Guatemala es una nación que ha sido cooptada durante años. Negar esta realidad es síntoma de una posición cómoda que impide reconocer las múltiples problemáticas que aquejan al país. Quienes niegan la cooptación podrían estar beneficiándose de la desigualdad desmedida que la sustenta. Cabe mencionar que esta situación no es producto del azar, sino de un plan orquestado y ejecutado durante años, lo que dificulta aún más su superación.
Los sectores más empobrecidos han sido víctimas de engaños por parte de políticos que les ofrecen regalos, dinero y falsas promesas a cambio de su voto para llegar al poder. Es importante comprender que no se debe juzgar a aquellos ciudadanos que han sido convencidos de vender su voto, ya que en Guatemala, para muchos, la realidad no es vivir, sino sobrevivir. No se trata de una exageración, sino de un reflejo de la dura realidad que enfrentan las comunidades rurales y urbanas que se encuentran bajo el umbral de la pobreza o la pobreza extrema, algo que he constatado personalmente.
Funcionarios públicos, recuerden que el incumplimiento de sus promesas no solo es una falta de ética, sino que también refleja la lamentable realidad de la política en nuestro país, donde esta se ha convertido en una herramienta para cometer actos ilícitos, sin temor a la justicia debido a su disfuncionalidad. Los últimos gobiernos han sido un claro ejemplo de cómo la demagogia, la corrupción y el peculado se han convertido en un negocio lucrativo para aquellos que solo buscan satisfacer sus propios intereses. ¿Qué pasa con las familias que viven en la calle? ¿Qué pasa con los niños que sufren desnutrición? ¿Qué pasa con los migrantes irregulares? ¿Acaso estas problemáticas no les preocupan? La apatía nos ha consumido.
El actual gobierno se presentó en campaña como una esperanza para los más desfavorecidos, quienes conforman la mayor parte de la población. Si bien es positivo albergar esperanza en un futuro mejor, es necesario ser racionales y comprender que en solo cuatro años no se podrán alcanzar grandes logros. Al igual que los políticos serviles que han dedicado años a planear la cooptación de un estado completo, nosotros también debemos ser capaces de comprender que, independientemente de los avances logrados, debemos seguir adelante de manera positiva. Es irracional pensar que esto se trata solo de ideologías, cuando es evidente que lo que está en juego es algo mucho más importante.
Calles anegadas, delincuencia a la vuelta de la esquina, escasez de oportunidades, desalojos de comunidades y otros males sociales son el legado que nos han dejado las anteriores administraciones. La primavera prometida en campaña fue un espejismo para captar votos y alcanzar el poder, como ha sucedido en años anteriores. La diferencia radica en que el gobierno actual tiene la obligación moral y ética de cumplir esa promesa que ha iniciado poco a poco, agregando que fue el propio pueblo quien afrontó numerosos riesgos para defender la democracia y creer en que la primera está en proceso.
Han habido aciertos y desaciertos en el gobierno de Arévalo-Herrera. Aún hacen falta unos años. Mientras tanto, sigamos vigilantes para que se respeten los derechos de los guatemaltecos. Pronto podremos ver a nuestra patria libre de mafias.
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