Recuperar la Universidad de San Carlos de Guatemala

Jorge Mario Rodríguez     junio 19, 2024

Última actualización: junio 18, 2024 1:11 pm
Jorge Mario Rodríguez

En El Estudiante de la mesa redonda, el escritor colombiano Germán Arciniegas, quien fuera uno de los líderes estudiantiles más importantes de la historia latinoamericana, imagina a los estudiantes universitarios de todos los tiempos compartiendo alrededor de una mesa que se antoja bulliciosa, alegre y llena de nobles arrebatos. Cualquier universitario que valore su paso por las aulas universitarias sabrá de las bellas ideas que surgen alrededor de las mesas universitarias.

Arciniegas empieza su obra haciendo memoria de los famosos y largos desórdenes de la Universidad de París de 1229, los cuales fueron suprimidos de forma sangrienta por la soldadesca real de entonces. Este movimiento hizo surgir formas tempranas de autonomía. Sin embargo, también marcaron la tensión entre la vida intelectual y el poder. Como lo nota Arciniegas, es estudiante tiene “la revolución en el alma”, un hecho que se ha hecho patente a lo largo de la historia y que ha dejado una estela de mártires.

Una de las razones que explica este continuo espíritu de cuestionamiento, radica en la necesidad de pensar los tiempos cambiantes. Para el inolvidable José Ortega y Gasset, la universidad genera ese repertorio de respuestas con las que una nueva generación enfrenta su propia tarea histórica. Cada generación encuentra un conjunto de problemas para los cuales desarrolla ese repertorio de respuestas que brindan su fisonomía particular a un período de la historia.

No es extraño que, a través de la historia, las universidades latinoamericanas hayan estado a la par de sus sociedades. Los primeros tiempos en México y Lima vieron surgir robustas universidades que aspiraban a satisfacer la necesidad de letrados y funcionarios, pero que, por la misma naturaleza del conocimiento, también generarían tendencias críticas. La Usac reconoce un legado de más de tres siglos, en donde ha habido momentos de gloria como la reforma científica del franciscano José de Liendo y Goicochea, llevada a cabo cuando nuestra noble institución era Real y Pontificia.

La herencia estudiantil de todos los tiempos encarna en la vida estudiantil latinoamericana del siglo pasado, como lo muestra la decisiva Reforma de Córdoba de 1918, la cual iba a configurar la universidad latinoamericana del siglo XX. El mismo Ortega y Gasset había despertado la inquietud estudiantil en su visita a Argentina poco antes del Grito de Córdoba.

La misión de la universidad, parafraseando a Ortega y Gasset, es situar a las nuevas generaciones a la altura de los tiempos. Por lo tanto, su misión trasciende la creación de profesionales. Pensar que se va a la universidad solo para conseguir una “carrera”, es una perspectiva limitada. No se puede ignorar que la universidad ofrece el espacio para examinar los problemas del presente y para imaginar las perspectivas del futuro.

Una pequeña digresión no está de más. El estudiante contemporáneo que solo se preocupa por un diploma debe considerar sus propias circunstancias. Debe tomar en cuenta recordar que el desarrollo de la inteligencia artificial podría hacer laboralmente superfluos a muchos profesionales. Por lo tanto, se debe pensar sobre la manera en que se configura el mundo del mañana y las aulas universitarias ofrecen un espacio propicio para realizar esta actividad. Es necesario, en efecto, pensar nuestra realidad, nuestro entorno social, no solo local, sino también global. La universidad puede brindar una profesión, pero también ofrece una oportunidad para que imaginemos el futuro que queremos. Como lo decía el gran filósofo alemán Karl Jaspers hacia el final de la Segunda Guerra Mundial la “universidad es la base sobre la cual la sociedad y el Estado pueden dar lugar a la más clara conciencia de su época”.

Ahora bien, el objetivo reflexivo no se puede alcanzar si la universidad no se rige bajo sus propias regulaciones. Este es el sentido de la autonomía, la cual se adecúa a diferentes regiones y contextos históricos. Los contextos universitarios comparten el ideal de crear una comunidad que se debe regir por los valores del intelecto. El estudiante eterno, Carlos Martínez Durán, en famosa inscripción, instaba al estudiante a edificar su presente en una vida académica “sagrada, fecunda y hermosa”.

Por lo dicho, no se puede aceptar el secuestro de nuestra universidad nacional por parte de Walter Mazariegos. No podemos quedarnos de brazos cruzados ante el hecho de que la ilegítima “fiscal” criminalice a quienes han luchado por una USAC que regresa por sus fueros.

El universitario guatemalteco debe recordar que la Primavera Democrática fue guiada por el ejercicio político de Juan José Arévalo, el ‘Maestro presidente’ como lo llamó Salvador Allende. Ha sido reconocido que el pensamiento de la Reforma de Córdoba se concreta en la refundación de la Universidad de San Carlos de Guatemala y también en el programa de gobierno de este gran político quien, como ha sido recalcado por estudiosos, realiza un intento por insertar la conciencia de dignidad en una de las sociedades más injustas de Latinoamérica. El socialismo espiritual, en realidad, nace en el esfuerzo político por realizar los valores que el maestro filosofante había identificado en las aulas universitarias argentinas como estudiante, profesor y funcionario. Se convierte en un esfuerzo por dignificar a la sociedad guatemalteca de su tiempo. Juan José Arévalo comprendió que el objetivo de crear una sociedad humana debe ser pensado con metas e ideas altas —yo mismo doy testimonio de que un día le oí afirmar que siempre había sonado alto.

Es claro que el socialismo espiritual no ha sido despojado de sus posibilidades para hacer que renazca la Primavera Democrática, simplemente porque los valores no mueren Por lo expuesto, exhorto a la sociedad guatemalteco y al gobierno a no permitir en silencio el intento de criminalizar a los que luchan por una universidad nacional digna —incluso en las más altas esferas del gobierno. Ya se ha pagado con mucha sangre el derecho a tener una universidad nacional que brinde referentes espirituales y académicos para una sociedad que necesita encontrar el rumbo en un época crítica como la actual.

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