Las planchas 

Las antiguas planchadoras de casa trabajaban durísimo y, al finalizar el día, debían dejar sacada la tarea: canastos repletos de ropa nítidamente lavada, blanqueada, enyuquillada y planchada.

María Elena Schlesinger     septiembre 1, 2024

Última actualización: agosto 31, 2024 3:33 pm

Planchar la ropa es una labor pesada, engorrosa y peligrosa, pues la planchadora podía, por un lado, quemarse fácilmente y, por el otro, echar a perder sin remedio las piezas de ropa, debido a la técnica utilizada para dejar lisas y sin arrugas las prendas de vestir y las de casa. 

El planchado doméstico ha sido realizado siempre por las mujeres, ya sea por el ama de casa o por mujeres que lo hacían por encargo o por tarea, a cambio de un mínimo salario. 

Las antiguas planchadoras de casa trabajaban durísimo y, al finalizar el día, debían dejar sacada la tarea:  canastos repletos de ropa nítidamente lavada, blanqueada, enyuquillada y planchada. 

En Guatemala, primero se utilizó la plancha de hierro, la cual se ponía a calentar en la hornilla del poyo o en el brasero de la cocina.  Este tipo de planchas se comenzaron a usar en Europa en el siglo XVII y eran bloques de hierro en forma de delta, con un agarrador de hierro y madera, los cuales se calentaban fuertísimo sobre el fuego vivo.

Un siglo más tarde, la plancha de hierro macizo se cambió por una más moderna, la cual consistía en una caja de hierro en donde se colocaban brasas de carbón. Estas planchas debían de airearse con un soplador cada cierto tiempo para lograr mantener vivas las ascuas y el calor.

Estas planchas de carbón solían calentarse mucho y era común que la ropa quedara chamuscada en el intento o quemada cuando las pequeñas chispas hirvientes caían sobre los casimires o algodones, dañando la ropa con pequeños cráteres. No había pecado más terrible para una planchadora de casa que entregar una pieza de ropa quemada. Se desataba la furia de la señora y muchas veces la pobre planchadora salía de la casa sin el pago del día, sin empleo y maltratada por lo que se consideraba entonces una irresponsabilidad y una falta de cuidado. 

Las famosas planchas de carbón tenían en su parte media un compartimento en donde se colocaban las brasas.  Este compartimento se cerraba con una tapa de bisagra, generalmente con una cerradura en forma de gallina o gallito.

Las brasas se mantenían a fuerza de soplador o fuelle y, como la plancha se calentaba muchísimo, cada vez que la planchadora daba vuelta a la pieza de ropa o debía que ejecutar algún doblez, la ponía a descansar sobre un enrejado de hierro.

En Guatemala, las planchas de hierro y carbón se siguieron usando hasta mediados del siglo veinte, cuando el uso la plancha eléctrica comenzó a ser más generalizado en nuestro medio.  En los Estados Unidos las planchas eléctricas hicieron su aparición en la vida doméstica en 1902, revolucionando la difícil tarea de dejar la ropa nítida y sin arrugas. 

No hace mucho se miraba aún en Guatemala, en las banquetas, frente a las sastrerías del centro, los braseritos de carbón encendido y al lado la plancha de hierro con la “boca abierta”, esperando para que el maestro sastre pudiera, con un par de tenazas, alimentar el depósito para iniciar con la labor de planchar el pantalón o el saco de alguno de los señores de la ciudad. Tomando mucho cuidado e interés en los pliegos de los pantalones y en las solapas del traje, ya que la costumbre masculina era, en la Guatemala de antes, la de tener un solo traje formal, siempre en color negro a la de zopilote o con diseño rayado, el que le servía casi toda la vida para para asistir a bodas o a funerales.

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