Mientras continúan las teorías conspirativas considerando que hubo toda una trama para favorecer a Trump con un atentado fallido para asegurar los votos necesarios para llegar a la presidencia, hay que entender un tanto la “tribalización” y las divisiones cada vez más grandes al interior de Estados Unidos.
La historia registra que es un país inventado producto de la migración desde que llegaron los pioneros protestantes originales, producto de una aventura comercial propiciada por grandes comerciantes londinenses para ampliar el intercambio de productos transmarinos, y eso lo imitaron los holandeses, mientras España católica solo estaba interesada en los territorios mineros para extraer su riqueza. Aún así, sus monedas de plata de las minas de Perú y Nueva España sirvieron para agilizar el comercio global por vez primera en el mundo.
Ante la despoblación del continente por las enfermedades traídas por los europeos, la esclavitud de africanos fue la tendencia que activó la vida económica. Los pueblos originarios estaban separados en sus propias tierras, mientras en las ciudades siguieron recibiendo inmigrantes europeos, especialmente en Estados Unidos y el Cono Sur.
Estados Unidos, tras obtener su independencia, se convirtió en el siglo XIX en una potencia industrial y naviera apuntalada por el descubrimiento de grandes yacimientos de oro de California y el petróleo en distintos estados. A mediados del siglo XIX rivalizó con el imperio británico sobre los territorios de este hemisferio luego que Estados Unidos conquistó Texas y la mitad de México, hasta vencer a España en 1899 y ocupar sus colonias en el Caribe y Filipinas.
La marcada división entre blancos y negros desastó una guerra civil entre 1860-1865 por la emancipación de los esclavos entre el norte y sur. Sin embargo, pese a la victoria de los abolicionistas, los blancos supremacistas volvieron a ganar terreno político a inicios del siglo XX en todos los sectores de la vida social y los blancos del Ku Kux Klan siguieron vigentes. Apoyaban las ideas de Hitler y, ahora, llevan sus swastikas en los brazos, que apoyan a Trump.
El siglo XX fue el siglo de Estados Unidos y logró avanzar hasta convertirse en la mayor potencia del mundo tras dos guerras mundiales “en defensa de la democracia y sus valores”.
Empero, en su interior, es un un país tribal en términos raciales llenos de prejuicios entre una y otra nacionalidad y color de la piel, y los mayores prejuicios caen sobre los últimos migrantes en llegar. También los divide la religión: hay muchas sectas derivadas de iglesias protestantes tradicionales. Y están las iglesias católicas, la ortodoxa, las religiones judía y musulmana, las filosofías budistas y taoístas. Además, al interior de cada una de esas religiones hay divisiones en su seno entre conservadores y progresistas que dicen tener la verdad absoluta y rechazan a las demás.
La unidad nacional estadounidense a todas luces imposible, fue posible gracias a sus buenas instituciones y leyes creadas por los padres fundadores, que han sido claves del suceso de este país que es un “Melting pot” de etnias y nacionalidades. La mayoría de ellas integradas y asimiladas culturalmente por el inglés y las convenciones. Melting pot es donde se funde distintos minerales y salen más fuertes como el carbón y el hierro, según los nacionalistas. Sin embargo, es una metáfora. La verdad es que el “tribalismo” es el que ahora está a punto de estallar en Estados Unidos pues se ha polarizado en dos corrientes principales: los conservadores que ven a Trump como el último baluarte del conservadurismo blanco de corte autoritario (como lo es Putin en Rusia ortodoxa), contra los liberales que defienden los derechos del hombre en todo sentido (incluyendo de los transgéneros y los gays, las distintas religiones…), que tienen a Joe Biden como su candidato. Trump en su campaña política ha dicho que, de llegar a la presidencia, se vengaría de todos sus enemigos, lo que es una plataforma política inmoral e ilegal el usar su poder, ahora con la posibilidad de ser impune en sus actos como presidente, como lo reconoció la Corte Suprema de Justicia hace poco. Eso es una amenaza directa contra la democracia. Sus cohortes de fanáticos podrían armarse en contra de sus oponentes y de las instituciones. Por eso Joe Biden decidió de nuevo lanzarse a la presidencia y obtuvo la nominación para contener el posible triunfo de Trump y defender la institucionalidad y un sistema que ha funcionado de manera imperfecta, pero que ha funcionado, al punto que es aún la gran potencia mundial. Incluso China, su nuevo rival en ascenso, quiere que Estados Unidos se mantenga como gran potencia porque da cierto orden mundial que otras le impugnan, pues el mundo ha entrado en un territorio sembrado de minas en Ucrania, Medio Oriente…
El atentado que sufrió Trump el sábado acelerará su venganza de asumir la presidencia en contra de sus enemigos, como ha dicho, y lo hará a través de sus fieles conservadores armados, casi todos simpatizantes del nazismo supremacista blanco, que no aceptan que todos los que viven en Estados Unidos sean estadounidenses. Eso costó: los negros obtuvieron la nacionalidad en 1868 y los pueblos originarios hasta 1924 puesto que antes vivían en sus “naciones” ligadas al Departamento de Estado.
El atentado fallido, que pareciera fue obra de los trompistas para subir su popularidad, le dará los votos necesarios adicionales para ser electo presidente, a menos que se descubra quién estuvo detrás del complot. Al autor del atentado le salió el tiro por la culata pues, al fallar su disparo, levantó aún más la popularidad de Trump, en especial entre los indecisos, porque siempre la gente favorece a la víctima. ¿Era un “lobo solitario”? Ese fue quien le propinó un cuchillazo al derechista Jair Bolsonaro en 2016 y, de pronto, salió electo presidente de Brasil. O como cuando Charles de Gaulle sufrió un atentado en 1962, al salir indemne de una balacera de más de cien impactos de bala, tuvo gran publicidad y de nuevo ganó las elecciones. Lo mismo pasó con Ronald Reagan tres el atentado fallido que sufrió en 1982, pues su popularidad escaló. Pedro Sánchez en España por igual, al frustrar un atentado en su contra. En consecuencia y para INRI del mundo, Trump será presidente de Estados Unidos, y desatará una guerra tribal sin precedentes en su interior. Veremos qué repercusiones tendrá en el mundo si eso así sucede. Por ello espero que algo extraordinario suceda antes de noviembre para que ese pronóstico no se cumpla.
Etiquetas:conservadores armados Donald Trump Estados Unidos guerra civil Joe Biden Ku Kux Klan padres fundadores