Una agitada semana de intereses creados

Edgar Balsells Conde

febrero 26, 2025 - Actualizado febrero 25, 2025
Edgar Balsells Conde

La semana pasada fue de una exhibición de fuerza de dos grupos de interés con poder y buenas conexiones con diputados y clase política: los del negocio de la basura y el reciclaje y los del transporte pesado, el urbano y el extraurbano. Y es que si se hace un árbol genealógico de la actual clase política guatemalteca vemos que la misma tiene raíces en familias de: camioneros, ganaderos y finqueros, constructores, dueños del cable y la televisión comunal y local, comerciantes diversos; son los detentadores de las que hoy en día se denominan cadenas productivas, que abarcan por supuesto las cooperativas de comercialización y de crédito, las asociaciones de productores y comerciantes locales y demás. Todos estos sectores están atrincherados, y con poder monopólico.

Son entonces parte la élite del poder del mundo subdesarrollado y dependiente de tecnología; y negociantes tipo paca y de la cultura del descarte del mundo desarrollado.  Se dicen apolíticos, pero por la propia conformación de nuestros partidos franquicia, se sabe que las diputaciones distritales y las alcaldías están al mejor postor. De ahí que modificar leyes, reglamentos y reforzar regulaciones tenga tantos obstáculos por estas tierras irredentas.

En mis tiempos en el alto despacho de las Finanzas Públicas, recuerdo las «invitaciones» a dialogar por parte de un diputado distrital de Huehuetenango, que no dejaba ni por asomo el celular, girando órdenes frente a mí, a sus camioneros y choferes que circulaban por todo el Occidente y ambientes fronterizos. Hablaba de motores, despacho de carga y cambios de aceite; a la par de solicitar fondos para proyectitos hormiga de sus distritos representativos. Recuerdo que le preocupaba de sobremanera rascar la olla del antiguo Fondo de Inversión Social -FIS-. La clase política distrital es algo que hay que refundar a la hora de una verdadera reforma del Estado; y por supuesto toda la maquinaria edilicia, asentada, en la ANAM, INFOM y consejos de desarrollo.

Nos dice el notable tratadista social Wright Mills que «los poderes de los hombres corrientes están circunscritos por los mundos cotidianos en que viven, pero aún esos círculos del trabajo de la familia y de la vecindad muchas veces parecen arrastrados por fuerzas que no pueden comprender ni gobernar». Esas fuerzas son todo lo que nosotros -los ciudadanos de a pie- no somos.

Ese tipo de hombres- porque la mayoría son hombres- son quienes se ocupan de las redes de negocios y tienen a su merced al vasto ejército de jóvenes que se incorpora al mercado laboral: choferes, mecánicos, meseros, electricistas, contadores, oficinistas, secretarias, informáticos y demás. Tanto nosotros sus usuarios, como sus trabajadores, pareciéramos ser carne de cañón de su rentabilidad y búsqueda de los costos mínimos de seguridad y control de la polución y contaminación del aire.

Y como la infraestructura y la energía son las que mueven el crecimiento y el desarrollo, bien vale la pena estudiar tales redes de negocios y de poder. La semana pasada hicieron mucho ruido los mandamases de los camiones recogedores del desecho sólido de hogares y empresas, y los dueños del transporte de carga y extraurbano principalmente. El seguimiento de las cadenas de negocio en tales ambientes llega incluso a extremos de crimen organizado, como hace un tiempo lo demostró In Sight Crime, estudiando el vertedero de basura de San Pedro Sula, en donde conviven desde mareros hasta concejales edilicios y altos hombres de negocios hondureños.

La coyuntura los movió la pasada semana: un gobierno débil con discurso progresista, afín al cambio climático y a la seguridad ciudadana, comenzó a promover medidas como la clasificación de los desechos sólidos y el ordenamiento de la basura; mientras en reunión congresil, el Director de la Policía Nacional David Boteo,  atribuyó parte de las desgracias del transporte extraurbano a la alteración de motores de los conocidos «Chicken Bus» «que vienen en su mayoría del lote de buses escolares de los Estados Unidos y que, por las fuertes regulaciones de seguridad de los niños, -además por la polución de sus motores-, deben salir del mercado de tal país; luego de 10 años de recorrido. Se compran por cifras ridículas en el trópico, incluso de menos de 3 mil dólares.

En tal reunión congresil, de acuerdo con excelente reportaje de Joel Maldonado (La Hora 21 de febrero), uno de los grandes señorones de la Gremial de Transporte Extraurbano de Pasajeros (Gretexpa) justificó la “tropicalización”, de motores y autobuses, a las circunstancias geográficas de este pequeño país, lleno de carreteras sinuosas, y de terreno montañoso.

Por supuesto que un terreno montañoso y de barrancos metropolitanos tiene sus grandes riesgos. Así como hay grandes pendientes para escalar, las hay para descender, y si no que lo digan los múltiples y criminales accidentes en la bajada mixqueña de la carretera Panamericana, o en la vuelta del Chilero.

Hay entonces en discusión un reglamento para buses extraurbanos y otro para clasificación de residuos; y ambos vienen siendo bombardeados por gremios y clase política. La tal tropicalización de los Chicken Bus no sólo tiene que ver con la modificación de motores, sino con la incorporación de pintorescas apariencias, luces altas encandilantes y música chocarrera, que no respeta el ambiente de descanso de un trabajador que debe permanecer sentado, y a veces hacinado, en verdaderas latas de sardina. Ello se trata de retratar como parte de la cultura del pueblo, a veces incluso con mensajes bíblicos; como irrumpiendo en la intimidad y la ideología de un trabajador, que se requiere amancebado y pensando en la vida extraterrenal, porque la terrenal es más que agobiante y violenta.

Tal vez el cuarto poder de la prensa, y nosotros los opinadores, y las acciones más enérgicas de un gobierno que afirma venir del período revolucionario, requieren de más convencimiento ciudadano y más afiliación política ante el cambio climático, la gobernanza de aguas y ríos, y el transporte de masas. Ello exige de toda una reforma del Estado, la sociedad y de las ideologías: frente al entorno avasallante de las fuerzas de la ultraderecha privatizadora.

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