Hablemos de s*xo, pero no en la ciudad

Marcos Melchor Palencia

enero 4, 2025 - Actualizado enero 3, 2025
Marcos Melchor Palencia

No soy Carrie Bradshaw, tampoco me siento como Carrie Bradshaw, y tengo que hacer la aclaración que ni siquiera he visto la primera temporada. Si piensa que este tipo de artículos no son nada “yo”, solo avíseme. Ya pensaré de qué más escribir. Tal vez más de cultura, o de algo por el estilo, temas menos polémicos, aunque la verdad es más interesante generar debate, pero eso queda a su discreción. ¡No me culpe!

Una joven de 20 años gana alrededor de 43 mil y algo de millones de dólares (43,477,695.01, no sé cómo se escriba ese número), vendiendo en línea contenido que ella misma no considera explícito. La noticia me ha parecido inaudita; siempre ha habido quienes pagan por entretenimiento, placer o curiosidad, pero, ¿cómo llegamos al punto de financiar fantasías que apenas hace unos años hubieran sido consideradas nichos oscuros del Internet? Aunque pensándolo bien, siempre ha vivido entre nosotros y con nosotros; hemos aprendido a ignorarlo nada más.

Podemos estar seguros que sus ganancias están siendo bien invertidas, o al menos eso le dijo a Daily Mail sobre sus próximos proyectos. Tendrá asegurada casa, exorbitantes vehículos y demás cosas, gracias a sus calenturientos suscriptores y al fanatismo erótico que invoca. Necesito algo de eso para que lean mis columnas, no crea usted que para otra cosa.

Recientemente vi el documental titulado I Slept With 100 Men in One Day. Sé que no es la opción más convencional ni agradable para una tranquila tarde de un jueves. Solo con leer el título, la polémica es evidente. Pero lo que más sorprende es lo que vino después: la estrella de Only Fans, Lily Phillips, no se conformó con este singular “logro personal”. Este año, ha decidido ir más allá y, con gran audacia, ha lanzado una convocatoria para intentar algo aún más ambicioso: alcanzar la cifra de 1,000 hombres en un solo día. ¿Resulta ser esto una exploración del deseo humano o un intento desesperado de atraer clics con la promesa de escándalo? Quizá ambas cosas, pero simplemente no puedo juzgar.

Es hasta cierto punto, impresionante, descubrir que antes de grabar el film, Lily desconocía completamente las formas obvias en que podría contraer una enfermedad de transmisión sexual. Y aunque le suene obvio, evidencia un preocupante vacío en el conocimiento básico sobre salud hoy en día, incluso entre quienes trabajan en industrias relacionadas con la intimidad.

Lo único que sé, y espero lo sepa ella también, es que hay algo casi matemático en cómo la sexualidad se ha monetizado. Quizás, lo que realmente inquieta no es hecho que el sexo esté en venta, porque siempre lo ha estado, sino cómo el mercado ha redefinido lo que realmente significa. O quizás no es nada inquietante, y sea una hipótesis sin fundamento ni sentido. Así que, ignore todo lo anterior. Ignore el hecho que haya escrito este texto. ¡¿Qué dirá la gente cuando lo lea?!

Hablemos entonces de la ironía inherente en este fenómeno: vivimos en una era hiperconectada, donde la ignorancia puede ser tan viral como un meme y tan rentable como una suscripción mensual o anual. ¿O no? La pregunta no es tanto qué hacemos con este contenido, sino por qué lo hacemos. Tantas otras figuras del entretenimiento erótico contemporáneo están capitalizando una fascinación que va mucho más allá del sexo en sí: estamos obsesionados con la idea de romper límites, consumir lo más extremo, lo más transgresor e inovador. Y eso es lo que más vale hoy en día.

Cualquiera que sea el caso, nos interpela, seamos honestos, aunque sea para mirarlo de reojo y luego fingir desinterés. Pone de manifiesto la creciente mercantilización de la intimidad y la sexualidad en esta era digital. Plataformas como Only Fans han permitido a cualquiera monetizar aspectos de su vida personal de maneras antes inimaginables, generando debates sobre los límites éticos y las implicaciones psicológicas de tales prácticas. Pero esa ya no es mi labor. Hasta este momento ha sido informar, y en ciertos casos, cuestionar.

Pensándolo bien, creo que ya es tiempo de ir cobrando por su lectura, querido lector. Págueme una suma exorbitante y lea esta, y más columnas antes de que se publiquen oficialmente. También puede sugerir cambios e incluso pedir columnas personalizadas.

¿Qué tal?

Hasta puedo incluir una pequeña dedicatoria si usted quiere.

Espero sus propuestas.

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