No hay seres más indignos y despreciables que los gobernantes que deciden arbitrariamente que la guerra es inevitable y amenazan a otros pueblos, o lanzan al suyo contra un enemigo supuestamente portador de todas las infamias. En cambio, la única razón que justificaría un enfrentamiento militar sería cuando un Estado, tras haber agotado las advertencias y los procedimientos diplomáticos ante las señales y actuaciones abiertamente hostiles de otro Estado, decide ejercer su derecho a la legítima defensa.
La historia de la humanidad constituye, en cierta medida, una cadena interminable de conflictos que van desde luchas tribales y regionales hasta encontronazos entre países, pretextando motivos mezcladamente económicos, territoriales, religiosos, sociales, raciales y culturales. Pero también, es una trayectoria de heroicos esfuerzos -a veces exitosos- por lograr que dichos enfrentamientos no acaben en confrontaciones mortíferas en las que los bandos pierden de muchas maneras, a excepción de los dueños del poder económico, político y militar, que suelen observar cómodamente los combates por televisión, al abrigo de las bombas.
Como expresé la semana anterior, los eventos más preocupantes de este siglo son la guerra de desgaste provocada por la OTAN contra Rusia por intermedio de Ucrania, y el genocidio perpetrado por Israel contra la población palestina. Ambos son susceptibles de desencadenar una conflagración mundial, cosa que nadie hubiera ni siquiera imaginado hace diez años. Es frecuente pensar que los responsables de ese tipo de situaciones son los contendientes en disputa, cuando en realidad el contexto y la historia dentro de la cual estas tiranteces se desarrollan, involucran como autor principal a un oculto titiritero rodeado de serviles comparsas, es decir, terceros países que se prestan al cultivo de una situación que va pudriéndose progresivamente.
¡Quién hubiera imaginado que Europa, la reputada Europa democrática que gustaba hacerle creer al mundo que se había convertido en santuario de paz y en sano contrapeso al poder omnímodo de los Estados Unidos, esta vez, en lugar de desplegar sus energías diplomáticas para, por ejemplo, respaldar las negociaciones de paz que Ucrania había aceptado con Rusia en el mes de marzo de 2022 en Turquía justo después de la invasión, lo que hizo fue plegarse sin vergüenza a los designios bélicos del gobierno inglés y norteamericano que ordenaron entonces suspender las conversaciones y plantarle batalla a los rusos “hasta el último ucraniano”!
Las potencias occidentales, en lugar de agotar las posibles soluciones entre los países en contienda, lo que cobardemente han hecho al unísono bajo la batuta imperial es echarle más leña al fuego, inyectándole a Ucrania miles de millones de dólares y cientos de miles de toneladas de armas, como si ese dinero no hiciera falta en Europa para resolver los problemas internos que aquí existen. Y para justificarlo, han elaborado toda clase de argumentos guerreristas como ya lo habían hecho durante la guerra fría inaugurada por Inglaterra y los Estados Unidos al finalizar la segunda guerra mundial, afirmando que la Unión Soviética sería a partir de ese momento el enemigo a batir porque era “obvio” (como hoy lo dicen de Rusia) que quería invadir Europa. ¡Qué chiste! ¿Un país que venía de perder entre 20 y 30 millones de habitantes para no ser aniquilado por Hitler tendría, según los fantasiosos y bienintencionados anglosajones, deseos irrefrenables de seguir muriendo? ¿Y hoy también? ¡Háganme ustedes el favor!
Es así como este vetusto continente de políticos pedorros y desmemoriados, hijos y nietos de aquellos que propiciaron en el siglo XX dos guerras absurdas que se saldaron en millones de muertos, se erige hoy, con todo el cinismo, en vil lacayo al servicio del organismo militar extranjero más agresivo e impune del mundo, el cual ha logrado sitiar territorialmente casi por completo a Rusia, amenazando su existencia y arrastrando al resto de los mortales hacia un posible holocausto nuclear. En estas circunstancias, ¿dígame usted si no dan ganas de salir a protestar a las calles para echar a patadas a todos esos payasos?
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