En este caso específico hay dos cuestiones por las cuales la historia no es y nunca debería de ser un factor de diseño o influyente en política exterior. Primero, la decisión de Guatemala de reconocer a Palestina primero como Estado independiente, libre y soberano y ahora como miembro con más derechos ante la ONU, justificándose por la postura que tuvimos en 1947 no toma en cuenta que líderes árabes primer y posteriormente líderes palestinos han rechazado las diferentes opciones para negociar o continuar un proceso para crear un Estado Palestino aparte de su rechazo inicial de la resolución 181 en 1947.
En 1967 al finalizar la Guerra de los 6 días en donde Israel ocupó el Sinaí egipcio, los Altos de Golán sirios, la Franja de Gaza y casi la totalidad de la meseta occidental de Jordania, la coalición de diferentes partidos políticos de Israel creó el Gobierno de Unidad Nacional que ofreció devolver el Sinaí a Egipto, los Altos de Golán a Siria y negociar una frontera este con Jordania en lo que hoy en día conocemos como Cisjordania. Esta oferta también motivó a la Asamblea General de la ONU a promover la resolución 242 llamada “Un territorio para la paz” que llamaba a la retirada de Israel de los territorios ocupados y que cada Estado en la región tenía un derecho a vivir en paz con fronteras claramente definidas y garantías de un no usa de fuerza de otros Estados. Los líderes árabes reunidos en la cumbre presidencial de la Liga Árabe en Jartúm rechazaron la oferta y la resolución en ese momento. Casi una década después terminada la guerra del Yom Kippur, en el marco de los acuerdos de Camp David promovidos por Estados Unidos y dándole seguimiento a la resolución 242 nuevamente Israel decidió devolver el Sinaí a Egipto en 1982 y países como Siria y Jordania aceptaron gran parte de las negociaciones y eventualmente reconocieron a Israel mediante acuerdos de paz, pero para entonces la Organización de Liberación Palestina (fundada en 1964) rechazó cualquier negociación con Israel. La hoja de ruta creada en los Acuerdos de Oslo de 1993 que culmina con la retirada de colonos judíos de los territorios ocupados durante el gobierno de Ariel Sharon para poner fin a la segunda intifada (2000 a 2005) nunca tuvo seguimiento por parte de la ahora reconocida Autoridad Nacional Palestina.
Tomando esto en cuenta, el gobierno de Guatemala en vez de gritar a los cuatro vientos una solución de dos Estados como solución al conflicto que pasó de ser árabe – israelí a palestino – israelí debería hacer un llamado a esa Autoridad Nacional Palestina a que haga un mínimo esfuerzo por hacer una nueva negociación o seguir una hoja de ruta ya establecida. Por otro lado, en 1947 no existía una Organización para la Liberación Palestina, tampoco un Hamas y tampoco una Jihad Palestina. No se había dado la revolución islámica de Irán, las primaveras árabes que dieron lugar a la creación del Estado Islámico de Irán y Siria (ISIS) mientras que en Israel no existía el partido político del Likud, no existían los movimientos de colonos y no se habían fundado las Fuerzas de Defensa Israelí. Ignorar estos y otros aspectos pero aun así esperar que una solución de dos Estados ponga fin a un conflicto cada vez más complejo es lo que nos lleva a tomar una decisión muy desafortunada puesto que generaría todo lo contrario a una paz firme y duradera.
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