La doble realidad

Raúl de la Horra     agosto 24, 2024

Última actualización: agosto 23, 2024 6:54 pm
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Siguiendo la serie de artículos que he consagrado en estas páginas a la reflexión sobre la naturaleza de la realidad o de las realidades desde distintos puntos de vista, abordando ideas como la de la inoculación de virus cognitivos, los estados hipnótico-obsesivos, la contradicción entre el mapa y el territorio, la diferencia entre lo que acontece y lo que imaginamos, y el desfase entre el decir y el hacer, se me viene a la mente el recuerdo de un aforismo, cuyo autor desconozco, pero que leí hace años en el libro “Metamagia”, del físico, pianista y filósofo Douglas Hofstadter, que decía: “El mundo se divide en dos partes: el de los que lo dividen en dos partes, y el de los que no lo dividen en dos partes”. Aunque parezca broma, esto tiene sin embargo repercusiones importantes en la manera como percibimos el mundo y en cómo lo vivimos.

Al parecer, la polaridad está en la base de todos los fenómenos: en la dinámica del universo (expansión y contracción), en la dinámica de la existencia (vida y muerte, principio y fin), en las divisiones geográficas (norte y sur, este y oeste), en los ritmos cicardianos (sueño y vigilia, día y noche), en las nociones geológicas (superficialidad y profundidad), psicológicas (conciencia e inconsciencia, equilibrio y desequilibrio, recordar y olvidar), médicas (salud y enfermedad, positivo y negativo), perceptuales (analógicas y digitales), en el mundo de las emociones (amor y odio, optimismo y pesimismo, tristeza y alegría), en los conceptos filosóficos (ser y no-ser, consistencia e inconsistencia, lógica e ilógica), sociales (burguesía y proletariado), morales (bueno y malo, aceptable e inaceptable), ideológicos (izquierda y derecha), científicos (verdadero y falso, demostrable e indemostrable), religiosos (salvación y condenación, obediencia y desobediencia), estéticos (belleza y fealdad, armonía y desarmonía), y muchísimos más. Todos ellos son construcciones lingüísticas o mapas que tejemos con las palabras en medio de los vientos de la interrelación humana, pero en realidad son abstracciones que intentan atrapar realidades que, como peces imaginarios, si no se nombran, no existirían y no podrían ser aprehendidas.

Yo mismo, en mi historia personal, además de las polaridades y dicotomías naturales, digamos, propias de la existencia, arrastro una dualidad que me surge cada vez que la pienso, como en este preciso momento. Se trata del hecho de que yo nací prematuro (sietemesino) con un hermano monocigote, es decir, gemelo, o sea, que me desarrollé flotando y dando vueltas en el útero materno acompañado por mi hermano idéntico. En el momento del parto, fui expulsado de inmediato, mientras que mi hermano se quedó enredado allá adentro durante siete horas, y cuando pudieron extraerlo, luchó por sobrevivir en la incubadora durante cuarenta y ocho horas, hasta que dejó de respirar. Los médicos dijeron que, debido a la falta de oxígeno durante las horas del parto, había nacido con lesiones cerebrales irreversibles. Así que yo he sentido siempre una exacerbada dualidad congénita, algo así como una ausencia fantasmal que me empuja a hacerme con frecuencia la pregunta inevitable: ¿Si los roles hubieran sido inversos, si él hubiera nacido primero, sería él quien estaría ahora aquí elucubrando estas tonterías? Es decir, ¿él sería yo, y yo, el otro? ¿Cuál habría sido su o mi destino? Sé que es inútil hacerse este tipo de preguntas, pero este episodio es una de las razones por las cuales el tema de la dualidad, de las contradicciones y de las paradojas me resulta tan cercano.

