Salarios Guate/Mex y la distorsión cambiaria

Edgar Balsells Conde

enero 8, 2025 - Actualizado enero 7, 2025
Edgar Balsells Conde

A fin de año suele salir a la palestra en Centro y Norte América la eterna discusión sobre los salarios mínimos. Por ejemplo, a través de X el controversial senador estadounidense Bernie Sanders da las gracias al pueblo de Vermont por permitirle continuar por cuarta vez en el Senado y en el Capitolio al lado del Potomac. En uno de sus recientes mensajes mediáticos culpa a los senadores republicanos de oponerse a la subida del salario mínimo de 7.25 dólares/ hora a 15. Y muy bien lo relaciona con los precios de la vivienda, la comida y otras necesidades. Sanders subraya que tal nivel salarial es una absoluta desgracia para el trabajador.   (@SenSanders (30/12/24), 11:15 AM)

Bien vale la pena leer la controversia suscitada alrededor del mensaje de Sanders, y las respuestas inmediatas de una buena parte de los internautas sentenciando que tal propuesta: “crea inflación, no se adecúa a la oferta y demanda del mercado de trabajo, y significa una intromisión en el dejar hacer, dejar pasar de la economía”. La cuestión salarial es entonces profundamente ideológica. Pero por esa razón hay que ir a los fundamentos de la Economía Política.

Bien lo dice Robert Solow, premio Nobel de Economía, que el mercado de trabajo debe ser visto como toda una institución social, criticando además los enfoques tradicionales, basados en un conjunto de clasificaciones establecidas, que han interpretado de manera errónea el funcionamiento de tal mercado -si así puede llamársele-, y que no entienden la inflexibilidad relativa de los salarios y la persistencia de tasas elevadas de desempleo. Y es que hablar de salarios no es ni por asomo hablar del precio de las remolachas y bienes parecidos, sino tiene intrínsecamente un ámbito de aspiraciones humanas que la propia gerencia de los recursos humanos así lo entiende también.

¿Y a qué viene todo esto? En primer lugar, debemos aclarar que buena parte de los postulados económicos sobre tasas de interés, tipos de cambio, inflación y salarios viene del mundo anglosajón, que ha producido una buena cantidad de prestigiados premios Nobel de Economía, navegando alrededor de estos polémicos desafíos. Y entonces debemos ver a las polémicas y teorías que por esos lares se desarrollan para ayudar a entender nuestras realidades globalizadas.

En segundo lugar, la inquietud viene de una interesante nota de Heidi Loarca, publicada el pasado 4 de enero en el vespertino La Hora, y que se titula “Claudia Sheinbaum compara salarios mínimos y así queda Guatemala frente a México”.

Resulta ser que Guatemala figura entre el pelotón de los delanteros en términos de nivel salarial mínimo, en relación a datos proporcionados por diferentes comisiones salariales latinoamericanas -como es el caso de la Conasami mexicana-, que efectúan comparaciones con base al tipo de cambio del dólar estadounidense del 29 de diciembre de 2024.

Al tomarse en cuenta la circunscripción 1 para el departamento de Guatemala, en el sector de actividades no agrícolas, el salario nominal -sin bonificación- resulta ser de Q3 mil 723.05, y con la conversión a dólares, al tipo de cambio de referencia del Banco de Guatemala, que es de Q7.70 por un dólar, queda un valor de US$483.51 que es mayor al mexicano, que en 2025 queda en US$ 415.53.

Dado que México es a todas luces una economía con mayor potencial económico, en donde incluso se vienen asentando las plantas industriales en el norte del país, concernientes a las nuevas tecnologías, incluyendo el auto eléctrico e híbrido, no son nada aislados los razonamientos relativos a que el salario mínimo guatemalteco se encuentra sobredimensionado y debiera ser menor. Cabe entonces una digresión en torno al tipo de cambio guatemalteco frente al mexicano, para concluir que en las comparaciones nos encontramos frente a un tipo de cambio totalmente distorsionado, que alimenta malas conjeturas en relación con el poder adquisitivo de los sectores populares por estos lares.

Carlos Calderón es uno de los primeros doctorandos en economía del programa de postgrado de la Universidad de San Carlos de Guatemala. En un próximo artículo a publicar, sobre los enfoques cambiarios e inflacionarios del Banco de Guatemala, el académico menciona su rotundo fracaso, principalmente de la política económica que se conoce como metas explícitas de inflación.

Calderón bien señala algo que este escribiente ha venido también insistiendo: el enorme déficit comercial, y el papel fundamental que juegan las remesas en la alteración y falta de asinceramiento de un tipo de cambio conforme los postulados de un modelo que, como el utilizado por la banca central, se asocia con economías en donde sus bienes transables internacionalmente manifiestan una competitividad evidente y cambiante; y niveles de productividad y tecnología avanzados. En el caso de Guatemala, nada está mas alejado de la realidad, dado que nuestras exportaciones siguen descansando en bienes ya primitivos y que no tuvieron mayor dinamismo en 2024. No digamos en lo concerniente a los monocultivos que, como el café y el cardamomo mandan rezos y loas para las heladas brasileñas o tifones asiáticos, y así conseguir un precio temporal mayor. En el caso de la exportación textilera, también se trata de una industria con la que Corea del Sur, por ejemplo, empezó su notable proceso industrial, allá por la década de los sesenta.

El tipo de cambio guatemalteco desde inicios del siglo sigue siendo el mismo, mientras que el mexicano va transitando en una adaptación de mayor complejidad, aún cuando las remesas en tal economía son cercanas a los 60,000 millones de dólares; es decir 3 veces mayores que la guatemalteca, mientras que el tamaño económico de México es unas 17 veces mayor que el chapín y 8 veces mayor en población, y 18 veces mayor en extensión. Guatemala bien podría ser tan sólo del tamaño de un estado del sureste mexicano.

Es evidente que cuando se convierte a dólares una moneda apreciada, el resultado es una cifra mayor, pero también, a la vez significa menos quetzales para los exportadores y para quienes envían sus remesas, quienes también son esquilmados por comisionistas remesadores y banqueros.

Ahora bien, el meollo de la cuestión es el poder adquisitivo de esa moneda, y lo que suele denominarse la reproducción de la fuerza de trabajo. Y para muestra, tan sólo un botón: una trabajadora que transita diariamente desde Ciudad Quetzal hasta, digamos, la plazuela España, y dirigirse a su centro de trabajo en el sector moderno de la ciudad, gasta mucho más energía, angustia y ajetreo que otra que vive en Iztapalapa, allá por donde nacieron Los Ángeles Azules, y debe llegar a su centro de trabajo en un lugar comercial o financiero de Insurgentes Sur en la capital mexicana. Tan sólo en el tema del transporte, para dejarlo fácil, el poder adquisitivo de la trabajadora chapina muy bien se triplica, frente a una red de transporte masivo mexicana mucho más efectiva. No digamos frente a la salud y la educación de una y otra república.

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