Salario Mínimo: Equilibrio entre Justicia y Realidad

Hugo Maul R.

diciembre 16, 2024 - Actualizado diciembre 14, 2024
Hugo Maul R.

Los mapas de pobreza que recientemente diera Segeplan a conocer dejan al descubierto un importante problema de pobreza en el país. Un problema claramente relacionado con la imposibilidad de generar suficiente cantidad de empleos productivos, en actividades medianamente sofisticadas, y a la destrucción de empleo formal en el pasado reciente debido a la incongruencia de múltiples decisiones de política pública que nacen de la confusión ideológica reinante en la clase política y sindical respecto de la forma en que se combate la pobreza. Un mínimo de prudencia por parte del gobierno demandaría tomar decisiones críticas para preservar el empleo existente y apoyar a sectores económicos estratégicos que tradicionalmente han sido generadores masivos de empleo urbano. Es momento para ser pragmáticos y abandonar posturas ideológicas extremas que solo conducen a más destrucción de empleos productivos.

El incremento desproporcionado del salario mínimo no solo amenaza con destruir empleos formales existentes, sino que también empuja a miles de guatemaltecos a buscar alternativas desesperadas en el extranjero. La falta de oportunidades laborales y la precariedad de los empleos informales han convertido a la migración en una válvula de escape para muchos. Sin embargo, esta opción podría cerrarse pronto con el retorno de políticas más restrictivas en Estados Unidos. El presidente electo Donald Trump ha anunciado su intención de utilizar las fuerzas militares para llevar a cabo deportaciones masivas de inmigrantes ilegales, lo que representa una amenaza real para quienes ven en la migración su única salida. Si el país no toma decisiones sensatas respecto al salario mínimo y a la creación de empleos formales, el panorama es alarmante. Más desempleo y pobreza traerán consigo más familias divididas, más vidas arriesgadas en rutas peligrosas y más retornados enfrentando una economía incapaz de absorberlos. Proteger el empleo formal no es solo una cuestión de justicia económica, sino una medida esencial para evitar una crisis social.

La fórmula de ajuste salarial, que busca compensar por inflación futura y aumentos en productividad, tiene sentido en su espíritu original. Sin embargo, añadir factores de corrección por inflaciones pasadas distorsiona ese equilibrio. En una economía con baja inflación proyectada y un entorno global incierto, imponer aumentos excesivos es una receta para la destrucción de empleos formales. La industria ligera, que ha sido una fuente constante de trabajo formal, enfrenta una competencia internacional cada vez más dura. A diferencia de otros sectores que pueden trasladar sus costos a los precios internos o beneficiarse de condiciones favorables en los mercados globales, la industria ligera depende de su capacidad para mantener costos competitivos. Imponerle aumentos insostenibles no solo reducirá su competitividad, sino que pondrá en riesgo miles de empleos formales que son vitales para combatir la pobreza.

El gobierno tiene la responsabilidad de actuar con pragmatismo y valorar el esfuerzo de los sectores que han sido transparentes en sus propuestas de ajuste salarial. Estos sectores no solo han mostrado realismo, sino que son una pieza clave para generar más empleo formal. Castigarlos con aumentos desmedidos sería ignorar su importancia estratégica en un momento crítico para el país. Ante el sombrío panorama internacional y la posibilidad de políticas migratorias más severas en Estados Unidos, Guatemala no puede darse el lujo de perder más empleos formales. Destruir estos empleos no solo profundizará la pobreza, sino que cerrará una de las pocas vías de progreso para miles de familias. La solución no es imponer cargas insostenibles a sectores productivos, sino fortalecer la economía interna para que quedarse en Guatemala sea una opción viable y digna. Es momento de dejar atrás las decisiones ideológicas y optar por políticas que preserven el empleo, incentiven la productividad y ofrezcan esperanza a quienes hoy solo ven en la migración una salida. El futuro de Guatemala depende de nuestra capacidad para proteger lo que aún funciona y construir una economía que permita prosperar a todos.

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