Muy antigüeño y muy cosmopolita Luis Aceituno. Valoraba lo mismo una procesión de Semana Santa por las calles de su ciudad natal que un espectáculo vanguardista parisino. Pepe Milla que Paul Auster. El rock nacional primerizo y el jazz más sofisticado. Las películas en blanco y negro de El Santo a la par de Truffaut o Pasolini. Y así. Muy de su época y también de otras, sin ser indiferente a lo que sucedía.
Disfrazó su sensibilidad no con las usuales y acomodaticias máscaras sociales, sino con un ingenioso sentido del humor. Muy antigüeño también en esto. Recuerda un poco la contundente afirmación de Cardoza y Aragón en su autobiografía: “Desde niño fui extravagante: nací guatemalteco, y, como si no fuese excesivo, nací en Antigua.” Su escudo ante el mundo fue no tenerlo, sin importar el precio.
Sencillamente a su manera. Espíritu libre sin exhibicionismos, concesiones o codazos. Anticonformista, su espíritu crítico estuvo siempre en estado de alerta. Asimismo, demostró que la amistad entrañable es posible. Su narrativa nos dejó atisbos de su creatividad, ya que se quedó atrapado en otra pasión: el periodismo. Luis era El Acordeón y El Acordeón era Luis. Innovó derribando fronteras internas y externas, con el ojo puesto en la calidad. El Acordeón era un remanso y permitía tomarle el pulso a la cultura; ahora es un archivo de lo que estaba sucediendo aquí y afuera. Logró establecer un diálogo muy valioso con los escritores y artistas ausentes, que por eso mismo, dejaron de estarlo. Y seguramente, viceversa.
Formó parte del grupo antigüeño “Cuerpos sin lugar”, jóvenes que, con su indispensable dosis de irreverencia se atrevieron con el teatro, actuación, escritura, cine, rock. Luego, el viaje iniciático a un París más bien cortazariano, -un paréntesis de la tenebrosa atmósfera de una guerra no declarada-, donde todas estas experiencias fermentaron y de alguna manera dieron el sustrato a su labor cultural al regresar a Guatemala.
Ahora su cuerpo ha encontrado su lugar. Pero aunque Luis descansa aquí, sigue viviendo: los adolescentes de corazón no mueren.
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