Sistema de Impunidad

Elías Talé

junio 4, 2024 - Actualizado junio 3, 2024
Elías Talé

Durante muchos años, hemos sido víctimas del engaño de criminales de cuello blanco que, durante sus campañas electorales, han embaucado a miles de personas con promesas de transformar el país. Una vez electos, olvidan sus compromisos y se dejan llevar por sus propios intereses, robando dinero del erario público y enriqueciéndose a costa del pueblo trabajador y honrado

Tantas veces me he preguntado: ¿Por qué son tan desvergonzados? ¿Por qué no tienen el mínimo respeto por la ciudadanía? ¿Por qué no trabajan en beneficio de la población? Es evidente que los gobiernos anteriores no tenían la mínima intención de cambiar las cosas. De hecho, fortalecieron el sistema de impunidad en el que nos encontramos.

Es inaudito pensar que las calles son inseguras mientras que las cárceles sí ofrezcan mejores condiciones de seguridad. Las últimas requisas realizadas en diferentes cárceles del país han demostrado lo bajo que hemos caído, al punto de ofrecerles seguridad, alimentación garantizada y comodidad a los criminales. No es posible que los gobiernos anteriores hayan sido capaces de dejar pasar este grave problema, a sabiendas de que estos lugares son recintos penitenciarios. La percepción de inseguridad en las calles ha aumentado considerablemente en los últimos años, los hechos demuestran que seguimos viviendo en constante inseguridad. Todos y todas somos vulnerables ante la delincuencia. Al igual que con otros problemas sociales, no debemos normalizar las extorsiones, el robo, el secuestro u otros actos que atenten contra nuestra integridad física y psicológica.

El operativo realizado en las instalaciones de la Granja de Rehabilitación Canadá, Escuintla, conocida como «El Infiernito«, ha puesto de manifiesto la oscura intención de algunos políticos de brindar beneficios a los reclusos, ofreciéndoles mejores condiciones de vida de las que gozan los ciudadanos honrados. Como bien señaló el ministro de Gobernación, es necesario recordar que este centro preventivo perdió su carácter de máxima seguridad hace ya varios años, convirtiéndose en un refugio donde los delincuentes continúan operando. Hemos llegado al extremo de encontrar reclusos con mascotas exóticas, sin que se sepa si las utilizaban para el consumo o para otros fines ilícitos. Si las autoridades no toman en serio la gravedad de la situación, debemos recordar que ellos también deben rendir cuentas ante la ley por su falta de compromiso con la población.

La falta de controles internos en el centro penitenciario, la compra de voluntades y la libertad de los reclusos para realizar todo tipo de actos ilícitos evidencian la urgente necesidad de retomar políticas públicas en materia de seguridad. Es evidente el retraso que presentan nuestras leyes en diversos ámbitos, uno de ellos el de la seguridad, donde se requieren condenas más severas y centros penitenciarios que garanticen la rehabilitación efectiva de los reclusos. Resulta paradójico que en la actualidad el criminal tenga más ventajas que el propio policía, ya que no existe una forma efectiva de actuar cuando a los encargados de brindar seguridad no se les ofrecen las condiciones adecuadas para cumplir con su deber.

¡Basta de abusos contra el pueblo! Basta de pisotear al ciudadano que cumple con todas sus obligaciones, que se levanta temprano y trabaja arduamente para sobrevivir, que no tiene privilegios y que cada día lucha por salir adelante junto a su familia. ¡Basta de que muchas veces no tenga la oportunidad de comer tres veces al día o de mandar a sus hijos a la escuela! ¡Basta de que no goce de buenos servicios de salud! ¡Basta de que aquellos que han sufrido injusticias a manos de políticos despiadados sigan siendo silenciados! ¡Es momento de cambiar las cosas!

Es de suma urgencia tomar medidas a nivel nacional para recuperar el sistema penitenciario. Atentar contra la vida no solo es un delito terrenal, sino también un pecado ante Dios. Es evidente que los políticos del país utilizan el discurso cristiano solo cuando les conviene, sin un verdadero compromiso con los valores que predican. No valoran la vida como debería ser, ni luchan por la seguridad y el cuidado de la familia. Por estas y otras razones, debemos comprender que los discursos que mezclan religión y política no pueden ofrecer soluciones reales a los problemas que aquejan a nuestra sociedad.

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