El terreno de las artes mágicas o del ilusionismo es otro sitio donde encontramos también un fenómeno que está a la base de cualquier efecto mágico y que podríamos denominar de “realidad dual”, o doble. Porque en rigor, el efecto de asombro que todo acto mágico suscita, reside en el encontronazo chispeante que se da entre dos realidades que simulan ser la misma, pero que no lo son: lo que el mago muestra es una realidad ficcional que el espectador percibe y toma por cierta, mientras que el mago, en realidad, está en otro plano que es el de la mecánica del truco, imperceptible para el espectador, y  que consiste en la manipulación de la atención, que conduce a la ruptura de la secuencia lógica de los acontecimientos, para producir, a la postre, la gran sorpresa, el asombro.

Y bueno, como el tema está a la orden del día y ustedes conocen mis convicciones, terminaré conversando, ¿adivinen de qué? ¡Pues de Venezuela!, ya que ayer la Corte de Constitucionalidad de ese país dio por válida la elección de Nicolás Maduro como Presidente. Sobre dicho tema, hemos sido confrontados durante dos décadas a una doble e incompatible realidad: la que la mayoría de venezolanos experimenta en su país (y por mayoría entiendo los venezolanos que votaron por el actual régimen sin apoyar ni adoptar las consignas de una oposición tradicionalmente golpista, mañosa, racista, amargada  y violenta, vendida al extranjero), realidad hecha de migraciones casi forzadas y de durísimas privaciones debido a las sanciones económicas contra el régimen, pero realidad también de trabajo responsable, cargado de buen humor y de espíritu de lucha para construir un país donde prive la justicia social y el sentido de fraternidad. Se trata de una Venezuela que realmente existe y que es fundacional y fundamental, aunque jamás la prensa occidental la haya interrogado ni la haya mostrado en su complejidad y en sus contradicciones, ni haya indagado acerca de los aportes y méritos del chavismo elegido democráticamente durante más de veinte años, y sin que nunca hayamos visto ni siquiera un pinche reportaje para enterarnos por qué razón alrededor de seis millones de votantes, que no son retrasados mentales, han apoyado y apoyan todavía con entusiasmo al régimen bolivariano.

El caso es que para los medios de prensa de Occidente y para muchas redes sociales, esa Venezuela real, no existe en el campo del conocimiento, ni en las conversaciones, y menos en los afectos. Lo que los medios de las oligarquías venezolanas y mundiales muestran al mundo como realidad de país, de sociedad civil, de Estado con instituciones y reglas, y de pueblo con una cultura muy rica, son siempre noticias parciales y distorsionadas, caricaturizaciones y falsedades que nada tienen que ver con lo que en la vida cotidiana interesa al venezolano trabajador que se muestra mayoritariamente solidario con sus compatriotas, amoroso con su patria y respetuoso y agradecido hacia el gobierno que ha elegido.

¿Alguien ha oído hablar de las elecciones comunales nacionales que tendrán lugar este fin de semana en Venezuela y que constituyen la columna vertebral del proyecto de tipo socialista que las comunidades quieren implementar varias veces al año como alternativa desde la base para balancear los proyectos catapultados desde las alturas del poder? A mí me parece una experiencia democrática de corte libertario de primer orden. ¿Pero quién, fuera de Venezuela la conoce? ¿Quién nos hablará de ella?  La prensa del “mundo libre” y las oligarquías del planeta seguirán vomitando veneno y mala fe para privar de legitimidad a un proyecto de país que, si lo dejaran desarrollarse, podría quizás representar una sana fuente de inspiración para los demás países del hemisferio. Pero eso es, justamente, lo que una parte del mundo no quiere que suceda. Porque hay demasiados recursos y muchas riquezas de por medio.

Y así podríamos concluir con que el mundo se divide en dos: los que sabemos que estamos en una pecera, y los que no lo saben. Los que lo sabemos quisiéramos explicárselo a los demás para embellecerla y agrandarla, pero ellos se niegan a tomarnos la palabra argumentando que no hay otro mundo mejor que este. Yo, sinceramente, no creo que tengan razón.       

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