Uno de mis primeros contactos con las ciencias económicas y sociales a nivel internacional los tuve en Santiago de Chile, esa bella ciudad conosureña. Se trataba de un curso taller de más de tres meses de duración, en donde desfilaron las luminarias de la Comisión Económica para América Latina –CEPAL– y del Instituto Latinoamericano de Planificación Económica y Social -ILPES-. Además se invitó a profesores prominentes, viviendo más bien modestamente, pero también había funcionarios muy bien pagados del sistema de las Naciones Unidas.
En ese tiempo, las placas de los vehículos delataban los barrios en donde uno vivía. Así que vivir, por ejemplo en Providencia o Las Condes, y transitar en un Mercedes del año, estacionado en los parqueos de la CEPAL de Santiago era sintomático del status social. Entiendo que no se necesita andar como un Diógenes para hablar o estudiar la pobreza, pero produce conjeturas cuando de manipular y fabricar estadísticas de pobreza se trata, desde hoteles de cinco estrellas, sin adquirir un compromiso ético y moral por el cambio de estructuras. Y ello plantea renovadas visiones de política económica y no seguir sermoneando sobre la estabilidad macroeconómica y la prudencia fiscal, cuando se proponen leyes e instituciones para acentuar la desigualdad. Afortunadamente la mayoría de profesores y funcionarios que conocí en CEPAL me dejaron grata impresión, de pensamiento y de vida. Pero el tema de pobretólogos hipócritas sí que se asemeja mucho a los responsables y tecnócratas de nuestra democracia –desde 1985 hasta 2023, que es la fecha de cierre de los mapas de pobreza-.
Algo así parecieran ser los conductores de esta democracia, de la cual está por verse si en 2024-2028 las cosas cambian o siguen, absurdamente, su curso. Desde que Vinicio Cerezo se sentó en la poltrona presidencial, hasta 2023. Y el retrato representa el pomposo nombre de Mapa de la Pobreza 2023, revelado actualmente por las autoridades de SEGEPLAN, utilizando los datos del último censo, combinado con la más reciente encuesta de pobreza –ENCOVI 2023-.
Los indicadores nos ponen en un sitial de deshonor en el contexto latinoamericano, siendo el país de la región con mayores índices de pobreza, y al estar con más potencia económica que muchos de sus pares -centroamericanos, caribeños y algunos sudamericanos- bien indica que aquí la política de “quien tiene más saliva, traga más pinol” es la que reina. Evidenciando ello una insultante desigualdad. Veamos entonces:
De acuerdo con el mapita, los departamentos a donde más hay que dirigir la mirada son, en su orden, de más paupérrimo a menos, los siguientes: Alta Verapaz, Quiché, Huehuetenango, Baja Verapaz y Jalapa. Ocupémonos de ellos primero.
De sumo preocupante resultan ser las verapaces, las tierra inicialmente protegidas por Fray Bartolomé, y en donde tienen imponente presencia la Sierra de las Minas, el Cahabon, Polochic y hasta el frondoso La Pasión. Allí se están edificando las hidroeléctricas más potentes del país, y además, la Palma Africana reditúa para sus denominados granjeros ausentes (encopetados finqueros de barrios encopetados capitalinos) miles de dólares, que hoy hasta se saben que van a parar a Madrid, gracias operaciones Off shore, ignoradas por las autoridades tributarias del país.
La Alta Verapaz significa notable legado para el país y hoy hasta se engalana con un buen equipo finalista de fútbol con jugadores, extranjeros varios de ellos, con sueldazos pagados en dólares, y un entrenador mexicano con más que redituables ingresos.
¿Cómo puede haber una Masia en Cobán? De donde salen estrellas como Lamine Yamal, si el 90% de sus jóvenes vive en deplorables condiciones de pobreza. Déjeme contarle, estimado lector, que según la ENCOVI 2023 el 90% de su población vive en pobreza.
Me contaba mi buen amigo Edgar Pape, un cobanero de pura cepa, que desde hace varios años el centro histórico de Cobán se ha venido llenando de indigentes, al estilo de los que uno encuentra en la Plaza Central capitalina, porque hasta el río Cahabón ha venido siendo privatizado, con la construcción de las grandes hidroeléctricas que despojan tierra, mientras que la electricidad y los servicios esenciales son deplorables en: Panzós, Lanquin, Tucurú, Santa María Cahabón, Senahú, Tactic y Chisec, que son parte del pelotón de municipios rezagados en materia de pobreza.
Y ahora, pasemos someramente a la tierra en donde pasé bellos días de mi infancia: Huehuetenango, al calor de un ciudadano ilustre de por allá -ya fallecido-, don Horacio Galindo Castillo, médico, escritor, pintor y amigo de mi familia. De la mano de Galindo conocí los imponentes Cuchumatanes, me interné en los detalles de la fabricación y mantenimiento del manto de plata de la Virgen de Chiantla y conocí el nacimiento del Río San Juan; y no digamos la historia de Zaculeu y sus sitios sagrados.
Hace algunos años, estando al frente de un proyecto de desarrollo, trabajando con pobretólogos, ambientalistas y demás, me tocó vivir en el altiplano y logré detectar su degradación moral, principalmente en términos del poder local y el imperio del narco. La vieja Mesilla, en donde me interné al país luego de haber participado con éxito en un torneo de atletismo del sureste de México es hoy una tierra entregada al contrabando y el narcotráfico, al punto que hace ya buen tiempo que ni los equipos de fut de las categorías mayor y menor se atreven a internarse, luego del asesinato a mansalva de conocidos dirigentes y personajes conocidos. Continuaremos en columna de próxima semana comentando estos trágicos mapas de la pobreza cotidiana del país.
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