Los militares japoneses, con un país ya industrializado, tomaron el poder e invadieron China con todo su ejército en los años treinta, mientras que su flota naval desencadenó el ataque a Pearl Harbor en 1941 como aliado de Berlín y Roma en la II Guerra Mundial. Al terminar tan devastadora guerra, Estados Unidos ocupó Japón por siete años luego de imponer la desmilitarización y una reforma agraria (como en Taiwán) para reducir el poder de los grandes samuráis. El artículo 9 prohíbe lanzar una guerra y solo acepta tropas para la autodefensa. Con la guerra en Corea, Estados Unidos activó la industria japonesa para suplir material de todo tipo para la contienda. Así, como un milagro, el país avanzó de nuevo con su know how obtenido en las décadas anteriores. Y resurgió de sus cenizas como lo hizo Alemania en los años cincuenta. De nuevo el capitalismo japonés siempre bajo la dirección del Estado y sus primeros ministros, en consenso con miembros del Kaidanrem, que reúne a la élite empresarial, de la academia en Derecho y Ciencia Política y a los órganos de los trabajadores, definen cada año la política a seguir sin que lo sepa la prensa..
Al desconfiar que Estados Unidos pueda cumplir sus compromisos militares de darle seguridad como se definió en los años cincuenta, Japón desea articular Canadá, Australia y Estados Unidos como una OTAN para el pacífico, para la defensa común, nada guerrerista. Si bien el art. 9 de su Constitución prohíbe hacer la guerra, pero las actuales autoridades han reinterpretado tal precepto y han acrecentado sus fuerzas armadas al punto que es el tercer presupuesto militar más grande del mundo.
Ishiba Shigeru, Primer Ministro recién delineó la autonomía estratégica para Japón en un mundo multipolar donde propone establecer bases militares japonesas en Guam, que es territorio estadounidense, y apoyar su base naval en Okinawa (para recuperar su soberanía en ese territorio propio) con el argumento que le ahorraría costos al erario estadounidense, cosa que será atractiva a Trump que desea reducir el presupuesto de defensa. Ishiba persigue aumentar la disuasión contra China pero es claro que este primer ministro no está de acuerdo con ser un “portaaviones insumergible” de EE. UU en la región. Tokio quiere cambiar el tratado de seguridad Japón – US de 1956 con una China amiga con la que se puede cooperar en distintos campos. La Casa Blanca no está contenta con esta propuesta. Trump, con su proyecto de recorte del presupuesto militar, estimo que estará de acuerdo en aceptar las solicitudes de seguridad de Japón, aunque lo ha de condicionar a que se distancie de China, país que le dio el nombre desde sus playas al “País del Sol Naciente”. Es política del “deep State” impedir la colaboración íntima de Alemania con Rusia, como lo es la misma entre China y Japón. (Y han puesto la trampa de Ucrania y Taiwán para distanciarlos), países donde el narcitráfico es nulo en su interior. Entretanto, China consolida su posición en América del Sur (China consolida su presencia en Latinoamérica…).
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