Hoy se celebra el Día de Acción de Gracias en Estados Unidos y, como todos los años, no faltan publicaciones en las redes sociales donde muchos guatemaltecos llaman a no celebrar festividades extranjeras y a comer el tradicional pache del jueves. Esto no está mal, ya que es una forma de mantener nuestras tradiciones. También es común encontrar publicaciones sobre el origen del Día de Acción de Gracias. Una que llamó particularmente mi atención decía: “El Día de Acción de Gracias se celebra el día en que los estadounidenses alimentaron a inmigrantes indocumentados procedentes de EuropD+iaa”. Personalmente, creo que ninguna de estas críticas es incorrecta, pero considero que lo realmente importante es reflexionar sobre el hábito de agradecer.
La gratitud es una de las virtudes más poderosas que los seres humanos pueden cultivar. Aunque a menudo se percibe como un simple gesto de cortesía, ser agradecido va mucho más allá. Este sentimiento profundo no solo fortalece nuestras relaciones interpersonales, sino que también impacta nuestra salud mental, emocional y espiritual. La gratitud puede entenderse como el reconocimiento y aprecio por lo que uno recibe, ya sea tangible o intangible. Es un acto de conciencia que implica valorar lo que tenemos y lo que otros hacen por nosotros. Según estudios psicológicos, la gratitud no solo es un estado emocional, sino también una actitud hacia la vida que puede aprenderse y practicarse, incluso en los momentos más difíciles.
Uno de los mayores desafíos es practicar la gratitud en momentos de adversidad. Sin embargo, es en estas situaciones cuando la gratitud puede ser más transformadora. Reconocer incluso las pequeñas bendiciones en medio de la dificultad nos ayuda a mantenernos resilientes y enfocados. Por ejemplo, durante la pandemia de COVID-19, muchas personas encontraron consuelo y fortaleza al reflexionar sobre las conexiones humanas, el apoyo de sus comunidades y la oportunidad de reevaluar sus prioridades. La gratitud no significa ignorar el dolor o la dificultad, sino encontrar sentido y fortaleza en medio de ellos.
La gratitud juega un papel crucial en las relaciones humanas. Cuando expresamos gratitud hacia los demás, fortalecemos los lazos emocionales y creamos una atmósfera de confianza y aprecio. En el ámbito familiar, agradecer los esfuerzos diarios de los demás puede mejorar la dinámica y reducir los conflictos. En el trabajo, la gratitud fomenta un ambiente positivo, aumentando la motivación y el compromiso. Los líderes que muestran gratitud hacia sus empleados suelen tener equipos más cohesivos y productivos. Además, este hábito en el entorno laboral puede reducir el estrés y el agotamiento.
En muchas tradiciones espirituales, la gratitud es una práctica central. Desde los textos religiosos que invitan a agradecer a la divinidad, hasta los rituales indígenas que celebran la naturaleza y la abundancia, la gratitud conecta a las personas con algo más grande que ellas mismas. Por ejemplo, en el budismo, se relaciona con la conciencia plena y la interconexión de todas las cosas. En el cristianismo, dar gracias a Dios es una forma de reconocer Su presencia y bondad. Estas prácticas nos enseñan que la gratitud no es solo un acto individual, sino una manera de construir comunidad y generar armonía.
Practicar la gratitud no requiere grandes gestos ni situaciones excepcionales. De hecho, es en las pequeñas cosas donde este valor cobra mayor relevancia. Desde agradecer a un colega por su ayuda hasta reconocer los momentos de belleza en nuestra rutina diaria, la gratitud nos permite enfocarnos en lo positivo en lugar de lo negativo.
A pesar de sus múltiples beneficios, no siempre es fácil ser agradecido. Entre los principales obstáculos están la tendencia a enfocarnos en lo negativo, las expectativas poco realistas que nos impiden valorar lo que ya tenemos, y la falta de tiempo o atención para reflexionar sobre nuestras bendiciones.
La gratitud no solo beneficia al individuo, sino también a la sociedad en su conjunto. Una comunidad que practica la gratitud es más solidaria, empática y resiliente. En contextos de conflicto, la gratitud puede ser una herramienta poderosa para la reconciliación, al reconocer los esfuerzos y sacrificios de los demás. En el ámbito político, los líderes agradecidos pueden promover políticas que valoren el bienestar colectivo sobre los intereses individuales. En la educación, enseñar a los estudiantes a ser agradecidos puede formar una generación más consciente y comprometida.
Entonces, ¿por qué los guatemaltecos debemos estar agradecidos hoy? Porque gracias a los millones de migrantes connacionales, la economía de Guatemala depende en gran medida de las remesas provenientes de Estados Unidos, que representan entre el 15% y el 20% del PIB. Estas remesas no solo sostienen el consumo interno y reducen la pobreza en muchas familias y comunidades, sino que también dinamizan sectores como el comercio y los servicios.
Hoy, mientras millones de familias en Estados Unidos celebran, muchos connacionales trabajan con el objetivo de enviar dinero a sus familias. Otros, en mejor situación, agradecen haber migrado y mejorado sus vidas y las de sus seres queridos, aunque añoren su país de origen. Sin embargo, este Día de Acción de Gracias 2024 está marcado por la incertidumbre y el temor ante posibles cambios en las políticas migratorias, que podrían impactar negativamente tanto a los migrantes como a la economía guatemalteca.
Pero como hoy es un día para agradecer, hagámoslo: agradezcamos por lo que somos, por lo que tenemos y por lo que aspiramos a ser. Cultivemos la gratitud como una herramienta poderosa para transformar nuestras vidas y nuestras comunidades. Al practicarla, no solo fomentamos el bienestar personal, sino que también contribuimos a un mundo más justo, empático y armonioso. En medio de los desafíos, la gratitud nos recuerda que siempre hay algo por lo cual dar gracias y que cada gesto de agradecimiento puede marcar una diferencia significativa en nuestras vidas y en las de los demás.
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