospina: Forma parte de la colección Memoriales. Fue escrito luego de la caída de Manuel Estrada Cabrera. El autor buscó retratar al dictador, pero se dio cuenta muy pronto que no era un fenómeno aislado de la historia. “En Guatemala los autócratas han sido la ley. Lo normal es que sea de carácter autocrático quien esté dirigiendo el Estado”, refieren los editores.
15
Altamar, la obra completa de Manuel Orestes Nieto. “Es un extraordinario poeta panameño. Conocimos su trabajo en 2017 y nos impresionó mucho. Lo publicamos en 2020”, expresa Luis. “La obra poética de Manuel Orestes Nieto (Ciudad de Panamá, 1951) es espejo, denuncia y crónica de ese proceso. Sólo un hijo de Panamá podía dar testimonio poético de esta tierra, cantar sus selvas y sus océanos y su lucha por un futuro de justicia y libertad”, expresa la página www.fronterad.com, acerca del autor y esta recopilación.
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