La mudanza: una constante como persona refugiada

Flor de María Gálvez     agosto 19, 2024

Última actualización: agosto 18, 2024 9:01 pm
Flor de María Gálvez

La experiencia de mudarse constantemente como persona refugiada es una realidad que enfrentamos millones de personas en todo el mundo. La huida de la violencia, la persecución y la opresión en busca de seguridad y libertad es un viaje lleno de desafíos y sacrificios. Para aquellos que somos refugiados políticos, el constante cambio de ubicación se convierte en una parte integral de sus vidas, marcando profundamente su identidad y su sentido de pertenencia.

Ser refugiada es una experiencia profundamente difícil y desafiante. Imagina que un día estás en tu país, tienes un trabajo en el cual defiendes niñas víctimas de violencia y mujeres criminalizadas, has luchado contra la corrupción e impunidad, tienes una familia que amas, un proyecto de vida, y de repente, te ves obligada a abandonar tu hogar y tu país debido a las amenazas constantes, ataques misóginos y persecuciones penales infundadas. Esa es mi experiencia, sin embargo, durante este caminar, he podido conocer que somos muchas personas de distintos países quienes atravesamos estas situaciones.

Al verme obligada a dejar mi tierra natal, me he visto inmersa en un sin fin de emociones y desafíos. Como la incertidumbre del futuro, la pérdida de arraigo y la constante sensación de inseguridad. Esto ha sido aún más complicado, ya que mi trabajo y mi identidad están estrechamente ligadas al compromiso con la justicia y la protección de grupos en condición de vulnerabilidad, como lo son las niñas y mujeres de mi país Guatemala.

La falta de arraigo es una de las consecuencias más profundas de la experiencia de mudarse constantemente como refugiada política. La conexión con la tierra, la cultura y la comunidad se ve interrumpida, dejando a las personas en un estado de limbo emocional y espiritual.

Mudarse constantemente como persona refugiada tiene diversos impactos. La sensación de no pertenecer a ningún lugar, de estar siempre en movimiento y de no poder establecer raíces profundas ha sido un desafío en este transitar ya que implica enfrentar barreras legales, idiomáticas, administrativas y culturales. Pese a ello, en los países en los cuales he sido acogida he conocido y reencontrado personas que me han apoyado, a quienes no quiero dejar de mencionar, ya han sido una red de apoyo en mi camino hacia la integración y la estabilidad.

Como refugiada he podido encontrar fuerza y ​​resiliencia, mi familia, amigas, amigos, colegas, así como en distintas organizaciones, universidades que me han brindado apoyo y con ello permitido seguir adelante, convirtiéndose en redes importantes a quienes agradezco profundamente su acompañamiento y consejos.

Para mí, la vivencia de mudarme constantemente como refugiada ha sido tanto un acto de resistencia como de esperanza. A pesar de los desafíos que enfrento, encuentro la fuerza para seguir adelante, manteniendo viva la posibilidad de regresar algún día a mi país, ese lugar del que me vi forzada a salir, pero al que anhelo regresar.

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