Amigotas

Así son las amistades: relaciones entrañables, alimentadas por experiencias vividas, por relatos interminables, por sentimientos nutricios, como la confianza y la empatía. Afectos latentes que se activan con una chispa.

Ana Cofiño     septiembre 1, 2024

Última actualización: agosto 31, 2024 3:38 pm

Podría escribir varias páginas hablando de mis hermanas del alma porque todas son unas mujeronas con recorridos intensos, ninguna ha pasado por esta tierra sin dejar huella, y además, han sido y son amorosas conmigo, me acompañan. Con algunas llevamos largos años de conocernos, hemos caminado trechos de nuestras vidas juntas y ahora coincidimos en la vejez. Amistades maduradas a fuerza de tiempo, intereses y afectos comunes. 

Tengo la inmensa fortuna de contar con amigas a las que admiro y quiero a la vez. De ellas he aprendido lecciones imprescindibles, sobre todo en el plano emocional, aunque no sólo. Reconozco y asumo que yo me he ido construyendo como la que soy, iluminada por ellas, por su sabiduría y su audacia, por sus decisiones. Creo que así son estas relaciones: un continuo intercambio de experiencias y afectos que nos van constituyendo, que se meten en cuerpo y mente, nos conforman. Por eso, insisto, me siento tan dichosa de ser con ellas. Es un privilegio esto de incorporar a otras, es como fundirse con ellas. No sé si simbiosis es la palabra que describe esta compenetración profunda entre personas que se quieren.

Está de visita una querida amiga con quien compartimos parentescos, gustos, historias. Desde que llegó, no hemos parado de contarnos cómo van hijas e hijos, las amistades comunes, los achaques. Volvernos a encontrar es recorrer de nuevo aquellas historias que dejamos en otro tiempo y lugar. Así son las amistades: relaciones entrañables, alimentadas por experiencias vividas, por relatos interminables, por sentimientos nutricios, como la confianza y la empatía. Afectos latentes que se activan con una chispa.

Hace poco pasé una noche en casa de una de ellas. Siempre es placentero compartir las cotidianidades, los chismes, algunas recetas de cocina, comentarios de películas y libros. Desde güiras fuimos lectoras, así que ahora de mayores, seguimos compartiendo esas aficiones, pilares de nuestra mutua implicación. No pasan muchos días sin que nos hablemos por teléfono, nuestras largas conversaciones giran en torno a lo personal y lo político, y concluyen con el clásico te quiero mucho. Así llevamos más de cincuenta años.

“Me hacés bien…”, le canto a mi querida pichona, como en la canción de Drexler, porque esa mi hermana sí que es un sol. Siempre ve el lado bueno de las cosas, es más aguerrida que Juana de Arco, cocina de película, va muy guapa y elegante, es productiva como una hormiga, cariñosa como ella sola. Ahora que está en otro territorio, nos hablamos y nos vemos por la pantalla, nos mantenemos al día sobre nuestras andanzas y nos acompañamos en las buenas y en las malas. Somos hermanas de sangre, pacto que sellamos cuando teníamos diez años de edad.

Murillo, Mujeres en el balcón

Una de estas amazonas está pasando por la pérdida de su padre, quien la apoyó en sus búsquedas, le abrió puertas y le dio guías para la vida. Heredamos de nuestras madres esta amistad que atravesó infancias y juventudes y ahora llega a esta etapa en la que, sedimentada por el entendimiento y la camaradería, nuestra amistad es más sólida, tiene raíces y ramificaciones. Mi amiga siempre ha sido una mujer brillante, audaz, solidaria. Estoy segura que sabrá navegar por el dolor con la fuerza que la caracteriza. 

Entre mis amigotas hay varias chavas que podrían ser mis hijas, y algunas de hecho son hijas de mis cuatas. Es divertido este intercambio generacional donde se encuentran dos energías distintas que establecen conexión. Sonrío al pensar en ellas, me estimula verlas en sus luchas, en sus tribulaciones. Me hacen falta cuando se van, pero me alegra que están volando con sus sueños. También veo en ellas la que yo fui. Y les cuento cómo es esto de ser mayor, para que no tengan miedo y sepan que con los años se pone mejor.

Puede ser que entre mis escritos haya varios dedicados a mis amigas. Es así porque ellas son parte integrante, fundamental, de mi existencia. Sin ellas yo sería otra persona. Sus logros me enorgullecen, cómo no, si las he visto construirse y crecer. Cuando vemos fotos de las patojas que fuimos hace siglos nos da nostalgia, pero se siente bien vernos ahora, canosas y arrugadas, siempre contentas de ser amigas, colegas, compañeras. Aquí les dejo, queridas todas, un abrazo con toda la potencia.

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