La reciente visita del Secretario de Estado de Estados Unidos, Marco Rubio, a Guatemala ha suscitado un debate significativo en torno a la situación política del país y la oposición al gobierno del presidente Bernardo Arévalo. Esta oposición, compuesta en su mayoría por actores reconocidos como corruptos y antidemocráticos, ha intentado socavar la legitimidad de Arévalo desde antes de que este asumiera su cargo. La resistencia que Arévalo y su partido, Semilla, han enfrentado ha sido constante, con embates provenientes del poder judicial, legislativo y, especialmente, del Ministerio Público.
A pesar de este contexto adverso, Arévalo ha logrado sobrevivir y alcanzar algunas victorias estratégicas que podrían vislumbrar un camino menos tortuoso en su gestión. De ser así, el trabajo de su administración podría ser evaluado en su verdadera dimensión, más allá de la supervivencia ante el desgaste causado por sus detractores. Sin embargo, la narrativa de que su agenda es “comunista” sigue siendo promovida por aquellos que, desde las sombras, buscan desacreditarlo.
Es fundamental reconocer que entre estos opositores se encuentran figuras que han sido perseguidas o condenadas por la justicia guatemalteca, así como aquellos señalados en las listas Engel y Magnitsky por el gobierno de Estados Unidos. La llegada de Donald Trump a la Casa Blanca generó en estos actores corruptos una esperanza, ya que su ideología conservadora de ultra derecha podría significar un posible apoyo a sus intereses. Sin embargo, la postura de Marco Rubio, durante su visita, fue clara: el gobierno de Estados Unidos se alínea con Arévalo, quien se presenta como un defensor de la democracia y la institucionalidad.
Para la administración de Trump, la estabilidad en la región es crucial, especialmente en el contexto de su agenda migratoria y para contrarrestar la influencia de China. En este sentido, los detractores de Arévalo, no tienen nada que ofrecer más que inestabilidad, un factor que no se alinea con los intereses estratégicos de Estados Unidos en Centroamérica. Es importante destacar que, a pesar de la ideología de la administración Trump, aquellos designados como corruptos por Washington seguirán siendo vistos de la misma manera, independientemente de quien esté en el poder en Guatemala.
La idea de que la corrupción de los ultraderechistas guatemaltecos podría ser tolerada por Trump es un error de cálculo por parte de los autodenominados “chapines por Trump”. El hecho de que Donald Trump sea el primer presidente de Estados Unidos en asumir el cargo habiendo sido convicto de varios delitos, no se traduce en alianza con actores corruptos y antidemocráticos de países como el nuestro. Estos, no tienen absolutamente nada que ofrecer al gobierno de Estados Unidos, y seguirán siendo vistos como actores corruptos, antidemocráticos y responsables de socavar el Estado de Derecho. El ataque constante al gobierno de Arévalo solo genera ruido de inestabilidad, algo que no encaja con la agenda que el gobierno de Estados Unidos busca implementar en la región.
En conclusión, la visita de Marco Rubio refuerza el compromiso de Estados Unidos con el gobierno de Arévalo en su defensa de la democracia y la institucionalidad en Guatemala. De la misma manera, su visita les deja claro a los actores corruptos y antidemocráticos que, no hay espacio para ellos y sus aliados en su gestión. La oposición que enfrenta Arévalo no solo es un reto para su administración, sino también un reflejo de una lucha más amplia contra la corrupción y la desestabilización en la región. La verdadera prueba para Arévalo será continuar en su camino hacia una gestión efectiva, ahora que se desmitificó la llegada de Donald Trump al poder, en la que pueda demostrar que su gobierno es capaz de trascender las adversidades y construir una Guatemala más justa y democrática.
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