El diálogo no es sólo sentarse a hablar, es hacerlo, pero con la finalidad de llegar a profundos y concretos acuerdos, limando asperezas para salir avante de situaciones sumidas en complejidad.
En sí, el diálogo más que una herramienta, es un recurso esencial para lograr la convivencia pacífica en cualquier comunidad.
En un mundo en donde las diferencias de opinión, de posturas, creencias y perspectivas son inevitables, el diálogo constituye uno de los instrumentos más importantes para encontrar salidas.
La historia está plagada de ejemplos, en donde el diálogo jugó un papel preponderante para la resolución de esos conflictos y lograr el fortalecimiento de las comunidades.
Un proceso que podría citarse para entender el impacto que tiene el diálogo, es aquel que se llevó en la India, para lograr su independencia, el cual fue propiciado por Mahatma Gandhi, en donde el diálogo pacífico disipó las extremas tensiones entre los colonos británicos y los indios, que evitó la violencia y negoció la independencia.
Ello sirvió para demostrar que era posible arribar a grandes cambios sociales y políticos, lográndose así sentar las bases, para otros movimientos de derechos civiles en todo el mundo.
Otro importante ejemplo a citar, son los acuerdos de paz entre el gobierno colombiano y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, FARC, cuya situación planteó la importancia de ese diálogo perseverante, para resolver un conflicto que duró más de cinco décadas, a pesar de sus varios intentos fallidos.
Un proceso profundo para dialogar, nunca es sencillo, ni inmediato, pero si se logra la voluntad de las partes para sentarse a negociar, involucrando la mediación de actores externos, será un paso clave hacia la desescalada del conflicto.
Muchos podrán ser los ejemplos a nivel mundial y a los cuales podríamos hacer referencia, pero qué decir de nuestra historia, en donde el diálogo ha jugado un rol más que importante y al cual debemos seguir apelando, si la meta realmente es un país en donde los derechos de las personas sean el pilar fundamental y la democracia su esencia.
En Guatemala, el diálogo ha sido el puente entre las partes en conflicto y a pesar de la violencia y el sufrimiento prolongado que este país ha tenido, hoy debemos reconocer que haber recurrido a dicho método para encontrar soluciones, sí ha permitido abrir puertas y salir adelante.
Recordemos las conversaciones para intentar culminar con el conflicto armado interno de este país, las cuales comenzaron en la década de los 80, intensificándose las mismas en la década de los 90, hasta culminar con los Acuerdos de Paz, firmados el 29 de diciembre de 1996.
No puede negarse que mucho se logró tras dichos acuerdos, sin embargo aún hay mucho por hacer, por lo que ese diálogo debe continuar.
Para cerrar los círculos, debemos meternos en ellos, pues mucho de lo que aún sigue dividiendo y molestando en este país, son los resabios de esa nefasta guerra que aún duele, pero la cual ya es hora de superar. ¡No es fácil, de esto se está claro!
Aquellos procesos involucraron a los actores más extremos, participando todos los sectores, como el armado, sociedad civil, organizaciones de derechos humanos, representantes de comunidades indígenas, grupos religiosos y muchas otras entidades internacionales como Naciones Unidas y gobiernos de países amigos, quienes actuaron como mediadores y garantes del proceso.
El haberse sentado a la mesa del diálogo, los representantes de una basta diversidad de sectores, dio mayor legitimidad y confianza a aquellas negociaciones.
Hoy, este diálogo debe seguirse dando con los actores que están aquí y ahora, asumiendo la responsabilidad que les toca afrontar, tomando la estafeta, para así culminar con muchos de los acuerdos que aún quedan pendientes y por fin dar el mate a esas divisiones peligrosas que generan las infructuosas ideologías y las narrativas destructivas, que a nada bueno conducen.
Este enfoque inclusivo del diálogo, siempre permitirá que las demandas de la sociedad respecto a los logros como justicia social, derechos de los pueblos y la lucha contra la impunidad, sean escuchadas.
En este sentido, hoy más que nunca, se debe seguir apelando a esta práctica que no es totalmente perfecta, pero sí paulatinamente perfectible y la cual ha mostrado sus enormes beneficios, develando por experiencia sus virtudes y haciendo cesar la discriminación, la violencia y hasta la muerte.
Sí pueden lograrse grandes cosas a través del diálogo y una muestra más de ello, fueron los acuerdos a los cuales se arribaron con motivo de los bloqueos de 2023. Si los sectores no se hubiesen sentado a la mesa a dialogar, hoy estaríamos siendo gobernados por las mafias.
El diálogo sí funciona y aunque no sea sencillo, sus efectos son importantes y provocadores de cambios contundentes.
Las dificultades que toda sociedad presenta, no deben ser vistas como barreras, sino como oportunidades para crecer, aprender y fortalecer el tejido social.
El diálogo constructivo permite que estas diferencias se aborden de manera respetuosa y productiva, promoviendo la unidad y el progreso comunitario.
Sentarse a dialogar es la base y el fundamento de toda relación social.
De igual forma, el dialogar es permitir la continuidad de puntos ya acordados, pero que aún necesitan de más abordaje para culminar en absolutos acuerdos. Roma no se hizo en un día y aún falta mucho por construir y lograr.
Es necesario que los miembros de las comunidades que hoy se encuentran en conflicto, comiencen a ver más allá de sus propias realidades, aprendiendo de las diferencias en lugar de temerlas o rechazarlas
Cuando se invita a todos los miembros de una comunidad a participar en las conversaciones y decisiones, se asegura que nadie sea excluido o silenciado, fomentándose una comunidad más equitativa, donde cada persona sienta que su voz es escuchada y valorada.
¿Qué se busca? Se busca fortalecer la participación ciudadana, para arribar a una cultura por la transparencia, lo que permitirá que las personas se sientan más inclinadas a involucrarse cuando sus opiniones son consideradas.
Las diferencias de perspectiva no sólo traen retos, sino también oportunidades de desarrollo.
En conclusión, urge que Guatemala siga tomando acciones acompañadas del diálogo franco y profundo, para terminar de consolidar relaciones y alianzas que aún están flojas, no totalmente cohesionadas, para así transformar y fortalecer al país.
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