Los delincuentes tienen que irse de la Usac

Jorge Mario Rodríguez

septiembre 25, 2024 - Actualizado septiembre 24, 2024
Jorge Mario Rodríguez

El secuestro mafioso de la Universidad de San Carlos de Guatemala ilustra, junto con la captura corrupta de la justicia, el estado de degradación al que ha llegado la sociedad guatemalteca. Sin embargo, una rendija de esperanza empieza a abrirse cuando el pacto de corruptos, principal responsable de esta situación, comienza a mostrar sus grietas. En efecto, a pesar de las insuficiencias del actual proceso de elección de cortes, algunas de las más despreciables figuras que se hincan frente a Walter Mazariegos y Consuelo Porras no han logrado conseguir una magistratura.

Se trata, por tanto, de poner el pie en la puerta apenas abierta para forzar la entrada en ese calabozo al que estos subhumanos han convertido al país. Los corruptos lo saben. De ahí el renovado esfuerzo por criminalizar a la Universidad de San Carlos de Guatemala, como lo muestra la captura del colega catedrático Gad Echeverría, un músico que ha ganado, a través del esfuerzo artístico de décadas, la admiración y el cariño de gran parte de la sociedad guatemalteca.

Sin embargo, la problemática actual de la Universidad de San Carlos de Guatemala constituye la versión nacional de una crisis que experimenta la institución universitaria en muchos países del mundo. Se ha visto el ataque al que han sido sometidas muchas instituciones universitarias norteamericanas dentro de la “batalla cultural” que, como la “guerra jurídica”, ha sido articulada por una derecha radicalizada que ha distorsionado, a través del poder de las redes sociales, la conciencia del mundo. Dicha situación se vincula con el intento deliberado de desmantelar al Estado y hacerle perder las funciones vinculadas al bien común. Por lo mismo, es un misterio desentrañar por qué razón la actual crisis de la Universidad de San Carlos de Guatemala no forma parte de las preocupaciones esenciales del actual gobierno.

Una universidad nacional forja la autoconciencia de la sociedad; provee, en consecuencia, direccionalidad a la sociedad. Solo un descabezado—como es el caso de Milei en Argentina—puede atacar a la universidad. Como lo decía algún académico, los que se quejan de la costa de la educación superior, podrían preguntarse cuál es el costo de la ignorancia. Debe notarse el papel que cumple la falta de conciencia en muchos profesionales que han sido formados por instituciones de educación superior que no reconocen el sentido de la educación superior. Aquí puede verse el efecto sedimentado de tantas décadas de un neoliberalismo que solo florece en la mente dogmática de los intelectuales de pago que aun siguen defendiendo recetas cuya carencia de sentido se evidencia cada vez más.

Las universidades privadas pueden tener o no metas encomiables, se pueden preocupar por el futuro del país. Sin embargo, cabe preguntarse respecto a la corrección de las metas de algunas de ellas debido a su abierta vinculación con los intereses menos democráticos de la sociedad guatemalteca. Pero la universidad privada no puede asumir como su misión fundamental el bienestar y formación de la sociedad respectiva, entre otras cosas, porque su mantenimiento no depende del Estado. Por esta razón, la Universidad de San Carlos de Guatemala es tan importante para nuestro futuro.

La ausencia de la universidad nacional es una de las carencias que desfiguran el horizonte de una sociedad que no tiene por qué resignarse a dejarse quitar su misma capacidad institucional de pensarse a sí misma y generar el conocimiento que le permitirá superar los obstáculos. Si la educación supone valores, cabe preguntarse por qué la formación superior se encuentra en manos de individuos que no pueden ser movidos por los valores que son consustanciales a la reflexión y a la búsqueda del conocimiento.

Por lo tanto, la sociedad guatemalteca debe organizarse, no para exigir, sino para simplemente sacar a los delincuentes que han tomado el control de la Usac. Tenemos que pensar en esos problemas que plantea un futuro humano para nuestra sociedad. Y debemos tomar en cuenta que el futuro no existe para la mente embrutecida por la corrupción. ¿Qué reglas racionales pueden seguir aquellos que solo se dejan llevar por las trampas pasajeras?  

Los universitarios podremos tener nuestras diferencias —y cualquiera que piense sabe que el desacuerdo es inevitable en los que piensan— pero debemos unirnos frente al ataque de los corruptos al pensamiento mismo. Debemos tomar conciencia de que una sociedad que florece siempre piensa en el largo plazo. Y este objetivo no puede estar en la mente de aquellos que solo se enfocan en los beneficios inmediatos y embrutecedores del robo y la trampa, puesto que al final, los que se “organizan” para realizar el mal siempre se ven engullidos por el entorno perverso que ellos han creado.

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