Excusas hay para todo, y el aparato de Gobierno se especializa en darlas para no cerrar círculos, porque cada cuatro años se deja inconcluso lo encaminado (limpio u oscuro), y se abre un nuevo círculo que igual quedará trunco cuatro años más tarde, cuando el nuevo turno lo interrumpa.   Dos pasos para atrás y uno para adelante, si tenemos suerte.  El problema radica en la intención de las personas de querer acreditarse resultados, en períodos de tiempos estrechos, mientras pelean contra la oposición y la burocracia, olvidados que se trata de resolver necesidades.

El actual Gobierno es fiel ejemplo de tal conducta, porque no está cerrando círculos, han dejado expuestas a la vista, como monumentos al “cambio”, las columnas del viaducto sobre la Avenida Roosevelt, con los hierros expuestos para que se oxiden, como ruinas de promesas pasadas.   Lo que se suma a las columnas del hijo de Otto Pérez Molina, que inició el proyecto como alcalde de Mixco.  

El nuevo puente de Belice también se estancó, siendo clave para resolver el tráfico de la zona 18 y para que el Metroriel pueda ser una realidad.  Sólo quedó el espacio ocupado por el campamento.   Ese puente no lo pueden ignorar, tienen que cerrar el círculo, pero seguramente repetirán la planificación y el gasto para incluir alguna diferencia, para plasmar su huella digital, y si se tardan tanto como los anteriores, nos corremos el riesgo de dejar apenas empezada la obra, para que el próximo Gobierno la detenga, porque para entonces querrán añadir otro carril y volveremos a las mismas.

La Capital ha hecho la diferencia porque durante 38 años, cuatro alcaldes del mismo partido han dado secuencia a un proyecto continuado, cerrando círculos y abriendo nuevos, hasta pasar de aldea grande a gran metrópoli latinoamericana.  

En 1986 el edificio municipal era un desastre, sin vidrios, con ventas y agiotistas en los pasillos; se reformó, convirtió en una institución con planificación y dio lugar a la infraestructura moderna y el desarrollo.   En años recientes hemos visto alzarse infraestructura pública y múltiples edificios modernos que son producto de la confianza de los emprendedores.  Se está amortiguando el crecimiento de la mancha urbana, o llegaríamos a las fronteras.   A la gran ciudad ingresan a diario más de medio millón de vehículos de los municipios periféricos que forman el tráfico que afecta a los vecinos residentes.  

Sus grandes proyectos gradualmente van culminando, y si cerramos los ojos para recordar cómo era la capital hace veinte, diez, cinco años, podremos advertir lo que asombra a los hermanos migrantes que vienen de visita.  

Los vecinos siguen eligiendo al mismo partido porque no quieren que la ciudad caiga en la mala costumbre del Gobierno de no cerrar círculos, de empezar proyectos para dejarlos inconclusos.  

El actual Gobierno debería de hacer la diferencia dedicándose a cerrar círculos, mientras planifica lo propio, porque entonces quizá alguien más del mismo equipo podría concluirlos, porque solo logrando resultados se sucede el encadenamiento que los ciudadanos aprecian.